De acuerdo al último informe publicado por Naciones Unidas (ONU) del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por su sigla en inglés), se establece que es la humanidad la que “ha calentado la atmósfera, el océano y la tierra, lo que ha generado cambios generalizados y rápidos en el planeta”. Junto con ello, los científicos alertaron sobre el panorama mundial para los próximos 10 años, indicando que si no se pone fin inmediato al uso del carbón y las energías fósiles así como el disminuir las emisiones de metano y tomar medidas más drásticas, los eventos climáticos extremos, incluidas las olas de calor, las fuertes lluvias y las sequías, serán cada vez más generalizadas, más rápidas y más graves. En ese contexto, los expertos advierten que el incremento de la temperatura se mantendrá hasta al menos la mitad del siglo XXI y a partir de entonces, las cosas se pondrán peor, superando la meta de que el calentamiento quede entre los 1,5 y 2 grados, a menos que se produzcan reducciones profundas en las emisiones de CO₂ y otros Gases de Efecto Invernadero (GEI).
Sin duda, el avance del Sexto Informe de Evaluación (AR6) del IPCC es lapidario para el planeta, nuestro país y nuestra región, y nos mueve a no solo revisar los planes y programas que como ministerio estamos impulsando para combatir el cambio climático, si no a darle la celeridad que nuestra nación necesita para hacerle frente a uno de los efectos más inmediatos que tenemos hoy en nuestra región, esto es, la escasez hídrica que se agudizó por la falta de precipitaciones y la sequía de la última década.
Ya el Panel de expertos del IPCC hace unos años había dado luces de lo que se venía para el planeta, a través de la investigación: «Cambio Climático y Tierra», documento que tenía un capítulo especial sobre Chile y donde se afirmaba que la erosión del suelo afectaba fuertemente la Zona Central del país, entre Coquimbo y O’Higgins, y que esta desertificación no solo tenía relación con los factores climáticos, si no que en gran medida se debía al mal manejo de la tierra producto de la sobreexplotación del terreno y el que no se contara con medidas de restauración y mitigación.
Lamentablemente sabemos que el proceso de desertificación no solo provoca graves signos de erosión y pérdida de aptitud productiva en la tierra, sino que afecta también la riqueza de las especies que la habitan porque se pierde la biodiversidad y se debilitan los ecosistemas.
Por ello, este Informe de la ONU -en el que trabajaron 234 expertos de 66 países, incluido Chile, y se revisaron más de 14.000 artículos- nos viene a ratificar que la sequía actual del país es la más grave que hemos tenido en los últimos siglos porque se produce tras un período de 13 años secos consecutivos con cerca de un 80% de déficit de precipitaciones en la Región Metropolitana, y que se agudizará si continúan los deshielos y la pérdida de volumen de los glaciares en la Cordillera de Los Andes, ya que esto causará reducciones en el caudal de los ríos.
No obstante, las autoridades del MOP han asegurado el abastecimiento de agua para el consumo humano en la Región Metropolitana, dado que el Embalse El Yeso -ubicado en la comuna de San José de Maipo- cuenta con un volumen acumulado histórico gracias a las medidas de emergencia que se han implementado en el último tiempo.
Por otra parte, si bien ya se han tomado algunas medidas en Chile como decretar escasez hídrica en aquellas zonas donde existe una extraordinaria sequía, sabemos que no es suficiente dado que el proceso de desertificación no solo está relacionado a la falta de precipitaciones, si no que también incide el uso y manejo de los recursos hídricos.
Por ello, liderados por el delegado presidencial Regional Metropolitano, Felipe Guevara, reactivamos -junto a otras seremis y actores relevantes- la Mesa del Agua para encontrar las soluciones más inmediatas a esta crisis hídrica, e ir en ayuda de aquéllas comunas que más lo necesitan, manteniendo la línea de colaboración establecida con los regantes del río Maipo, y organizaciones sociales que nos permitan advertir y educar a las comunidades la condición de escasez hídrica que afecta a Chile e impulsar un uso más eficiente y responsable del agua entre los ciudadanos.
Actualmente, de las 104 comunas en Chile que están bajo el decreto de escasez hídrica, 23 corresponden a la Región Metropolitana, las que fueron calificadas según criterios hidrometeorológicos, es decir, tomando los datos de precipitación, caudales de ríos, volúmenes de embalses y condiciones de los acuíferos. Son 13.865 km2 y 255.637 las personas afectadas.
Sabemos que hoy la incertidumbre que genera la escasez de agua en Chile y la urgencia de actuar pronto para alcanzar la seguridad hídrica, es una tarea en la que no solo nosotros nos hemos embarcado en estos años. Ya en el 2016 -bajo la coordinación de Fundación Chile, Fundación Futuro Latinoamericano y Fundación Avina- se creó la iniciativa Escenarios Hídricos de Chile (2030-2050) cuyo propósito era alcanzar la seguridad y sustentabilidad hídrica para el país al 2050.
La propuesta se basaba en un nuevo modelo de gestión hídrica para el país, como un camino viable para lograr un escenario sustentable y que se iniciaba con la Transición Hídrica, modelo de desarrollo de cuatro ejes: gestión e institucionalidad del agua; protección y conservación de nuestros ecosistemas hídricos, eficiencia y uso estratégico del recurso, migración e incorporación de nuevas fuentes de agua.
Sin lugar a dudas, esta propuesta dio los primeros atisbos respecto de la gestión del recurso y la necesidad de usar un enfoque integral para abordar el problema. Sabemos hoy que debemos contar con una política hídrica integral donde la colaboración entre los distintos actores es fundamental para evitar la competencia en la priorización del uso del recurso, entendiendo que existe un derecho fundamental del ser humano en su utilización, pero sin dejar de lado las soluciones que entreguen seguridad hídrica a todos los actores de la cuenca para el desarrollo de sus actividades.
Otro elemento que no debemos olvidar, y que sin duda es un actor muy relevante, es el medio ambiente. Uno de los efectos del cambio climático ha sido la alteración de los ciclos hidrológicos de los ríos, humedales, aguas subterráneas, turberas, entre otros. Por ello, resulta fundamental -a la hora de pensar en un modelo de gestión hídrica integral- en que éste debe incluir la protección y conservación de los glaciares y acuíferos como parte de nuestros ecosistemas hídricos. Tenemos que ser capaces de conciliar los usos del recurso con un sistema de eficiencia hídrica que permita innovar los sistemas de riego e incorporar nuevas fuentes de agua, mediante el reúso de aguas servidas tratadas, recarga artificial de acuíferos, desalación con usos multipropósito, entre otros.
Y para ello, como lo ha indicado la ministra del Medio Ambiente, Carolina Schmidt, tenemos que aprender a incorporar la realidad del cambio climático en todas las políticas públicas y actividades del país, con un foco muy especial en el agua y la desertificación de nuestro territorio que es donde el fenómeno ha golpeado fuertemente. En esta adaptación debemos también incluir acciones que promuevan conductas responsables de los ciudadanos, porque la única manera de hacer frente a esta escasez hídrica es con la concurrencia de todos los habitantes del país, solo en conjunto podremos conservar este vital elemento.