Sin duda alguna, las organizaciones que se preocupan de la recuperación de residuos para transformarlos en nueva materia prima, y contribuir así a la economía circular, han tenido que recibir por décadas materiales usados como el aceite mineral o vegetal, materiales orgánicos provenientes de los desechos, rechazos y descartes animales o vegetales que expelen naturalmente olores. Por ello, esta industria ha estado educando a los generadores de residuos para que entreguen en forma oportuna y separada sus desechos, disminuyendo así una eventual descomposición en el sitio de generación y posterior traslado a destinatarios autorizados. Lo importante es lograr un positivo impacto a la sociedad al reincorporar recursos a la economía circular sin episodios temporales en el manejo de olores.
Ahora bien, es importante empatizar con estas empresas, héroes para la economía circular, sobre el proceso industrial de reciclaje o compostaje que tienen que efectuar. Cada tratamiento de residuo requiere entender que posee externalidades propias y características del proceso que producen hedores. Indudablemente, las organizaciones que tratan desechos buscan mitigar estos olores a través de la incorporación de tecnologías de alta gama, sin embargo, es importante que estos esfuerzos sean reconocidos en la adquisición de los servicios cobrados por la transformación. Es deseable que el esmero por devolver recursos a la economía sea valorado por quién genera el residuo y no sólo por quien lo gestiona. Absorber los costos ambientales con un correcto proceso requiere que se retribuya justamente el servicio.
La industria del reciclaje ha evolucionado desde el emprendimiento hacia la pequeña empresa, y con mucha insistencia, a medianas y luego grandes empresas. Históricamente han liderado un gran desafío, sin embargo, se les ha aplicado regulaciones estándares sin reconocer que son el eslabón clave para transformar la aparente basura a positiva materia prima.
Me alegra el extraordinario avance logrado en el tratamiento de aguas, puesto el impacto positivo para la recuperación de este elemento esencial es mil veces superior a la emisión de sus emanaciones naturales que provoca. Con lo anterior no quiero expresar que los olores no sean una preocupación, que por cierto, se han ido mitigando y controlando a través del tiempo, pero es relevante comprender que son parte de la naturaleza del valioso proceso.
Siguiendo la misma línea, los residuos orgánicos domiciliarios o los de la industria agroalimentaria que son posibles de recuperar mediante el compostaje industrial, producen aromas naturales en su almacenamiento temporal en el punto de generación, en su transporte y en su tratamiento, el que luego de ser transformados a una nueva tierra enriquecida, el olor es 100% mitigado. Se produce el milagro y la creación de un recurso único para evitar la extracción de los recursos naturales.
En ese sentido, llamo a repensar la regulación de olores entendiendo las características de la industria del reciclaje y compostaje. Se necesita comprender que el impacto global del proceso, siendo positivo, puede tener eventualmente un efecto de emanación característico, mitigable y temporal durante su acopio, separación, valorización y transformación.
Me pregunto: si las organizaciones para la transformación y recuperación de recursos usados son vitales para la economía circular, ¿por qué no se les crea un programa de apoyo para mejorar e invertir en tecnologías?. Sabemos que esta industria esencial será un gran generador de empleos en el futuro, un gran aporte para el medio ambiente, y por ende, un mayor bienestar para las personas.
El trabajo coordinado de comunidades, empresas, autoridades legislativas y locales con la industria del reciclaje deben considerar la importancia de hacerse cargo de sus residuos, características del proceso y su apropiado tratamiento. Necesitamos levantar a las organizaciones preocupadas por recuperar materiales usados y desechados por sobre los vertederos y rellenos sanitarios que solo se ocupan de eliminar un recurso valioso.