Cada 17 de junio se conmemora el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, donde recordamos que la situación hídrica del mundo es otra de las amenazas más patentes que vive la sociedad y los ecosistemas. El agua se convirtió en un nuevo límite traspasado, siendo hasta ahora seis limites en desequilibrio de nueve.
En nuestro país la situación hídrica es compleja. Según antecedentes entregados por la autoridad, Chile cuenta con un “déficits de precipitaciones de entre un 60% y un 80% comparado con el promedio histórico; una acumulación de nieve que registra déficits superiores al 85%; con los principales embalses con solo un 34% de su capacidad, y con una proyección para el caudal de ríos cercana a los mínimos históricos”. Además, existen alrededor de 101 comunas con decretos de escasez hídrica y 275 comunas bajo emergencia agrícola por déficit hídrico.
La realidad anterior, si bien es agravada por la crisis climática y ecológica, en general se le tiende a imputar la responsabilidad de la falta de agua solamente a dicho fenómeno, dejando fuera el modelo de desarrollo impulsado por nuestra sociedad. En la actualidad diversas industrias en nuestro país amenazan el agua para la sostenibilidad de la vida. La minería amenaza y ha destruido glaciares, colocando en riesgo tanto los ecosistemas y la población que depende de ellos.
Por su parte, los salares se encuentran amenazados e incluso gravemente afectados por la industria del litio y la extracción de agua, al punto que algunas empresas han sido sancionadas por ello. A su vez, las inmobiliarias amenazan y destruyen humedales, los que son esenciales para la riqueza de la biodiversidad, entre ellas las aves migratorias.
En cuanto a los monocultivos forestales y la agroindustria, han degradado y contaminado los suelos y han utilizado el agua de forma indiscriminada. Sobre las turberas, estas se encuentran amenazadas por su destrucción y la indiscriminada extracción de la turba y el musgo conocido como Pompón, lo que ha conllevado a agravar la sequía en zonas del sur del país.
Lo relatado es solo un botón de muestra de las graves consecuencias que tiene el modelo de desarrollo impulsado en nuestro país. No se está comprendiendo la vulnerabilidad a la que estamos expuestos; la reducción y perdida de dichos ecosistemas es la exposición a graves situaciones por la falta de agua, el surgimiento de enfermedades, la pérdida de especies, las migraciones climáticas, entre otras consecuencias.
Ocuparse de esta temática es urgente, las soluciones grises que se plantean, lamentablemente aportan a seguir en algunos casos agravando la situación. Hoy existen soluciones basadas en la naturaleza que son mucho más rentables, de menor costo y que nos ayudan con la adaptación, por lo que la apuesta del gobierno y el parlamento debiera ser el avance de actividades que incluso generan economía y trabajo, como la remediación, restauración, reforestación con bosque nativo y agricultura regenerativa. Esto, como una respuesta de fondo para enfrentar los procesos de desertificación, escasez y sequía a los que estamos expuestos.
Por último, avanzar en dichas medidas, abre la oportunidad de preparar soluciones de fondo, ante las graves crisis que ya estamos evidenciando, continuar con medidas que solo se ocupan de lo inmediato significa continuar haciendo un caldo de cultivo para otros estallidos sociales que vendrán de la mano de la falta de alimento, agua y naturaleza que provea de aquello.
