Democracia, crisis climática y ecológica

Jurnasyanto Sukarno / Greenpeace

Es 5 de junio de 2020 y nuevamente se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente. Desde mi perspectiva no hay mucho que celebrar, debido a que cada año las cifras que experimentamos en cuanto a la pérdida de ecosistemas, el aumento de emisiones de gases de efecto invernadero, la contaminación y la pérdida de especies, son peores que el año anterior, lo que además se ha dado de forma persistente por décadas.

Entonces, la pregunta es ¿Por qué todos los años las cifras en términos ambientales empeoran? Y la respuesta, bien sabemos que es el modelo de desarrollo que impera en los países del globo. Un modelo que, por una parte, en términos económicos está concentrado en extraer y utilizar bienes de la naturaleza sin ningún límite y por otro en un modelo político y social que se encuentra horadado, por una élite económica y política que no se compromete en dar una respuesta real al problema que tenemos en frente. Lo anterior se evidencia, tras el continuo fracaso de la Conferencia de las Partes en donde asistimos a ver cómo el sector político y económico rehúyen de la responsabilidad de generar una solución que nos permita conservar el planeta que habitamos.

Las graves consecuencias de este comportamiento, ha sido miles de veces denunciado, se han escrito libros, papers, y columnas, visibilizando la problemática, pero a pesar de ello, seguimos atados en el mismo problema de siempre, el desarrollo antropocéntrico, que concentra las ganancias en unos pocos y que socializa las pérdidas para todos. Por otra parte, se hace patente la desconexión que tienen las élites dominantes que insisten en un desarrollo económico que no da respuestas a las problemáticas que hoy se hacen patente.

Lo anterior es preocupante, ya que en este último tiempo se han alzado numerosas voces mencionando un New Green Deal, las mismas voces que de algún modo nos trajeron a este punto de la historia, organizaciones internacionales, la Unión Europea, el Banco Mundial, entra otras se encuentran acuñando el termino como una receta que nos salvará, cuando en el fondo lo que proponen es crecimiento verde, algo así como cambiar el yogurt tradicional alto en azúcar por su versión light que está edulcorada con algún químico que posee efectos tanto o más negativos que su versión tradicional. Si bien se escucha mejor, el problema de la propuesta de este nuevo trato “verde”, es que sigue basada en la extracción de recursos de la naturaleza, por ejemplo, ya no para fabricar autos convencionales, sino que eléctricos. Lo anterior es un problema si la propuesta no deriva o transita a un estado más amable con la naturaleza, que permita pensar la vida con menos bienes.

Sumado al escenario anterior, es imposible soslayar lo que está ocurriendo con los regímenes políticos a nivel global y su constante deterioro. Lamentablemente la élite política, no logró cuidar y oxigenar la democracia, los estados se colocaron al servicio de las corporaciones, redujeron su presencia en la vida de las personas, cada vez más desprotegidas, y esta ausencia de política está acabando por empujarnos a la crisis actual que está viviendo la democracia representativa.

Por último, cabe decir que si el sistema democrático no es revitalizado y no se aborda una transición socioecológica que nos lleve a un desarrollo sano, lo que veremos será el fracaso estrepitoso de los estados ante una crisis que no tendrá solo un embiste, como la pandemia de Covid-19 que hoy nos azota, sino que serán numerosas arremetidas en las cuales veremos numerosas crisis desatadas en conjunto, como la sequía, la perdida de ecosistemas, la pérdida de la soberanía alimentaria y la  inseguridad hídrica, entre otras que se agregan al debilitamiento de las democracias y al surgimiento de figuras autoritarias, por lo que nos enfrentaremos a la inmovilidad para responder a la compleja realidad que se nos avecina, lo que nos empujara a un futuro con pérdidas humanas y ecosistemas sin precedentes.

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