El panorama de Chile en temas de disponibilidad de agua dulce es para nada alentador. Es conocido por todos en nuestra industria, y en el escenario local, que las fuentes de agua cada vez están más escasas y lo que logramos obtener viene cada vez más contaminado, por lo que requiere tratamientos más exigentes para cumplir con las normativas vigentes.
Los contaminantes que se repiten en las diferentes zonas del país van desde arsénico, hierro, manganeso, nitratos, sulfatos, cloruros, entre otros. Dependiendo del uso final que se le quiera dar al agua, esta debe pasar por diferentes tratamientos fisicoquímicos o una combinación de ellos, tales como intercambio iónico, medios filtrantes especializados o sistemas de tratamiento con membranas, como lo es la ósmosis inversa, la cual es la tecnología que se expande más rápido debido a su alto rechazo de sales, que permite por ejemplo, desalinizar agua de mar.
La situación de Chile no es excepcional, pues no hace falta mirar muy lejos para darnos cuenta, que tenemos más similitudes que diferencias con la realidad de nuestros vecinos. Un ejemplo claro de esto es lo que pasa en Brasil, el gigante sudamericano.
Por su extensión y su geografía, que abarca desde la cuenca del Amazonas en el norte, hasta las cataratas del Iguazú en el sur, se podría pensar que la disponibilidad de agua está asegurada. Sin embargo, al igual que en Chile, el noreste del país presenta graves problemas de abastecimiento, mientras que en las zonas centrales la calidad de las fuentes empeora con el paso del tiempo. Este fenómeno no ocurre solamente por la concentración natural de las sales y minerales, sino también por la acción de las diferentes actividades humanas, como por ejemplo, la minería no regulada.
El norte y su escasez hídrica necesitan de tratamientos intensivos para las aguas subterráneas o desalinización de agua de mar, el cual es impulsado y promovido por el Gobierno Federal con su Programa Água Doce que involucra a distintas instituciones municipales y de la sociedad civil.
La zona central y sur del país, si bien presentan mejor acceso a las fuentes de agua dulce, la calidad de esta también se ve comprometida, necesitando la aplicación de tecnologías idénticas a las de Chile. La particularidad de estas regiones es la presencia de lluvias estacionales que alteran la estabilidad de las aguas superficiales, llegando a las Estaciones de Tratamiento de Aguas (ETA) con altos niveles de turbidez, lo que implica un desafío para mantener la continuidad del suministro.
En este punto es donde se adiciona la ultrafiltración como una alternativa versátil y popular para el tratamiento de este tipo de aguas, entregando una filtración eficaz para diferentes contaminantes (no sales disueltas) y más económica que la ósmosis inversa por trabajar a presiones considerablemente menores. En Chile, esta tecnología se ha aplicado principalmente en reúso, pero no debemos perderla de vista, ya que en el mediano plazo será necesaria su masificación.
Los otros países latinoamericanos siguen la misma línea que Chile y Brasil, por lo que es importante tener en nuestro horizonte la necesidad de un trabajo conjunto para el desarrollo de estas tecnologías y entender que la crisis hídrica llegó para quedarse y que debemos estar preparados para afrontar los desafíos del futuro que se encuentran a la vuelta de la esquina.
Desde nuestra posición, como especialistas en el tratamiento de aguas, tenemos la misión de aportar con soluciones que se adapten a las necesidades específicas de cada región, entregando los conocimientos necesarios para adelantarnos a los efectos que la escasez de agua puede traer en el desarrollo cotidiano de la población.
Las políticas públicas deben, por tanto, ir de la mano con los cambios que se están viviendo, y como sucede en Brasil con el Programa Água Doce, potenciar la colaboración público-privada para asegurar el abastecimiento.
Chile tiene los profesionales y la capacidad para contribuir al cambio, solo se necesitan las condiciones para poder avanzar más rápido de lo que estamos haciendo actualmente.