En 1992, hace 30 años, Naciones Unidas realizó la Conferencia sobre Medio Ambiente y Desarrollo, conocida como Cumbre de la Tierra, en Río de Janeiro, Brasil. Allí los países, incluido Chile, firmaron las Convenciones sobre Cambio Climático, sobre Diversidad Biológica y sobre Desertificación con la intensión de enfrentar y revertir los tres impactos globales del desarrollo humano sobre la biósfera, que ya a esa fecha contaban con suficiente respaldo científico: el calentamiento global, la extinción masiva de especies y la creciente desertificación.
El telón de fondo de la Cumbre de la Tierra fue el informe “Nuestro Futuro Común“ encargado por Naciones Unidas a la primera ministra Noruega Gro Harlem Brundland, el que evidenció la incompatibilidad entre los criterios y condiciones del desarrollo económico y los principios y condiciones para mantener la vida en la Tierra.
Dicho informe acuñó el concepto “desarrollo sustentable” como aquel que permite satisfacer las necesidades de las generaciones presentes, sin comprometer la subsistencia de las generaciones futuras; parafraseando la formulación del “principio de la responsabilidad” que había acuñado el filósofo alemán Hans Jonas, uno de los padres de la bioética contemporánea.
Tres décadas después, se ha evidenciado el fracaso de las naciones y de la institución que las agrupa a nivel mundial para revertir el cambio climático. Se cambió por un calentamiento aceptable de 1,5 grados, pero la insuficiencia de compromisos y acciones hasta hoy auguran un calentamiento superior a 3 grados para fin de siglo. La desertificación del planeta avanza sin atajos y la diversidad de la vida muestra extinción masiva de especies vegetales y animales a niveles apocalípticos.
En este contexto, durante los últimos años, además de la voz mas comprometida de los científicos y la integración masiva de niños, jóvenes y comunidades locales al activismo político para enfrentar el extractivismo delirante de las empresas y la falta de voluntad de los gobernantes; ha emergido desde los pueblos, los jóvenes, la academia y los movimientos socio ambientales en todo el mundo, la certeza de que la sociedad humana requiere una nueva visión y comprensión de la naturaleza y ecosistemas como sujetos de derechos, y la creación de un nuevo marco legal que permita enfrentar adecuadamente la emergencia climática y ecológica.
Esta cosmovisión arraigada durante milenios en las culturas indígenas en todo el mundo, hoy -en la cultura globalizada dominante- se formula, como “Derechos de la Naturaleza” y se acompaña de propuestas de protección legal a especies y ecosistemas, tal y como en el pasado se inició la protección de derechos de las personas humanas, las instituciones, los negocios y las inversiones.
La formulación de derechos de la naturaleza ha avanzado a nivel legal y constitucional en países, como Ecuador, Colombia y Bolivia, pero también en Australia, Nueva Zelandia y América del Norte; y tímidamente en la legislación internacional como “derecho a un ambiente sano y ecológicamente equilibrado”.
En el caso de Chile, los derechos ambientales y de los derechos de la naturaleza, así como respecto de la institucionalidad para garantizar su protección frente a la acción del Estado o de los privados, un texto completo fue aprobado por la Convención Constitucional en el primer proceso de reforma constitucional. Pero el congelamiento de la participación ciudadana y opción por cuotas de “expertos” por los partidos políticos en el segundo proceso, no augura que ello pueda incorporarse.
No obstante, la reacción ciudadana esta semana ante la aprobación de la expansión minera en el área de glaciares que alimenta de agua a Santiago y ante el lanzamiento de la Política Nacional del Litio que pone a disposición el 70% de los salares del país para explotación y exportación en nombre de la transición energética, evidencia que el destino de estos bienes comunes de la naturaleza, es cada vez mas relevante para los ciudadanos; a lo cual se suma la creciente preocupación científica en el contexto de la emergencia climática, la degradación de cuencas y ecosistemas y la vulnerabilidad hídrica que afecta gravemente a la sociedad chilena.
En este 22 de abril, Día de la Tierra, tenemos la oportunidad de volver a revisar nuestra relación con el planeta que nos alberga, y en consecuencia mirar “qué futuro nos espera”.
AQUI HAY UN AGRONOMO DISPONIBLE CON 30 AÑOS DE EXPERIENCIA EN TRANSFERENCIA TECNOLOGICA Y EXTENSION RURAL EN 3 REGIONES QUE DESEA REINSERTARSE LABORALMENTE PARA APORTAR A ESTA CRUZADA POR LA SUSTENTABILIDAD DE LO QUE QUEDA DEL PLANETA Y EN PARTICULR DE NUESTRO PAIS.