Cooperación transfronteriza para mejorar la disponibilidad del agua del mundo

Expertos señalan que la cooperación transfronteriza en materia de aguas puede reducir algunas de las dificultades que se están presentando a escala mundial, como tensiones políticas, conflictos diplomáticos, y a otros objetivos de asuntos exteriores.

El suministro de agua y la pobreza están estrechamente relacionados: sin agua no puede haber desarrollo; sin desarrollo no se puede erradicar la pobreza. Actualmente, miles de millones de personas alrededor de todo el mundo viven sin agua potable, aun cuando el acceso a este servicio ha sido reconocido como un derecho humano desde hace mucho tiempo.

Y es así como, a medida que pasan los años, la demanda y competencia por el agua disponible a nivel global aumenta cada vez más, lo que ha originado que tanto la calidad como la cantidad de esta misma vaya disminuyendo.

Pablo García-Chevesich, experto en agua en Unesco.

Pablo García-Chevesich, experto en agua de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), reflexiona acerca de la alarmante situación a nivel mundial, en donde “cuatro mil millones de personas (casi 2/3 de la población mundial) son afectadas por escasez hídrica extrema durante alguna época del año, incluso en países con abundancia en recursos hídricos, lo cual se explica que el problema principal es casi siempre la mala gestión del recurso”.

Entre los países más afectados, el experto menciona a Australia, India, Estados Unidos y China, y explica que, por lejos, el continente más afectado es África, “no sólo por la escasez de lluvias, sino más bien por la falta de infraestructura (una mujer en dicho continente camina en promedio seis km diarios para obtener agua), con Madagascar y Zimbabwe, atravesando ya una crisis agroalimentaria (no hay agua para producir los alimentos suficientes como para alimentar a su propia población), por dar solo ejemplos.”

Junto con este, Europa es otro continente fuertemente afectado, el cual atraviesa actualmente la peor sequía de su historia. Por su parte, dentro de América Latina, García-Chevesich sostiene que “Argentina y Uruguay ya atraviesan una crisis agroalimentaria; Brasil y México sufren la peor sequía de su historia; Perú continúa expandiendo su consumo, mientras sus glaciares se derriten y cada año más gente se queda sin acceso al agua; y Bolivia declaró la sequía como desastre nacional”.

El panorama en Chile no es mejor. De hecho, el experto puntualiza que nuestro país “lidera entre las naciones con peores proyecciones. Problemas en común: horizontes de trabajo negativo, pésima planificación territorial, incremento excesivo del consumo, conflictos por el agua, falta de cultura del agua, contaminación de los pocos recursos hídricos que quedan, y decisiones políticas no avaladas por la ciencia”.

Raúl Cordero, experto en cambio climático y energías renovables.

Asimismo, el académico de la Universidad de Santiago de Chile (USACh) y experto en cambio climático y energías renovables, Raúl Cordero, añade otro factor en esta crisis: “La caída de las precipitaciones en la zona central ha aumentado el estrés hídrico (esto quiere decir, cuando la demanda de agua es más alta que la cantidad disponible, o cuando su uso se ve restringido por su baja calidad), agudizando la conflictividad social en torno a un recurso cada vez más escaso”, puntualizando que, además, “algunas zonas del mundo, incluido Chile, están perdiendo precipitaciones y experimentando un alza considerable en la frecuencia con la que se registran sequías”.

Conferencia de las Naciones Unidas

Tras este negativo escenario, es que este año se desarrolla el Plan de Acción de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Agua con el tema principal de “Revisión Integral de Medio Término de la Implementación de los Objetivos del Decenio Internacional para la Acción, Agua para el Desarrollo Sostenible, 2018-2028”, y su objetivo clave es lograr los objetivos y metas relacionados con el agua acordados internacionalmente, incluidos los contenidos en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible:

  1. Agua para la salud: acceso a agua potable, higiene y saneamiento.
  2. Agua para el desarrollo: valoración del agua, el nexo agua-energía-alimentos y el desarrollo económico y urbano sostenible.
  3. Agua para el clima, la resiliencia y el medio ambiente: origen del mar, biodiversidad, clima, resiliencia y RRD.
  4. Agua para la cooperación: cooperación transfronteriza e internacional en materia de agua, cooperación intersectorial y agua en la Agenda 2030.
  5. Década de Acción del Agua: acelerar la implementación de los objetivos de la Década, incluso a través del Plan de Acción del Secretario General de las Naciones Unidas.

Agua para la cooperación

Sobre el cuarto punto (cooperación transfronteriza e internacional en materia de agua), con el compromiso de agilizar y facilitar la generación de acuerdos entre países, su objetivo principal es proteger ecosistemas en países que comparten cuerpos de agua y gestionar la cantidad y calidad del agua. Esto podría solucionar uno de los que, según el experto García-Chevesich, serían uno de los problemas principales en la situación del agua actualmente: la mala gestión del recurso, la cual puede prevenirse a través del diálogo y la negociación.

Es una condición previa del desarrollo sostenible, la paz y la estabilidad, crea interdependencias políticas, sociales, económicas y ambientales, reclusión, que para el especialista parece “muy adecuado y prudente, aunque debió haberse iniciado hace una década, cuando comenzaron a incrementar significativamente los problemas a nivel global”.

Para llevar a cabo esta cooperación, se pueden establecer distintos mecanismos de apoyo entre países, incluyendo la creación de grupos técnicos de trabajo, declaraciones de interés político, firma de diferentes acuerdos y tratados sobre temas específicos (agricultura, agua potable) o programas de cooperación y gestión sostenible transfronteriza.

¿Por qué es tan importante?

Según un informe del 2021 de las Naciones Unidas y UNESCO, “Avances en la cooperación en materia de aguas transfronterizas”, las aguas transfronterizas representan el 60% de los flujos mundiales de agua dulce, y 153 países tienen territorios ubicados en al menos una de las 286 cuencas fluviales y lacustres transfronterizas, o en uno de los 592 sistemas acuíferos transfronterizos. Por lo tanto, para garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y del saneamiento, al mismo tiempo que mantienen ecosistemas saludables, los países deben considerar cómo gestionar tanto la calidad como la cantidad del agua que se origina o fluye en su territorio o hacia el territorio de otro país.

La cooperación en aguas transfronterizas juega un papel clave en la gestión de los impactos del cambio climático, los cuales ejercen una presión considerable sobre las aguas transfronterizas en todo el mundo. Los acuerdos cooperativos de las cuencas transfronterizas pueden adaptarse de manera más efectiva a los factores del cambio, por ejemplo, mediante el intercambio de datos y la ampliación del espacio de planificación, lo que a su vez puede ayudar a promover la estabilidad política y el desarrollo regional sostenible. Por el contrario, la falta de cooperación puede dar lugar a medidas de adaptación unilaterales que afecten los recursos hídricos y las opciones de adaptación de los países que comparten un río, lago o acuífero en particular.

La experiencia en estos planes llevados a cabo demuestra que los arreglos operacionales de cooperación en materia de aguas transfronterizas que priorizan las soluciones basadas en la naturaleza pueden generar muchos beneficios y reducir algunas de las dificultades que se están presentando a escala mundial, como las tensiones políticas y otros objetivos de asuntos exteriores.

Ejemplos de aquello están concentrados en los continentes de Asia y África, y un buen ejemplo de cooperación en esta zona es la cuenca del río Mekong, en donde países de su sección más baja como Camboya, Laos, Tailandia y Vietnam cooperan en conformidad con el Acuerdo del Mekong de 1995. Durante décadas, la relación entre estos países ha sido difícil, y se ha visto aún más complicada por los conflictos entre las superpotencias. En este escenario, la cooperación en materia de aguas transfronterizas en la cuenca del Mekong ha demostrado ser un importante factor de estabilidad, aportando considerables beneficios económicos, tanto directos, mediante concatenaciones progresivas, como indirectos, mediante la disminución de las tensiones.

Así mismo ocurre con el río Sava, uno de los que fue el río nacional más grande de la antigua Yugoslavia, y el cual, tras cambios políticos entre que arrasaron la región a principios de los años 90, se convirtió en un río internacional y significó un factor. En 2006 la Comisión Internacional de la Cuenca del Río Sava comenzó a trabajar para la implementación del Acuerdo Marco, el cual ha traído avances significativos de cooperación, tales como la preparación conjunta del Plan de Gestión de la Cuenca del Río Sava y su programa de medidas, el intercambio de datos hidrológicos y meteorológicos, etc. La gestión del agua después del conflicto sirvió, por lo tanto, como punto de partida para el restablecimiento de la confianza y de la cooperación en la región.

Beneficios

Acerca de sus beneficios, a nivel global, “lo que busca (fundamentalmente) es minimizar la aparición de conflictos por el agua, los cuales podrían llevar a problemas diplomáticos entre naciones, o incluso guerras (las guerras por el agua ya existen)”, explica García-Chevesich. Pero más allá de la gestión de los recursos hídricos, se contribuye a otros Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Siguiendo los datos de la UNESCO y las Naciones Unidas, los desafíos mundiales a los que se contribuye con estos arreglos operacionales son: mitigación de la pobreza (1), seguridad alimentaria (2), salud y bienestar (3), energía limpia (7), cambio climático (13), protección de los ecosistemas marinos y terrestres (14 y 15), y paz y seguridad (16).

¿Pero para quiénes aplica este plan?

El climatólogo Raúl Cordero explica que “la cooperación transfronteriza aplica para países que comparten ríos, es decir, en el caso de afluentes internacionales. Funciona bien en Europa, y en algunos países latinoamericanos que comparten por ejemplo el río Paraná”.

¿Y qué pasa con Chile?          

“Chile no comparte ningún río relevante con ningún vecino, así que la cooperación transfronteriza en materia de aguas en el caso de Chile sólo es relevante a nivel de nicho para algunas comunidades rurales en el altiplano del desierto de Atacama”; explica Cordero, agregando que “a nivel nacional, ya ha habido conflictos por el agua con Bolivia y Argentina, aunque estos no se ven como una amenaza en las relaciones diplomáticas”.

En este escenario resalta el caso Silala. En 2016, Chile presentó una demanda en contra de Bolivia ante la Corte Internacional de Justicia, en donde solicitó cuatro cosas: declarar al río Silala como curso de agua internacional; aplicar la regla del uso compartido, equitativo y razonable; establecer que Chile cumple con esa regla de uso; y que Bolivia puede usar las aguas del Silala, pero tiene que notificar al gobierno de Chile y no perjudicar al país.

Por su parte, Bolivia aseguró tres puntos en su contrademanda que: el Silala es un río internacional; un porcentaje de las aguas que cruzan a Chile, lo hacen a través de un cauce artificial; y que, por esto, Chile recibe cerca de un 30% más de las aguas que llegaría de manera natural (porcentaje por el que Bolivia exige que Chile pague).

Finalmente, la Corte Internacional de Justicia de La Haya, declaró al Silala como río internacional, y resolvió que Chile no tiene que compensar a Bolivia por el uso de sus aguas.

Avances en América Latina y el Caribe

Según el informe Avances en la cooperación en materia de aguas transfronterizas publicado por la Unesco en el 2021, de los 33 países que conforman la región de América Latina y el Caribe, 22 comparten cursos de agua, lagos y acuíferos transfronterizos.

Las aguas transfronterizas en esta zona varían en tamaña, desde los grandes ríos compartidos por varios países, como el Amazonas (Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana y Perú), el Orinoco (Colombia, Guyana y Venezuela) y el Río de la Plata (Argentina, Bolivia, Brasil y Paraguay), hasta el Sistema Acuífero Guaraní (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), y las numerosas cuencas de menor tamaño compartidas entre dos o más países.

De los 22 países de América Latina y el Caribe que comparten aguas transfronterizas, todos comparten cuencas fluviales y lacustres, y de estos, 14 presentaron respuestas durante el primer ejercicio de seguimiento, cifra que ascendió a 21 en la segunda ronda de presentación de informes.

Basado en estos datos, se demuestra que la mayoría de los países presentan una baja cobertura de arreglos operacionales. Por ejemplo, en 10 países, la superficie de cuencas fluviales y lacustres transfronterizas cubiertas por arreglos operacionales no alcanza el 10%, y solo en cuatro países (Argentina, Brasil, Ecuador y Paraguay), al menos el 90% de la superficie de cuencas fluviales y lacustres transfronterizas es objeto de este tipo de arreglos.

Sin embargo, para garantizar que de aquí a 2030 todas las cuencas fluviales y lacustres transfronterizas del continente estén cubiertas por arreglos operacionales, será necesario realizar grandes esfuerzos.

Estos bajos niveles de cobertura de los arreglos operacionales dentro de las cuencas fluviales y lacustres de América Latina y el Caribe, además influyen en los niveles de cobertura de los acuíferos transfronterizos. El número de países que no informan sobre acuíferos es alto en comparación con otras regiones, lo cual implica la necesidad de trabajar con los países en actividades futuras.

En su mensaje de video para el Año Internacional de la Cooperación en la Esfera del Agua 2013, el secretario general de las Naciones Unidas, Bank Ki-moon, declaró sobre la importancia de trabajar en conjunto y seguir planes como este para un mejor futuro. “El agua es la clave para el desarrollo sostenible. Debemos trabajar juntos para proteger y gestionar con cuidado este recurso frágil. La competencia está creciendo entre agricultores y pastores, industria y agricultura, ciudad y campo, río arriba y río abajo. A través de las fronteras necesitamos cooperar para el beneficio de todos, ahora y en el futuro. El agua es vida”, concluye.

Escenario del agua en 30 años

En un futuro no tan lejano, el cambio climático afectará gravemente la disponibilidad de agua para las necesidades humanas básicas y pondrá en peligro el acceso al agua potable y el saneamiento para miles de millones.

Según la fundación Aquae, dentro de 30 años, la población mundial aumentará a 7.594 millones de personas, en donde el estrés hídrico afectará al 40% de ella. Y tras esto es que los acuíferos están en peligro: dentro de un estudio realizado a 27 de ellos, 21 están perdiendo agua, un tercio está agotando sus reservas, ocho de ellos están estresados y cinco muy estresados.

Además, para el 2050, se predice que entre 4.800 millones y 5.700 millones de personas vivirán en áreas con estrés hídrico durante al menos un mes al año, frente a los 3.600 millones actuales. Mientras que el número de personas en riesgo de inundaciones aumentará a 1.6 mil millones, de 1.2 mil millones.

Con datos más específicos, la fundación comparte que “en los cinturones de sequía que abarcan México, el oeste de América del Sur, el sur de Europa, China, Australia y Sudáfrica, es probable que las precipitaciones disminuyan”, agregando que esta escasez no podrá ser equilibrada, ya que un tercio de ellos ya están en peligro.

Otro factor que se destaca es cómo la calidad del agua está sufriendo un grave deterioro, y es que, desde la década de 1990, la contaminación ha ido empeorando la calidad del agua de casi todos los ríos de África, Asia y América Latina. Encima de eso, se espera que este deterioro empeore aún más en las próximas dos décadas, principalmente “debido a las escorrentías agrícolas de fertilizantes y otros agroquímicos que cargan los suministros de agua dulce”.

Otras medidas

Ahora, el hidrólogo Pablo García-Chevesich, miembro del Programa Hidrológico de la Unesco, habla de las medidas que deben ser tomadas a nivel internacional y nacional para mitigar el cambio climático. La experiencia internacional cuenta 12 medidas que deben ser implementadas urgentemente en Chile, para pasar a ser desde los países con peores proyecciones mundiales, a uno de los mejores. Estas son algunas de las medidas, compartidas por el experto en aguas:

  • Ley del medidor: no se puede gestionar adecuadamente los recursos hídricos de un país que se seca si no se sabe con precisión quién consume agua, y cuánto, dónde y cuándo lo hace. “Lamentablemente, en Chile no tenemos ni siquiera una vaga idea de cuánta agua estamos consumiendo (…). Esto es urgente y se requiere una fuerte fiscalización”.
  • Modelación hidrológica: es una herramienta fundamental en la gestión territorial de los recursos hídricos, ya que cada cuenca es distinta y la respuesta hidrológica frente a posibles cambios de uso del suelo es única. Por eso, es que “se debe invertir en instrumentación para poder medir variables del ciclo hidrológico, ya que estos modelos nos darán paso a una planificación territorial en base a los recursos hídricos”.
  • Tratamiento y reúso de aguas residuales: algunos de los países que han logrado solucionar el problema de la escasez hídrica, están caracterizados por no perder una sola gota. “En Arizona, por ejemplo, los parques, escuelas y campos de golf se riegan exclusivamente con aguas de alcantarillado tratadas”. Por el contrario, “las áreas verdes del gran Santiago, por lo general se riegan con agua potable o de río, lo cual no tiene sentido. Hoy en día existe la tecnología para tratar cualquier tipo de agua residual”.
  • Programas de educación: generalmente, y pese a la situación en la que estamos, el chileno no cuida el agua. Por lo tanto, es de urgencia hacer un cambio cultural en donde todos (no solamente los niños) aprendan la importancia de cuidar el agua. Cada escuela, cada carrera universitaria, cada agencia estatal, cada empresa, debe educar a los suyos a cuidar el agua”.
  • Agilizar aprobación de proyectos: no es aceptable que un proyecto relacionado con la gestión del agua se encuentre en el sistema político por años o décadas. Los países que van liderando el tema, han sabido agilizar sus procesos políticos para la aprobación rápida y eficaz de los proyectos que se necesitan”, puntualiza García-Chevesich.

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