La Organización Mundial de las Naciones Unidas (ONU) eligió este año la «Revitalización» como acción colectiva para el Día de los Océanos y desde la Asociación Latinoamericana de Desalación y Reúso de Agua (ALADYR) aseguran que la primera medida de protección a los océanos pasa por intensificar reúso aguas residuales para dejar de verter contaminantes en las cuencas.
Esto, en el contexto de que una de las grandes amenazas a los ecosistemas marinos tiene que ver con las descargas de aguas residuales sin tratar que, según un estudio reciente, aportan 6.2 toneladas anuales de nitrógeno a las zonas costeras del mundo, lo que causa la proliferación tóxica de algas, eutrofización y zonas muertas.
A esto se suma que más de 8 toneladas de plástico van a parar al mar todos los años y que, de acuerdo a un estudio de la agencia científica nacional de Australia CSIRO, el lecho marino ya concentra más de 14 millones de toneladas de microplásticos, lo que supone 35 veces más de lo que se cree que flota en la superficie y podrían tener grandes consecuencias ambientales.
Según el Banco Mundial, América Latina trata menos del 30% de las aguas residuales que produce y añadieron que, en la mayoría de los casos, las plantas de tratamiento no remueven contaminantes capaces de alterar el sistema endocrino de la fauna acuática.
Destacaron que desde hace más de cinco años el Programa Mundial de la UNESCO para la Evaluación de los Recurso Hídricos, reconoce a las aguas residuales como un “recurso desaprovechado” incentivando a su revalorización mediante las tecnologías de tratamiento. Asimismo, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente también apunta que la reutilización de los desechos, una vez tratados adecuadamente, podría ayudar a reducir la dependencia de fertilizantes agrícolas, abordar la seguridad del agua dulce y proporcionar fuentes de energía renovable.
Juan Miguel Pinto, presidente de ALADYR, declaró que el escenario ideal es aquel donde no se permite que agua llegue al mar, sino que esta, una vez usada, sea tratada para diversos fines como el industrial, agrícola o para la recarga de acuíferos y que, de esta manera, se reducen tanto el impacto sobre el océano como la extracción de las fuentes de agua dulce sobreexplotadas.
Detalló que la región cuenta con legislaciones, decretos y normativas en países como Chile, Perú, México y Colombia que permiten el aprovechamiento agrícola de las aguas residuales tratadas ciñéndose a las guías de las Organización Mundial de la Salud, pero que aún existen pocos casos de aplicación por falta de difusión del tema y convergencia de esfuerzos.
Océanos potables
Pinto enfatizó que la costa latinoamericana debe permanecer limpia porque será una de las principales fuentes de agua dulce del futuro, para referirse al crecimiento de la desalinización de agua de mar como fuente potable.
Cabe destacar que en el mundo ya existen más de 300 millones de personas que dependen de esta tecnología para su abastecimiento y que en Latinoamérica será cada vez más frecuente ver ciudades que dependan de la desalinización para satisfacer sus necesidades potables como Tocopilla en Antofagasta, la primera de la región con más de 20 mil habitantes cuyo suministro proviene exclusivamente del mar.
Además, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en los últimos años, América Latina y el Caribe (ALC) se convirtieron en uno de los mayores mercados emergentes de desalinización con un importante impulso desde 2020 con proyectos de potabilización en ciudades como Antofagasta, Lima (Perú) y Fortaleza (Brasil).
“Ya no se trata de una distopía futurista, sino que es una realidad. El cambio climático, la industrialización y el crecimiento poblacional nos están llevando a depender del mar en mayor medida para el abastecimiento de agua dulce. Afortunadamente la tecnología ha madurado lo suficiente para ser ambientalmente inocua y económicamente viable”, opinó Pinto.
El presidente de la organización gremial indicó que a pesar de la disidencia a la desalinización existen, estudios regionales y de otras partes del mundo en los que se da cuenta de que no existe un impacto cuantificable de la desalinización en el lecho marino a causa de la descarga de la salmuera y que si realmente se quiere proteger el mar es evitando que las aguas residuales lleguen al él libremente como sucede en su mayoría y no frenando los avances de la desalación.
Pinto además destacó que el sector privado está cada vez más comprometido con el uso sostenible del agua, incorporando iniciativas que permiten la economía del recurso, su reúso y tratamiento. “Una de las medidas más recientes es WATER POSITIVE… en el mejor escenario todas las empresas deberían acoplar tecnologías de tratamiento de agua y efluentes y procurar retornar a las cuencas igual o mayor cantidad de agua de la que emplearon y en óptimas condiciones”.
Especificó que el mar potable es una realidad cercana para “muchos” habitantes de los centros urbanos costeros porque los costos así lo permiten. Haciéndose de información recabada de las prestadoras de servicios de varios países de Latinoamérica, Pinto estimó que el precio promedio del metro cúbico para uso residencial es de 0.61 dólares. También calculó que la media de consumo en la región es de 6.1 m3 por persona al mes. Por tanto, el costo mensual del suministro de agua potable proveniente de la desalinización de agua de mar sería de 7.4 dólares por persona salvando las diferencias por el bombeo y transporte. “El costo sería el equivalente al de comprar 08 botellas de 1.5 litros de agua de una marca de consumo regular en Chile”.