El piure (Pyura chilensis) es una especie que habita entre el intermareal bajo y hasta una profundidad de 70 metros, desde la costa central de Perú, hasta el sur de Chiloé. A simple vista pareciera ser una roca, pero al abrirlo aparece el invertebrado de un intenso color rojo y del tamaño aproximado de una pelota de ping pong. Su genética, también es especial, ya que se asemeja más a los vertebrados y, por consiguiente, a la especie humana. Pero ¿cuánto sabemos realmente del piure?
En 2013 esta especie fue investigada por Pilar Haye, académica de la Universidad Católica del Norte (UCN) y directora alterna del Instituto Milenio en Socio-Ecología Costera (SECOS), y Natalia Muñoz-Herrera, bióloga marina UCN, quienes estudiaron la estructura genética espacial de Pyura chilensis, a lo largo de la Corriente de Humboldt, descubriendo que tenía tres linajes bastante diferenciados, dos de ellos ampliamente distribuidos entre la costa centro sur de Perú y Chile, y uno restringido geográficamente a la zona sur. Es decir, tres linajes separados genéticamente y que muestran una gran variación geográfica.
Posteriormente Nicolás Segovia, investigador de la Facultad de Ciencias del Mar de la UCN, del Instituto Milenio SECOS, junto a Pilar Haye y Xavier Turon, investigador del Centro de Estudios Avanzados de Blanes (CEAB), profundizaron los estudios genéticos del piure, analizando ¿cuál es el rol del espacio y el tiempo en estos linajes del piure en Chile? Para ello recolectaron muestras del P. chilensis en cinco periodos de tiempo distintos en los años 2012, 2014, 2015, 2016 y 2017, muestras recogidas por pescadores locales de las Áreas de Manejo de Explotación de Recursos Benónicos (AMERB), en seis localidades a lo largo de la costa de Chile: Pan de Azúcar, Caleta Pajonales, La Herradura, Talcahuano, Los Molinos y Ancud.
Sorpresivos resultados
Los resultados del estudio apuntan a que existen patrones dispares de diferenciación genética en el tiempo, que pueden reflejar un alcance adaptativo diferente o una variación en las características reproductivas y de dispersión, que podrían ser una respuesta a eventos extremos como El Niño. “Esta variabilidad en el tiempo, es algo súper novedoso, sobre todo porque es muy distinto entre linajes. Hasta donde conocemos, no se ha reportado antes para un invertebrado marino el hecho que haya linajes dentro de la especie y que estos tengan estructura genética que cambia en el tiempo”, explica Pilar Haye, co-autora del paper.
“Los años de más cambio temporal en la estructura genética, coinciden con un año en que hubo un evento de El Niño bastante intenso (2015), es decir las variabilidades propias de nuestra costa inducen cambios. Esta nueva visión te habla del dinamismo en la estructura genética y de cómo eventos naturales pueden estar estructurando, en el tiempo, la diversidad genética. Lo interesante evolutivamente, es que dos linajes de una misma especie pueden mostrar patrones distintos en el tiempo”, agrega.
En tanto, Nicolás Segovia añade un factor humano, pues explica que “los piures adultos son como rocas, no se mueven. Por lo tanto, el transporte antropogénico, en que los cascos de los barcos actúan como vectores, promueve en que dentro de cada linaje haya mezcla de distintos sectores geográficos, lo que explica que el linaje más abundante sea relativamente homogéneo tanto a nivel espacial como temporal. Así, por ejemplo, el tercer linaje que se encuentra principalmente en la costa valdiviana, en donde hay menos rutas pesqueras, está menos mezclado con otros linajes que en otros sectores geográficos y eso puede deberse a ese factor en particular”.
Para los autores, estos estudios proveen información relevante que debe ser considerada al momento de planificar estrategias de conservación de esta especie e invita a realizar análisis separados de linajes genéticos sub-específicos, siempre que sea posible, debido a que, por ejemplo, el piure varía en su estructura genética en el espacio y en el tiempo, pero depende del linaje. “Evidencia científica de este nivel nos permite tener estrategias de conservación, y justamente lo que queremos hacer en SECOS es aterrizar nuestra ciencia y generación de conocimiento de base a problemas socio-ecológicos más concretos”, agrega Segovia.
Mientras que Pilar Haye resalta que “cualquier medida de manejo o conservación de esta especie debiera considerar esta información. Sobre todo, si requiere cultivo, en el que se transporten juveniles, o repoblamiento. Para la sustentabilidad de la especie debemos cuidar esto último, así como evitar el transporte antropogénico. En esta investigación miramos el trasfondo del individuo y nos provee un mapa que es preocupante si se van a mover individuos o cultivar de cualquier lado”.