La dimensión socioeconómica del tratamiento de residuos

Investigadores de la Fundación Basura abordan la estrecha relación que existe entre los ingresos económicos de una persona y la producción y gestión de residuos. Las dinámicas entre ingresos, generación y gestión de residuos son transversales, y, según los expertos, se encuentran tanto a nivel global como local.

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En la ​investigación publicada por Fundación Basura se concluyó que, en la producción de residuos, el nivel de ingresos de los generadores es uno de los factores más determinantes. Los autores del artículo, María Teresa Ferrada Escanilla, enfermera Mg en Gestión y Ordenamiento Ambiental y Nicolás Labra Cataldo, Msc. Desarrollo Sostenible e investigador en economía circular, explican lo anterior mediante tres relaciones desarrolladas a continuación.

María Teresa Ferrada Escanilla , enfermera Mg en Gestión y Ordenamiento Ambiental

La primera es una relación directa entre el volumen de residuos generados y el ingreso medio por persona, usualmente medida a través del producto interno bruto (PIB) per cápita. Países como Suiza, Dinamarca y Estados Unidos pertenecen al grupo con un alto PIB per cápita y cuentan con una generación que supera los 2 kg diarios de residuos por persona. En el lado opuesto, países de bajos ingresos como Ghana y Haití presentan una generación que no supera los 0.6 kg diarios.

Nicolás Labra Cataldo, Msc. Desarrollo Sostenible, investigador en Economía Circula

La segunda relación tiene que ver con la composición de los residuos generados y su efecto se evidencia mayormente en la proporción de material orgánico de una manera inversa. En los grupos de altos ingresos, los residuos orgánicos corresponden al 30% del total, mientras en los grupos de bajos ingresos este valor bordea el 60%.

La tercera relación entre el nivel de ingresos y los residuos tiene que ver directamente con su gestión, es decir, lo que ocurre posterior a su generación. En particular, las diferencias socioeconómicas definen la calidad y extensión de la recolección y valorización de los residuos. Mientras en los sectores socioeconómicos de altos ingresos, la tasa de recolección (definida como la cantidad de residuos que son retirados y gestionados por un agente autorizado) corresponde a un 96%, en los sectores de bajos ingresos este indicador bordea el 40%.

Estas dinámicas entre ingresos, generación y gestión de residuos son transversales, se encuentran tanto a nivel global como local. La escala global está determinada por una red de mercados y tratados internacionales. Hoy existen países que se han transformado en importadores de residuos y, que, en la mayoría de los casos, corresponden a países de bajos ingresos. No es sorpresa destacar que estos “rellenos sanitarios globales” disponen principalmente los materiales en desuso de los países desarrollados.

Ghana es uno de los más icónicos. Este país sudafricano tiene un ingreso per cápita 5 veces menor al de Chile y se ha posicionado como uno de los destinos internacionales más comunes para la chatarra electrónica o “e-waste” bajo la consigna de ofrecer alternativas de desarrollo para los desarmadores y recicladores locales. La falta de equipamiento y protocolos mínimos de seguridad son factores que dan cabida a miles de zonas de sacrificio ambiental que genera efectos irreversibles en los recicladores informales.

Por su lado, en Chile, esta es una realidad latente que cuenta con varios ejemplos. El Relleno Santa Marta, ubicado en la comuna de San Bernardo (PIB per cápita $248.812) genera externalidades negativas que afectan directamente la calidad de vida de la población aledaña en temas como la presencia de olores y vectores. Estos impactos significan costos adicionales de mitigación que los afectados deben afrontar por el solo hecho de “vivir donde viven”. Desde un punto de vista sistémico, este impuesto a la pobreza existe debido a la inhabilidad de los sectores de altos recursos para gestionar sus residuos dentro sus comunas, como puede ser el caso de Las Condes o Providencia (PIB per cápita $1.107.947 y $1.257.890 respectivamente).

Chile, definido como un país en transición al desarrollo, cuenta hoy con una generación promedio de 1.26 kg per cápita y una composición similar a los países de bajos ingresos. Según el Quinto Reporte del Estado del Medio Ambiente (2019), más del 70% de la disposición final de los residuos sólidos municipales se realiza en instalaciones autorizadas, es decir, 6 millones de toneladas de residuos por año se disponen en rellenos sanitarios. A nivel regional, existe una alta heterogeneidad en los porcentajes de disposición final adecuada. Los menores porcentajes se presentan en zonas extremas como Arica y Parinacota, y Magallanes. En estas regiones, los problemas de trazabilidad se evidencian en el hecho de que para el 30% de los residuos no es posible determinar las instalaciones en las que se realiza su disposición final.

A nivel de registros, en el año 2017 el Ministerio del Medio Ambiente detectó 73 vertederos ilegales que se extendían por 400 hectáreas de superficie a lo largo de todo el país, además de otros 600 microbasurales. Si bien ya se han desarrollado planes que apuntan a mejorar la sostenibilidad en la gestión de residuos tales como la Ley REP y la Estrategia Nacional de Residuos Orgánicos, existe una alta producción de desechos sólidos sin reutilización o reciclaje.

La diferencia socioeconómica se evidencia también a nivel de cultura de valorización. Según la Encuesta Nacional del Medio Ambiente del 2018, el 53% de la población de los sectores C1-C2 declara separar sus residuos para reciclar, mientras que en los sectores D-E, este valor corresponde a un 47%.

Residuos y su impacto en la salud

Según el último reporte del Banco Mundial, más de 15 millones de personas en todo el mundo se ganan la vida informalmente a partir de los desechos. Este grupo se encuentra compuesto por una alta fracción de mujeres, niños, ancianos, desempleados y/o migrantes, siendo un grupo demográfico vulnerable.

Los efectos en la salud a los que se exponen los recolectores de residuos y recicladores informales son innumerables, y van desde daños físicos a exposiciones químicas. Estas últimas pueden generar intoxicaciones y diarreas y, en el caso de ser una exposición permanente, están vinculadas a enfermedades crónicas graves.

Los metales pesados son uno de los focos de riesgo más críticos. En Agbogbloshie, un barrio ghanés conocido por ser uno de los vertederos de “e-waste” más grandes del mundo, las concentraciones de mercurio, plomo y cadmio han registrado valores nunca antes vistos en el continente africano y que incluso podría afectar a varias generaciones. Los niveles de pobreza de los trabajadores y la falta de otras alternativas forman también un espiral de dependencia socio laboral del cual salir resulta muy difícil.

Cabe agregar que, la calidad de la gestión de residuos sólidos afecta también a las poblaciones que habitan los sectores aledaños a depósitos de residuos. Estas zonas son usualmente fuente de alimento y refugio para ratas, mosquitos y animales carroñeros, que funcionan como vectores en la transmisión de enfermedades.

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