En el árido paisaje del desierto de Atacama, en el norte de Chile, los olivares del Valle del Huasco emergen como inesperados refugios de biodiversidad. Un estudio liderado por Britt Wallberg, estudiante de doctorado de la Universidad de la Serena, y la científica Andrea P. Loayza, ambas del Instituto de Ecología y Biodiversidad -IEB-, revela la importancia de estos agroecosistemas en la conservación de comunidades de artrópodos -invertebrados tales como insectos, arácnidos y crustáceos.
Esta investigación resalta como una colaboración enriquecedora entre productores tradicionales y la ciencia puede fomentar la conservación en entornos agrícolas.
La colaboración entre ambas investigadoras, junto con entomólogos de la Universidad de La Serena, permitió combinar sus experiencias para explorar la agroecología en estos sistemas.
“El norte de Chile es un ambiente hiper árido, y queríamos saber si estos olivares podían actuar como reservorios de biodiversidad en un ambiente tan hostil”, destacó la doctora Andrea Loayza.
Aunque este estudio es un primer acercamiento para comprender el rol de estos agroecosistemas, las investigadoras esperan que sus hallazgos contribuyan a potenciar la capacidad de los olivares como refugios de biodiversidad sin comprometer su productividad, inspirándose en iniciativas exitosas como los “Olivares Vivos” en España.
Ecosistema agrícola con valor ecológico
La agricultura intensiva ha sido una de las principales causas de la pérdida de biodiversidad en el mundo. Sin embargo, el estudio de Wallberg y Loayza demuestra que ciertos agroecosistemas, como los olivares centenarios, pueden actuar como refugios para la vida silvestre.
“Nos dimos cuenta de que, sin hacer nada distinto, los olivares en Huasco ya estaban albergando una diversidad increíble de artrópodos” comenta Britt Wallberg. "Eso significa que, de aquí para arriba, todo es ganancia, es decir, si aplicamos estrategias adecuadas de conservación, estos ecosistemas podrían desempeñar un rol aún mayor en la protección de la biodiversidad", destacó.
Específicamente, el estudio analizó la relación entre la edad de los olivares y la composición de las comunidades de artrópodos epigeos, es decir de aquellos que habitan en la superficie del suelo. Se compararon tres tipos de olivares: jóvenes, intermedios y centenarios. Los resultados mostraron que, si bien la diversidad de especies no difirió significativamente, sí lo hicieron la composición y abundancia de los artrópodos en cada tipo de olivar. Además, factores como la biomasa seca de malezas y la hojarasca desempeñaron un papel clave en la configuración de estas comunidades.
Agricultura tradicional y ciencia
Uno de los aspectos más valiosos de este estudio fue la colaboración con los productores de olivos del Valle del Huasco, quienes mantienen prácticas agrícolas tradicionales.
“Huasco tiene una configuración muy particular, con una producción muy diferente a la de otros valles agrícolas de Chile”, destaca Wallberg. “Aquí, los huertos no están tecnificados como en el Limarí o en la zona central. Se sigue podando a mano, cosechando de manera manual y regando por surco, lo que genera un entorno propicio para la biodiversidad”, destacó la investigadora.
Esta interacción entre el manejo agrícola tradicional y la conservación de biodiversidad no solo tiene implicancias ecológicas, sino también culturales y económicas. “En Huasco, la producción de aceite de oliva está fuertemente ligada a la identidad local”, explica Wallberg. “Es un equilibrio entre preservar tradiciones y adaptarse a nuevas prácticas de sustentabilidad”, afirmó.
El estudio se centró en los artrópodos debido a su papel fundamental en los ecosistemas agrícolas. “Los artrópodos cumplen funciones clave: control de plagas, polinización, descomposición de materia orgánica y mantenimiento del equilibrio ecológico”, explica Loayza. “En los olivares del Huasco, encontramos una alta diversidad de especies nativas, lo que demuestra que estos agroecosistemas pueden ser mucho más que simples espacios de producción: son islas de biodiversidad”, señaló.
La resiliencia de los olivares frente a condiciones extremas es otro factor destacado. “Estos árboles son increíblemente nobles: requieren poca agua y pueden sobrevivir en climas áridos”, comenta Wallberg. “Eso los convierte en cultivos estratégicos en tiempos de crisis hídrica, y a la vez en un modelo ideal para estudiar cómo la biodiversidad se adapta a estos entornos”, afirmó.
A pesar de su valor ecológico y cultural, los olivares del Valle del Huasco enfrentan múltiples amenazas. La expansión de las parcelaciones y la falta de incentivos para la agricultura tradicional están poniendo en riesgo estos sistemas productivos. “Muchas familias han dejado la producción por falta de apoyo y cambios en el mercado” señala Wallberg. “Además, el abandono de los huertos favorece la proliferación de especies invasoras como el quintral, que debilita los olivos”, aseguró la investigadora. Otro problema añadido que representa una gran amenaza es la contaminación industrial, “la termoeléctrica Guacolda, ubicada en la costa de Huasco, genera una capa de hollín que se deposita en las hojas de los olivos, afectando su productividad y posiblemente la fauna artrópoda que habita en ellos” advierte Loayza.
Hacia un modelo de producción sostenible
Considerando los hallazgos de este estudio y las implicancias que podrían tener para la gestión agrícola ligada a la conservación, esta es solo la primera etapa “ahora sabemos que los olivares pueden albergar biodiversidad. El siguiente paso es explorar cómo mejorar su capacidad como refugios sin afectar la productividad”, dice Wallberg. “En España ya existe el sello ‘Olivares Vivos’, que certifica productos provenientes de cultivos que favorecen la biodiversidad. Sería interesante evaluar si algo similar podría implementarse en Chile”, destacó Britt.
Para Loayza, la clave está en cambiar la percepción sobre los agroecosistemas, “cuando se habla de biodiversidad en agricultura, a menudo se piensa solo en plagas, sin embargo nuestros resultados muestran que estos sistemas pueden ser reservorios de especies nativas, con beneficios para la producción y la conservación. Si logramos que los agricultores y tomadores de decisiones vean esto como una oportunidad, podemos avanzar hacia un modelo agrícola más sostenible y resiliente”, destacó.
Este estudio no solo resalta la importancia ecológica de los olivares centenarios en Chile, sino que también abre la puerta a una nueva forma de entender la relación entre agricultura y conservación. En un mundo donde la sostenibilidad es clave, el Valle del Huasco se perfila como un ejemplo de cómo la tradición, la ciencia y la biodiversidad podrían coexistir en armonía.