El cambio climático es un fenómeno global que afecta a todo el planeta y a sus habitantes, pero sus efectos no son iguales en todas las zonas, y sus impactos negativos varían de acuerdo a las regiones geográficas. No sólo se puede decir que el cambio climático tiene impactos ambientales, sino que también se presentan impactos económicos, sociales y políticos, especialmente en aquellas zonas donde la vulnerabilidad socio económica es mayor.
La vulnerabilidad al cambio climático tiene que ver con las capacidades actuales de las personas para poder enfrentar o adaptarse a los cambios ambientales provocados por el calentamiento global (Gonda, 2014), es evidente que las personas que viven en condición de pobreza son más vulnerables y son las más afectadas (Jenny Jungehülsing, 2010).
Por otra parte, la desigualdad de género sigue constituyendo un grave obstáculo para el desarrollo humano. Las niñas y las mujeres han progresado mucho desde 1990, pero todavía no han alcanzado una situación de equidad de género. Las desventajas que experimentan las niñas y las mujeres son una causa importante de desigualdad. Con demasiada frecuencia, sufren discriminación en la salud, la educación, la representación política y el mercado de trabajo, entre otros ámbitos, lo que tiene repercusiones negativas para el desarrollo de sus capacidades y su libertad de elección (Development, 2019)
En la asociación de las variables de pobreza y género, se encuentra que un 70% de los pobres en el mundo son mujeres y su vulnerabilidad es acentuada según su raza, el grupo étnico al que pertenecen y su edad (UICN, s.f.).
Los roles tradicionales de las mujeres, sumado a la condición de pobreza, las dejan en desventaja para hacer frente a los retos planteados por el cambio climático.
Por la desigualdad de género existente, algunas mujeres tienen menos posibilidades de acceso y control de los medios de producción como la tierra, el financiamiento, la capacitación o la información, por lo que serán más vulnerables que algunos hombres a los efectos del cambio climático. Podrían perder su fuente de trabajo más fácilmente y tendrían menos facilidad para encontrar medios alternativos y así poder satisfacer sus necesidades y las de sus familias.
Según los datos de las Naciones Unidas y la CIA (Central Intelligence Agency) en el mundo hay actualmente un 50,5 % de hombres y un 49,5 % mujeres, (Saber es práctico, 2020), sin embargo en América Latina, 110 mujeres de entre 20 y 59 años de edad viven en familias rurales pobres por cada 100 hombres en Colombia, y 114 mujeres por cada 100 hombres en Chile, en África subsahariana (Camerún, Malawi, Namibia, Rwanda y Zimbabwe) hay más de 120 mujeres de entre 20 y 59 años de edad que viven en familias pobres por cada 100 hombres. (ONU Mujeres, 2011).
Las mujeres son mayoría entre las comunidades más rurales, (representan los dos tercios de la fuerza de trabajo en los países menos desarrollados), que están expuestas al aumento de la sequía y la desertización, así la desigualdad de género es una causa y un efecto importante del hambre y la pobreza: se estima que el 60 por ciento de las personas con hambre crónica son mujeres y niñas (PMA Política y Estrategia de Género).
Las fuentes de alimento son más escasas en tanto cambia el clima y actualmente, las mujeres son responsables de un 45% de la producción de alimentos para consumo doméstico en Latinoamérica y el Caribe (UICN), dado el conocimiento y la experiencia de las mujeres en el mantenimiento de la biodiversidad por medio de la conservación y domesticación de plantas silvestres comestibles y medicinales es necesaria su participación en la planificación e implementación de las medidas de mitigación y adaptación para enfrentar el cambio climático.
Es una preocupación permanente el promover la igualdad de género y mejorar la participación de las mujeres en las decisiones sobre adaptación y mitigación de la
Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), sin embargo la representación de las mujeres en los organismos de decisión ha sido baja, por ejemplo: en la COP23, las mujeres representaban un 38%, y en la COP25 las mujeres representaban un 33%, por lo que incluso en la CMNUCC, esta lejos de la equidad entre géneros (El Boletín, 2020). Este fue un tema a analizar en la pasada COP25 y se llegó a un consenso, lo que significó la aprobación del Pacto de Acción de Género, el que reconoce y otorga atribuciones al rol de la mujer frente a la crisis climática, lo que busca es un mayor acceso a las mujeres a cargos relevancia en la toma de decisiones en materias medioambientales (Hoffman, 2019). En concreto, se acordaron medidas a desarrollar como equilibrio de género, participación y liderazgo de la mujer. No solo considerando tener una mayor representación, sino también dejar explícito que el cambio climático afecta de manera diferente a hombres y mujeres (González, 2017).
Hombres y mujeres tienen diferentes necesidades, prioridades y posibilidades a la hora de mitigar los efectos negativos del cambio climático y adaptarse a él.
Las acciones y las políticas sobre el cambio climático serían más efectivas si tuvieran en consideración los aspectos de género
Es necesario considerar la perspectiva de género en las medidas de mitigación y de adaptación, de modo que hombres y mujeres contribuyan por igual con nuevas propuestas que fomenten la igualdad de género y el desarrollo sostenible.