En marzo de 1974 todos los estados ribereños del mar Báltico (Dinamarca, Alemania, Suecia, Estonia, Finlandia, Letonia, Lituania, Polonia y Rusia) formaron la Comisión de Helsinki, el cual tiene por objetivo central la reducción de la contaminación de este lugar, proveniente de las actividades habituales de los buques, así como de agentes contaminantes arrastrados por el aire.
Entre los contaminantes se incluyó al ruido, elemento sumamente perjudicial para los ecosistemas y especies marinas, debido a que origina varamiento de cetáceos y reduce bioirrigación, rotación de sedimentos, reciclaje de nutrientes y almacenamiento de carbono. Para contrarrestarlo, este acuerdo ha instado, entre otras cosas, la elaboración de mapas de paisaje sonoro que muestran inicialmente el ruido submarino generado por los buques comerciales y permiten el modelamiento de las huellas de ruido de las operaciones intermitentes (por ejemplo, la instalación de pilotes y explosiones submarinas).
Para el consultor senior de la empresa Decibel, Jorge Carrasco, este tipo de convenios son fundamentales para la protección del medio ambiente marino en torno a la contaminación acústica, y debiese ser tomado en cuenta por los países latinoamericanos. “En esta materia, al igual que en muchísimas otras, América Latina carece de colaboración internacional, como se observa en Europa o Asia. Este tipo de colaboración resaltan los aspectos que requieren énfasis y visualizan elementos comunes, a pesar de la diversidad de cada país. La protección del medio ambiente es una tarea que en su naturaleza es comunitaria y para las comunidades, ya sean estas humanas o de objetos de protección como los que denominamos recursos renovables, en este caso, fauna. En ese contexto, el ruido es un factor muy importante para la conservación del equilibrio de un sistema, para cualquier especie que se exponga a este tipo de contaminación”.
En cuanto al control del ruido ambiental de industrias productivas en ecosistemas marinos, Carrasco, sostiene que existe una significativa dificultad para la realización de los análisis. “La dificultad es que los cálculos predictivos generalmente van a contemplar cambios de medio en su camino de propagación, porque muchas veces las fuentes de ruido operarán a nivel terrestre, lo que implica que la propagación sea a través de terreno o aérea, pero al evaluar el impacto sobre la fauna marina, se debe contemplar el cambio del medio de propagación a acuático o en otras ocasiones al contrario, debiendo calcular la propagación de un evento ruidoso/vibratorio submarino que se debe proyectar con cambio de medio de propagación a aéreo, para determinar que pasa en el entorno terrestre, alrededor del medio de generación del ruido a nivel submarino. También, la caracterización de niveles de ruido en ambiente submarino es completamente diferente, partiendo por las características especiales del instrumental de medición. Siendo Chile un país de naturaleza 100% costera, este tipo de evaluaciones son escasas, aunque como bien se ha podido observar a nivel de equipos de trabajo del Ministerio o Superintendencia del Medio Ambiente es un tema que requiere de una profundización y se han conseguido significativos avances que, sin lugar a dudas, pondrán un énfasis a futuro para que las evaluaciones de ruido submarinas se normalicen en los expedientes de tramitaciones ambientales de proyectos evaluados en el Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA)”.
Para este tipo de trabajos, el Máster en Acústica Arquitectónica y Medioambiental de la Universidad Ramon Llull de Barcelona sostiene que las consultoras como Decibel requieren del apoyo de especialistas, como biólogos o ecólogos. “La colaboración interdisciplinaria se debe tener en cuenta previo a la ejecución de los trabajos y resulta fundamental para conseguir el objetivo final, que es la protección de una determinada especie y su hábitat. Para la determinación de medidas de control de ruido, también es importante tener una correcta interacción con los especialistas, porque hay ciertas cosas que se pueden implementar y otras que, por determinados factores, podrían poner en riesgo a una especie”, sostiene el ingeniero.
Estándares normativos
En el marco de su área de acústica ambiental, Decibel contempla servicios de evaluación de potenciales impactos acústicos sobre especies de fauna, indistintamente del hábitat en el que se encuentre la especie objeto de protección. Éstos contemplan una caracterización de los niveles basales en sus áreas de nidificación, reproducción o alimentación, a partir de mediciones de niveles de ruido, normalmente en bandas de tercios de octava, para posteriormente, mediante los estándares y procedimientos de cálculo correspondientes al tipo de fuente de ruido comprometida en la situación evaluada, calcular adecuadamente la propagación y atenuaciones a través de softwares.
Con los datos en manos, se determina la existencia de un potencial impacto sobre las especies y se comparan con estándares normativos, que en el caso de Chile, normalmente corresponde a los señalados en el documento “Effects of Noise on Wildlife and Other Animals”, perteneciente a la Agencia de Protección del Medioambiente (EPA, por sus siglas en inglés).
–Otro estándar normativo es la Guía de Ruido y Vibración del Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA), en la que se indica que, para controlar el impacto acústico de proyectos en zonas rurales, en caso de que no se pueda determinar el menor nivel de ruido de la situación basal, se podrá considerar como referencia el valor de 25 dBA como situación más desfavorable, la cual asume un nivel de ruido de fondo típico de un entorno rural. En ese contexto, ¿existe consenso entre los consultores de que 25 dBA sea una referencia válida para que un proyecto no afecte significativamente la fauna en el largo plazo?
Jorge Carrasco: La determinación del valor de los 25 dB(A), surge al amparo de la homologación según el D.S. 38/2011 MMA en un entorno rural y aunque es un valor difícil de encontrar como nivel basal de ruido, en sectores muy alejados de grandes ejes urbanísticos si es muy típico medir niveles de 25 dB(A) o menos. Tampoco debemos olvidar que, en países más estrictos en esta materia, 25 dB(A) es el límite para cumplir al interior de viviendas, como es el caso de normativas de varias comunidades autónomas en España. A su vez, se propone asumir este valor cuando no sea posible medir una línea de base por justificadas razones. Sin embargo, este valor se asume como un requerimiento para la protección de la salud de receptores humanos y no tanto de fauna. Se debe tener presente que el decibel ponderado A o dB(A) se obtiene a partir de una curva espectral de ponderación que busca asemejarse a la respuesta frecuencial del sistema auditivo humano. Por lo tanto, en resumen, los 25 dB(A) no deberían asumirse sin mayor sustento para la representación de niveles basales típicos de hábitats de alguna especie de fauna. Sin embargo, a pesar de todo lo anterior, hay normas que establecen objetivos de calidad acústica, acorde a la clasificación de zonas que determinan los objetivos de calidad acústica para zonas habitadas por especies de fauna, en dB(A), generalmente en torno a 50 dB(A), pero más que por una cuestión resultante de investigaciones científicas, por una cuestión estadística, de observación de migración de especies ante la exposición a determinados niveles de ruido, observándose también una gradualidad que indica que a X dB(A) un porcentaje de las existencias de una especie migraron y a X+3 dB(A) ese porcentaje se incrementó en otro tanto por ciento, por ejemplo. Se podría decir que no hay un consenso, porque de partida no se han elaborado criterios para llegar a establecer objetivos de calidad acústica en territorio chileno y, en mi opinión, es un instrumento que sería de mucha utilidad para la planificación, sin perjuicio de que los 25 dB(A) sí representan un valor de «condición más desfavorable» para la evaluación por ruido en potenciales receptores de impacto acústico en humanos.