Gestión integrada del agua: el camino a la regeneración

Dado que se trata de una urgencia, además de establecer una nueva gobernanza en torno al uso sostenible del agua, el Gobierno de Santiago está avanzando en soluciones. Este año concretará 30 Estrategias Hídricas Locales, acuerdos público-privados, un primer reglamento regional de gestión hídrica y el diseño de al menos 30 soluciones hídricas, así como pilotos en diversas zonas de la región.

Por Claudio Orrego, gobernador de la Región Metropolitana, y Diego Urrejola, director ejecutivo de Fundación Cosmos


Chile vive hoy la megasequía más larga en al menos mil años, ubicando a nuestro país a la cabeza de la crisis hídrica en América Latina. Esta triste realidad documentada por la Organización Meteorológica Mundial parece no escandalizarnos como sociedad. Quizás los 14 años de sequía que cumplimos en 2022 nos llevó a normalizar un fenómeno del que, como humanidad, somos en gran parte responsables.

El problema que enfrentamos no distingue fronteras político-administrativas. La cuenca del río Maipo está siendo sometida a un estrés insostenible que tarde o temprano nos golpeará de frente. Ya vimos señales preocupantes en enero con el embancamiento del río Maipo en su desembocadura en la provincia de San Antonio, lo que nos demuestra que la indiferencia y gestión atomizada aguas arriba, tienen consecuencias aguas abajo.

No hay que olvidar que la cuenca del río Maipo supera ampliamente los límites de la capital. Mientras el agua sigue fluyendo en miles de hogares, no somos conscientes de que, a pocos kilómetros, familias deben extraer agua de pozos cada vez más profundos, y, cada vez más, depende de camiones aljibe para poder contar con este elemento. El riesgo de racionamiento está latente y depende de nosotros que no se haga realidad, sin embargo, vemos con preocupación cómo muchos actores políticos intentan bajar la tensión respecto a esta problemática.

La triple crisis ambiental que vivimos -cambio climático, contaminación y pérdida de biodiversidad- es una lucha de largo aliento, que pasa por un cambio cultural y modernizar nuestra institucionalidad. Esto toma tiempo, pero es justamente lo que se nos agota. Es por eso que, en paralelo a esta carrera a largo plazo, debemos pensar en el ahora, en ser resilientes y tener la capacidad de adaptarnos a los cambios presentes y futuros, lo que requiere necesariamente de la integración de distintas miradas y de todos los usuarios del elemento agua.

Dado que se trata de una urgencia, además de establecer una nueva gobernanza en torno al uso sostenible del agua, el Gobierno de Santiago está avanzando en soluciones. Este año concretará 30 Estrategias Hídricas Locales, acuerdos público-privados, un primer reglamento regional de gestión hídrica y el diseño de al menos 30 soluciones hídricas, así como pilotos en diversas zonas de la región.

En ese marco,en conjunto con el programa de Escenarios Hídricos de la Fundación Chile, y con la participación de distintas organizaciones de la sociedad civil y representantes de diversos sectores, estamos trabajando en la conformación de un grupo promotor que siente las bases para la creación de un Consejo de Cuenca, organismo que velará por una gestión eficiente del agua que nos permita -en un escenario de cambio y climático y escasez hídrica- adaptar el uso a la disponibilidad actual del elemento y satisfacer las necesidades de las y los usuarios de agua con una mirada sistémica e integral.

El trabajo del grupo promotor para dar forma al futuro Consejo de Cuenca, busca ser una solución innovadora al problema que nos aqueja, desde la institucionalidad, integrando todos los legítimos intereses vinculados al uso del agua en base a principios de equidad social, ambiental y económica, lo que garantiza que cada usuario del agua podrá tener acceso a ella de forma racional y suficiente. De esta manera, gota a gota, podremos habilitar la regeneración de las cuencas y restablecer el frágil ciclo del agua para la sostenibilidad de un socioecosistema que pide a gritos que nos organicemos para defenderlo, paradójicamente, de nuestra propia indiferencia.

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