Estudio desde la mirada socio-ecológica sobre el castor en la Patagonia detalla su impacto más allá de la biodiversidad

Cristóbal Pizarro, investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB, y de la Universidad de Concepción, lideró un estudio sobre la historia de este roedor semiacuático. El análisis del caso del castor reconceptualiza las invasiones biológicas como un fenómeno socio-ecológico.

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Las especies exóticas invasoras, tanto plantas como animales, constituyen una amenaza para los ecosistemas. Sin embargo, la mayoría de los estudios y conocimiento sobre este fenómeno, han sido desarrollados desde la perspectiva ecológica, desconociéndose en gran medida las repercusiones sociales, culturales y económicas de la introducción de especies en nuevos territorios. Un caso emblemático en Chile es el castor norteamericano (Castor canadensis), roedor semiacuático que fue introducido desde Canadá a Tierra del Fuego en 1947, para fomentar la industria peletera. 

Esta decisión comercial trajo consecuencias negativas para la Patagonia, ya que los castores, al no tener depredadores naturales, se multiplicaron considerablemente, alterando y dañando los bosques nativos y zonas ribereñas. La manera en que cambian el paisaje es tan drástica, que se los ha llamado “ingenieros ecosistémicos”. 

Dichos animales fueron foco de un reciente estudio desarrollado por Cristóbal Pizarro, investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad y de la Universidad de Concepción, y Christopher Anderson, científico experto en evaluación de valores IPBES (Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas). Este trabajo -publicado en el libro “Mamíferos introducidos invasores de Argentina”-, analizó el caso del castor para entender cómo el abordaje socio-ecológico puede ayudar al manejo de las invasiones biológicas, y contribuir a la toma de decisiones y políticas públicas. 

“El caso del castor es bien particular, un mamífero que fue trasladado de un hemisferio a otro y se introdujo en la Patagonia hace más de 60 años, pasando desapercibido por investigadores y encargados de recursos naturales de Chile y Argentina. La especie no tuvo ninguna medida de identificación, mitigación ni control por mucho tiempo. Y por tanto, se estableció de manera libre en un lugar donde no tenía depredadores”, explica Cristóbal Pizarro, también director del Laboratorio de Estudios del Antropoceno, de la UDEC.

Paradigmas científicos 

Para analizar la introducción y presencia del castor en Patagonia desde la mirada socio-ecológica, los investigadores evaluaron de qué manera el ser humano estaba siendo considerado en los paradigmas científicos. 

En ese contexto, el artículo estableció que las especies introducidas e invasoras, han sido analizadas principalmente desde la ecología, “cuya conceptualización de la naturaleza ha excluido, en gran parte de su historia, a los seres humanos”.

El científico del IEB, señala que a partir de la década de 1990 las especies exóticas invasoras comienzan a ser consideradas como un problema ambiental y un tema de investigación relevante para la conservación biológica. Asimismo, en esos años también se empieza de forma incipiente a ver al ser humano como una amenaza, y a partir del siglo XXI se considera la presencia y acción humana como un factor clave en los cambios drásticos sobre el planeta. 

“Comprendimos que en la historia del castor este animal no sólo fue y es un problema ambiental que afecta a la biodiversidad y ecosistemas nativos de Patagonia. También vimos que en esta historia había aspectos importantes vinculados al ser humano, que tenían que ver con los tomadores de decisiones de esa época. Se trajo a estos mamíferos en un vuelo casi imposible desde Canadá hasta Tierra del Fuego. Y después hubo un intento de actividad industrial, la peletería, y que por distintas razones, entre ellas, la disminución del uso de pieles para el vestuario, terminó decayendo”, explica Cristóbal Pizarro. 

Nuevos abordajes y propuestas 

En respuesta a este escenario, los autores del trabajo abordan la importancia de un paradigma emergente, que considera a los seres humanos como co-participantes. “Esta última conceptualización de la relación humano-naturaleza sería congruente con los cambios sociales y culturales relacionados con la interculturalidad de las sociedades globalizadas y la expansión de la influencia humana sobre la biosfera en el Antropoceno”, se menciona en el artículo. 

Al respecto, Cristóbal Pizarro señala que este abordaje “tiene escaso desarrollo”, pero que debido a su importancia debiera ser mucho más nutrido a través de nuevos estudios y líneas de trabajo que involucren a las ciencias sociales.

“En esta visión de seres humanos como co-participantes del sistema, encontramos varios valores de la naturaleza que son relevantes como motores para la toma de decisiones y políticas públicas, que apuntan a la conservación de ecosistemas. Por ejemplo, se reconoce a las comunidades que tienen un manejo particular de sus territorios y que también existen diferencias de poder entre los actores que impactan en el medioambiente y bienestar de las personas. Asimismo, se entiende que los seres humanos somos parte de los lugares y territorios que habitamos”, asegura el director del Laboratorio de Estudios del Antropoceno.

Finalmente, el estudio considera la elaboración de tres propuestas para avanzar en la reconceptualización de las invasiones biológicas. El primer paso contempla construir una agenda de investigación transdisciplinaria. Segundo, crear comunidades de conocimiento con académicos, tomadores de decisiones y una variedad de actores sociales. Y en tercer lugar, se promueve incluir la enseñanza de la historia y filosofía ambiental como herramienta crítica de las ciencias naturales, a fin de formar a una nueva generación de investigadores y gestores de recursos naturales, capaces de generar estrategias de manejo más efectivas. 

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