Urgen los cambios: tenemos una sola Tierra

La crisis climática, producida por la utilización de combustibles fósiles en las economías del mundo, y la crisis ecológica, como consecuencia de la primera y el modelo de desarrollo, generará, de no haber un cambio, por lo menos la pérdida de 1 millón de especies.

Desde 1973, cada año los 5 de junio se celebra el Día del Medio Ambiente. Este día fue establecido en la Conferencia de Estocolmo de 1972, conferencia que tenía por lema “Una sola Tierra”. Dicho lema, este 5 de junio de 2022, se vuelve a utilizar, con el fin de recordarnos la interrelación existente entre las especies, como también para relevar que tenemos que hacer sostenible la vida en el planeta, por lo que la frase rememora lo que 50 años atrás se avizoraba, nuestro modelo de desarrollo de seguir el camino que se estaba trazando iba a ser un gigantesco problema, porque contamos con una sola Tierra.

Pamela Poo, directora de Políticas Públicas e Incidencia en Fundación Ecosur

Actualmente, estamos presenciando una crisis climática y ecológica, para lo que será complejo, por la velocidad de la misma, adaptarnos plenamente. La crisis climática, producida por la utilización de combustibles fósiles en las economías del mundo, y la crisis ecológica, como consecuencia de la primera y el modelo de desarrollo, generará, de no haber un cambio, por lo menos la pérdida de 1 millón de especies. Ambas crisis son de tal gravedad que cuesta pensar que quienes nos dirigen sigan privilegiando el crecimiento económico, basado en la desigualdad y en el utilitarismo de la naturaleza.

En este nuevo Día del Medio Ambiente, el llamado es que el tiempo se acaba. La humanidad se encuentra en un punto critico para generar un cambio de proporciones. Ni nuestros antepasados pasaron por esta situación, ni las futuras generaciones tendrán la posibilidad de hacer el cambio. Los cambios están en nuestro presente, en el aquí y el ahora. La rebaja de emisiones debiera ser drástica, tal como lo señala el IPCC: a la mitad antes del año 2030, fecha que está a la vuelta de la esquina, por ende, el peligro en el cual nos encontramos pareciera ser inminente.

En el caso de Chile, nuestra vulnerabilidad es de proporciones. Majaderamente se repite de parte del mundo ambiental y ecologista, que contamos con siete de las nueve vulnerabilidades que establece la Convención Marco de la Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Tenemos áreas costeras de baja altura, zonas áridas y semiáridas, zonas de bosques, propensión a los desastres naturales, sequía y desertificación, zonas urbanas con contaminación atmosférica y ecosistemas montañosos. Estos ecosistemas que, son un privilegio para nuestro país, se nos volverán en contra de no hacer nada, ante la grave situación a la que estamos expuestos.

Prepararnos como sociedad, para lo que tendremos que enfrentar, resulta una urgencia vital. Estamos en ese espacio de tiempo en el cual se pueden elaborar políticas públicas, medidas y planes, pero no de forma de cumplir con un check list, sino de forma real. Para ello, se requiere de voluntad política que nos lleve a ese salto adelante. Tenemos que preparar nuestro sistema alimentario, energético e hídrico, que son las cuestiones básicas que las personas necesitan para desarrollar su vida con calidad. Lo anterior será posible si protegemos los ecosistemas que nos proveen de aquello, entre ellos, los glaciares, humedales, turberas y salares, por nombrar algunos.

Sumado a lo anterior, se requiere generar una reactivación económica que se base en la adaptación. Hoy por hoy, los negocios se concentran en la mitigación. De ahí se desprende la profundización de la minería del cobre, litio, la pérdida de uso de suelos y construcción de infraestructura para las exportaciones. En ese sentido, solo se está abordando un recambio de tecnológico, para mantener finalmente los mismos niveles de consumo pero con menos gases de efecto invernadero. Por ello, se requiere invertir en la adaptación que también genera actividades económicas que son muchísimo más nobles y que resguardan los sumideros de GEI, entre ellas, la restauración de suelos, la reforestación con bosque nativo, la remediación ambiental y la agroecología.

Por último, es de esperar que la elite política y económica reaccionen ante la gravedad que implica el hacer poco o nada frente a la crisis climática y ecológica. El llamado también es a la ciudadanía para que reaccione frente a la problemática que tenemos y eso requiere un trabajo colectivo de preparación. Debemos comprender los efectos que estamos provocando con nuestro consumo. Existe una pequeña ventana para hacer los cambios, pero debemos tener presente que deben ser en el aquí y el ahora, ya que está responsabilidad es indelegable. El tiempo se nos acaba.

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