Los comienzos de la gestión del control de ruido ambiental tuvieron como base instrumentos reactivos, en donde a partir de una denuncia ciudadana el Estado activó sus instancias de control, fiscalización y sanción.
Este es el caso, por ejemplo, de la regulación de fuentes fijas de ruido, las cuales son actividades productivas o recreacionales emplazadas en un lugar fijo, que ante una denuncia se fiscaliza mediante mediciones de niveles de ruido. Otro ejemplo son las conductas ruidosas, como las fiestas en casa, las cuales ante un llamado a Carabineros, éstos actúan constatando la falta, sin mediciones, y un juzgado de policía local estableciendo multas de acuerdo a lo establecido en ordenanzas municipales.
Sin embargo, la Ley de Bases del Medio Ambiente comenzó incorporando el concepto de prevención al establecer el Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental, sistema por el cual un sin número de proyectos deben demostrar, mediante proyecciones, el cumplimiento de la normativa ambiental, entre ellas la de ruido. Y fue en este instrumento de gestión ambiental en el cual apareció la necesidad de monitorear el ruido. ¿Para qué? Para poder hacer un seguimiento de los niveles de ruido exigidos como compromisos ambientales, establecidos en la Resoluciones de Calificación Ambiental de cada proyecto.
Ahí nace otro de los reconocimientos de acción de la gestión ambiental, cual es monitorear el ruido con el fin de analizar el comportamiento del contaminante ruido de forma continua en un periodo determinado.
En ese sentido ¿cuál es la utilidad de monitorear el ruido de una ciudad? Ciertamente tener el comportamiento temporal del ruido ambiental a nivel ciudad. Podremos conocer el ciclo diario semanal, a qué hora despierta la ciudad, comienza la actividad, y cuáles son los horarios de menor actividad o a qué hora duerme la ciudad. Establecer tendencias de zonas que permanecen con altos niveles de ruido o zonas prioritarias (de silencio, por ejemplo). También podremos saber cómo varían los niveles durante un fin de semana, o un festivo, o incluso algo tan excepcional como los niveles que se generan durante la celebración de Año Nuevo. Es decir, el mayor valor de monitorear, es la información.
Desde ese punto de vista se hace necesario que la comunidad este en conocimiento de estos niveles de ruido a los que estamos expuestos. En términos de gestión del control del ruido, la población cumple un rol fundamental, pues es parte de la cadena, tanto como receptor, pero también como fuente de ruido. Un ejemplo claro, es el uso indiscriminado de la bocina.
Además, el monitorear el ruido ambiental nos permite pensar en nuevos instrumentos de gestión, tal como una necesaria norma primaria de calidad de ruido ambiental. Al respecto, desde noviembre de 2018 el Ministerio del Medio Ambiente cuenta con la primera Red de Monitoreo de Ruido Ambiental, una iniciativa pionera en Latinoamérica que mide en siete puntos estratégicos de la ciudad de Santiago, y que pretende ser un primer acercamiento al análisis de una futura norma de calidad.
Preliminarmente, las estaciones ubicadas en zonas cercanas a vías con transporte público presentan niveles de ruido similares, no así la única estación ubicada en una zona exclusivamente residencial. ¿Qué nos dice eso de una futura regulación de calidad ambiental? Lo importante en este sentido puede no ser esa pregunta específica, sino que sin la existencia de una red de monitoreo hubiera sido complejo hacerse esos cuestionamientos y muchos otros más.
De una cosa si podemos estar seguros: lo que no se mide, no se controla, y tenemos que desarrollar políticas públicas en base a la evidencia.
Red de Monitoreo de Ruido Ambiental disponible en https://ruido.mma.gob.cl/