Un informe encargado por WWF y elaborado por Dalberg advierte de que el costo real del plástico para el medio ambiente, la salud y la economía puede ser hasta 10 veces superior en los países de renta baja, a pesar de que consumen casi tres veces menos plástico per cápita que los de renta alta.
El informe calcula que el costo total de un kilogramo de plástico a lo largo de la vida es de unos US$150 en los países de renta baja y media, ocho veces más que los 19 dólares/kilogramo de los países de renta alta. Si se comparan sólo los países de renta baja y sus homólogos más ricos, la diferencia de costos se multiplica por 10, ya que los países de renta baja soportan costos de 200 dólares por kilogramo.
Estos costos desiguales tienen implicaciones sustanciales para los países de renta baja y media como Kenia, donde los negociadores se reunirán del 13 al 19 de noviembre para las terceras negociaciones del Tratado Mundial para terminar con la contaminación por plásticos.
“En lugar de resolver la crisis mundial de contaminación por plásticos de la forma más eficiente, el sistema traslada la mayor parte de los costos a quienes están menos preparados para gestionarlos, sin responsabilizar a quienes producen y utilizan los productos en primer lugar”, ha declarado Alice Ruhweza, directora senior de Política, Influencia y Compromiso de WWF Internacional.
Ruhweza agrega que “el informe señala la urgencia de una revisión inmediata del actual sistema del plástico”, el cual concluye que los países de renta baja y media soportan una carga desproporcionadamente elevada de los costes asociados a la contaminación por plásticos como consecuencia directa de tres desigualdades estructurales que refuerzan el actual sistema de plásticos.
Las tres desigualdades
La primera inequidad es que el sistema coloca a los países de ingresos bajos y medios en una situación de desventaja, ya que tienen una influencia mínima sobre qué productos de plástico se fabrican y cómo se diseñan y, sin embargo, a menudo se espera que gestionen estos productos una vez que llegan al final de su vida útil.
La segunda desigualdad es que el ritmo de producción de plástico, sobre todo el de un solo uso, está superando con creces la disponibilidad de recursos técnicos y financieros para su gestión cuando llega al final de su vida útil en los países de ingresos bajos y medios.
La tercera injusticia es que el sistema carece de una forma justa de hacer que los países y las empresas rindan cuentas de su acción, o inacción, sobre la contaminación por plásticos y su impacto en nuestra salud, medio ambiente y economía (por ejemplo, a través de regímenes obligatorios de responsabilidad ampliada del productor en cada uno de los países en los que operan).
“Hacer frente a estas inequidades refuerza la necesidad de garantizar cambios urgentes en los patrones actuales de producción y consumo de plásticos, los que han demostrado ser insostenibles. Necesitamos una transición inclusiva y justa hacia una economía circular, incentivada por un tratado global robusto y vinculante en cuya discusión esperamos que Chile siga impulsando una mayor ambición”, señala Mariann Breu, coordinadora senior de Huella Ecológica de WWF Chile.
Tratado mundial
Establecer y aplicar un tratado mundial de las Naciones Unidas sobre la contaminación por plásticos basado en normas mundiales armonizadas y vinculantes puede ayudarnos a crear un sistema más justo que empodere a los países de ingresos bajos y medios y dé prioridad a las soluciones más eficaces y eficientes.
Un ejemplo de una norma de este tipo sería la regulación de los productos plásticos, polímeros y sustancias químicas de mayor riesgo -aquellos que pueden causar más daño o que tienen más probabilidades de contaminar-, de modo que podamos reducir la carga que soportan los países, especialmente los que tienen menos recursos, en la gestión de los residuos plásticos.
Del mismo modo, la oportunidad de crear normas globales de diseño de productos puede ayudar a garantizar que los productos se diseñen para ser reutilizados y/o reciclados independientemente del país en el que se produzcan o utilicen.
En noviembre, los países se unirán a la tercera de las cinco sesiones de negociación de un tratado mundial para acabar con la contaminación por plásticos. WWF hace un llamado a todos los gobiernos para que acuerden un tratado que incluya:
- Prohibición, eliminación o reducción progresiva de productos de plástico, polímeros y sustancias químicas preocupantes de alto riesgo y que pueden evitarse.
- Requisitos globales para el diseño de productos y sistemas que puedan garantizar una economía circular segura y no tóxica, que priorice la reutilización y las mejoras en el reciclaje.
- Medidas sólidas para apoyar una implementación bien pensada y efectiva que incluya suficiente apoyo financiero y alineación de los flujos financieros públicos y privados, en particular para los países de ingresos bajos y medios.
“Muchas de las opciones incluidas en el primer borrador del tratado tienen un lenguaje sustancialmente más débil y obligaciones menos específicas, lo que hace que sea tentador para los gobiernos volver a los viejos malos hábitos de confiar en la acción nacional o voluntaria en lugar de crear normativas comunes. Pero nuestro informe ha demostrado que confiar en las decisiones individuales de los gobiernos da lugar a un sistema injusto en el que las cargas no sólo se distribuyen de forma desigual, sino que recaen sobre los menos preparados para solucionarlas”, declaró Eirik Lindebjerg, líder de Política Global de Plásticos de WWF Internacional.
“No podemos seguir actuando como si el plástico fuera un producto barato de usar y tirar. Tiene un costo enorme para algunas de las comunidades más vulnerables que no tienen poder para cambiar el sistema. Los países deben aumentar su ambición y concluir un tratado con normas mundiales armonizadas y vinculantes si queremos lograr una cadena de valor del plástico equitativa y un futuro libre de contaminación plástica”, concluye Lindebjerg.