Que dejen de ser solo palabras: lo que se espera para la Conferencia de Bonn

Nos quedamos sin tiempo, no solo para lograr las medidas de mitigación que permitan mantener el aumento de temperatura en 1.5 °C, sino también para permitir que las comunidades más vulnerables se adapten a este nuevo contexto: un contexto de incertidumbre ante desastres climáticos, pérdida de alimentos y un aumento considerable de la pobreza y el desplazamiento forzado. La necesidad de ambición que requerimos debe ir en la línea de la resiliencia, considerando las herramientas técnicas que permitan fijar mecanismos de financiamiento tanto para adaptación, como para pérdidas y daños.

Se lee en las noticias y se revisa a la rápida la realización de una nueva cumbre del clima en otra ciudad, tan lejana como desconocida frente a nuestros problemas domésticos. Pasa en la sección internacional, sin pena ni gloria y, sin embargo, los diálogos que se generan en estas casi dos semanas, no son mera especulación diplomática.

En efecto, la llamada “intersesional” (como decimos en esta área del ambientalismo) es el trabajo previo y fuerte de cara a la siguiente Conferencia de las Partes, futura sede en Egipto. Acá, los órganos subsidiarios (SBI y SBSTA por sus siglas en inglés), entes de gran carácter técnico, abren sus agendas a fin de llevar a cabo lo mandatado en períodos anteriores dentro del marco de la Convención sobre Cambio Climático. Se trata de lograr consensos en aspectos como implementación, financiamiento, transparencia y, obvio, ambición para hacer frente a las consecuencias presentes y futuras de la crisis climática.

No podemos negar que las últimas dos instancias de Conferencia de las Partes no han sido muy alentadoras para quienes vivimos al sur del mundo. Los compromisos suscritos en Glasgow, han sido considerados “débiles” de forma transversal en organizaciones de la sociedad civil (y en los gobiernos y delegaciones de los países más vulnerables), puesto que, si bien camina hacia una disminución de gases de efecto invernadero, dejó varias interrogantes y temas pendientes a ser revisados por estos órganos subsidiarios. Entre ellos, la necesidad de implementación para lograr las metas del Acuerdo de París, puesto que, el financiamiento climático prometido por los países desarrollados (100 mil millones de dólares) para alcanzar aquello sigue quedando en una promesa que avanza año a año, tal como avanzan las necesidades frente a la crisis climática.

Nos quedamos sin tiempo, no solo para lograr las medidas de mitigación que permitan mantener el aumento de temperatura en 1.5 °C, sino también para permitir que las comunidades más vulnerables se adapten a este nuevo contexto: un contexto de incertidumbre ante desastres climáticos, pérdida de alimentos y un aumento considerable de la pobreza y el desplazamiento forzado. La necesidad de ambición que requerimos debe ir en la línea de la resiliencia, considerando las herramientas técnicas que permitan fijar mecanismos de financiamiento tanto para adaptación, como para pérdidas y daños.

Existe una responsabilidad histórica de los países desarrollados, en especial de quienes han alcanzado sus mayores índices económicos en base a la explotación indiscriminada de recursos naturales y a la emisión de gases de efecto invernadero, de pagar, o por lo menos, facilitar la recuperación de las pérdidas materiales y económicas causadas por el cambio climático como también la de reparar los daños a ecosistemas y biodiversidad, y la pérdida de culturas, asentamientos y comunidades.

Otro punto que esperamos se desarrolle en Bonn es la consideración de la acción climática basada en derechos humanos. En efecto, la revisión del balance mundial sobre los avances del Acuerdo de París (o GlobalStocktake en inglés) debe considerar el respeto y protección de los derechos humanos de quienes se ven afectados por las medidas de mitigación, adaptación y financiamiento. Los grandes proyectos de energías renovables, por ejemplo, no solo deben ser mirados en términos de contabilidad técnica (carbono, fondos de inversión etc.), sino también en su nivel de impacto, en especial, respecto de las comunidades en cuyos territorios se desarrollarán aquellas actividades. Para esto, la consideración de los principios de transparencia y justicia intergeneracional son fundamentales: se debe entregar la información y también, se debe permitir la participación, con especial énfasis en la incorporación de grupos más vulnerables tales como mujeres, jóvenes, niñas, niños y pueblos indígenas, incluso si es una medida que a primeras luces se ve completamente beneficiosa en materia de reducción de emisiones o en construcción de capacidades. No puede haber ambición sin respeto a los derechos humanos y aquello debe quedar claro en las próximas semanas.

Semanas donde esperamos al fin, pasar de la palabra a la acción.

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