En una declaración pública, respaldada por más de 100 profesionales del mundo científico, representantes de ONG’s y organismos públicos, se advirtió de los peligros que los incendios podrían generar durante el verano 2020 en la zona central, como Valparaíso-Viña del Mar, Rancagua y todas las ciudades y pueblos aledaños, asegurando que están todas las condiciones para un desastre en esta macrozona.
En el documento se estima que aproximadamente 10millones de personas podrían verse afectadas directa o indirectamente por estos incendios, ya sea por intoxicación por humo, golpes de calor, interrupción de vías de comunicación y abastecimiento de energía, pérdida de la producción agrícola, abastecimiento de agua, entre otros. “Chile podría sufrir los efectos devastadores de la pérdida de vidas humanas debido al humo de los incendios forestales, que a nivel mundial oscila anualmente entre 260 mil a 600 mil personas”, se detalla en el escrito.
A esto se suma que, producto del humo, las hospitalizaciones podrían aumentar por enfermedades respiratorias, incluso si la persona se encuentra a cientos de kilómetros de distancia del foco del incendio. Esto puede traer mayores complicaciones en un contexto de emergencia sanitaria como el que se vive hoy debido al Covid-19.
La agrupación a cargo de la declaración conjunta incluye a académicos y representantes de más de 10 universidades, cuatro centros de estudio, cuatro organismos estatales y seis organizaciones de la sociedad civil, tales como Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES; Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB; Greenpeace; CONAF; Instituto de Investigaciones Agropecuarias, INIA; Servicio Agrícola Ganadero, entre otras. La declaración, además, cuenta con la participación de tres premios nacionales de ciencia, incluido el recién electo, Francisco Bozinovic.
Antecedentes de Megasequía
Desde el 2010 Chile se encuentra en esta catástrofe ecológica que comenzó paulatinamente hasta culminar en la megasequía del 2019, con un 90% de déficit de precipitación en algunas zonas. Una sequía sin precedentes en los último mil años, siendo especialmente severa entre Coquimbo y el Maule, donde los cultivos, las poblaciones humanas y la vegetación nativa se ven afectadas por esta situación.
A finales de 2019 se observó en imágenes satelitales cómo el bosque esclerófilo, que debiera ser siempre verde, se transformó de manera masiva en “un bosque café o pardo”. Miles de peumos, quillayes, litres, lingues, bellotos y otras especies de plantas cambiaron su color verde por el color café.
Respecto a lo anterior, un estudio del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2) y las universidades Austral de Chile y de La Frontera mostró que ya para el verano de 2017, una tercera parte del bosque nativo entre Santiago y Valparaíso se había tornado “café”, fenómeno conocido como browning en inglés, siendo especialmente patente en la precordillerana andina. Durante la primavera de 2019 este fenómeno se extendió hacia la Cordillera de la Costa y por el sur hasta la Región de O’Higgins.
“A pesar que no sabemos si todas las plantas que perdieron el verdor murieron, es urgente tomar acciones considerando el riesgo que tiene vivir cerca de grandes extensiones de biomasa seca, la cual es altamente inflamable. La gran cantidad de biomasa seca alimentará las posibles calderas de tormentas de fuego, cuyas temperaturas pueden superar los 1.000 °C. Tales incendios son imparables para cualquier sistema de contención”, señalan los expertos en su declaración, y agregan que, “sumado a la condición inédita de bosques secos, se generará un escenario tanto o más devastador que el de los megaincendios del 2017”
Las llamadas “tormentas de fuego” ocurren cuando los mismos incendios generan condiciones favorables para su propagación, modificando las condiciones microclimáticas de tal forma que éstas les permiten avanzar con mayor rapidez y con una alta energía.
“Los bosques esclerófilos están adaptados a periodos secos, sin embargo, esta sequía sin precedentes y el extremadamente seco año 2019 han llevado a los bosques a un cambio abrupto de estado en el verano 2020, donde gran parte de la copa de los árboles se encuentran secas”, comenta Alejandro Miranda, investigador del (CR)2 y del Laboratorio de Ecología del Paisaje y Conservación de la Universidad de la Frontera. El investigador añade que, “a pesar de que una potencial recuperación de este ecosistema es posible, todo ese material seco de hojas y ramas incrementa el peligro de incendios, por la gran acumulación de combustible en el piso y en la parte aérea del bosque, amenazando la biodiversidad que sustentan y potencialmente generando incendios de grandes dimensiones”.
En la declaración, los investigadores compartieron también una serie de recomendaciones que aportarían a la mitigación de una eventual crisis producto de estos incendios. Entre éstas, se destacan reforzar tempranamente los planes de prevención y coordinación para proteger la infraestructura crítica, así como también implementar un plan de comunicación y educación a la ciudadanía residente de sectores rurales de la zona centro del país, que considere protocolos de evacuación y áreas seguras en caso de grandes incendios.
Por otro lado, no es posible suponer que las lluvias de invierno-primavera reviertan esta condición, pues, según el Climate Prediction Center, las predicciones indican que nuevamente se tendrá una temporada estival seca, dado que las condiciones del año Niña-neutral prevalecen hasta ahora.