Grandes mujeres en ciencias han sido capaces de empujar los límites de la comprensión del mundo y de nuestras relaciones con el mundo a través de la observación detallada, la perseverancia, el carácter y el cuestionamiento. En esta columna quiero dedicar algunas palabras y citar a mis heroínas en ciencias.
Antes de Lynn Margulis (1938-2011), la ciencia occidental desconocía el origen endosimbiótico de la célula. Y aunque debió enviar su manuscrito a unas 15 revistas antes de ser publicado, y su propuesta fue ignorada por décadas, fue demostrada mediante evidencias genéticas indiscutibles. Dr. Margulis demostró que la simbiosis y la cooperación es uno de los principales promotores de las innovaciones evolutivas. Propuso, con James Lovelock, la hipótesis Gaia: los organismos vivos del planeta interactúan entre sí y con su ambiente inorgánico formando un sistema auto-regulado, que crea y mantiene las condiciones necesarias para la propia vida. Una de mis frases favoritas de Margulis es: “Los políticos necesitan una mejor comprensión de la ecología global. Necesitamos ser liberados de nuestra arrogancia especie específica. No existe evidencia de que seamos elegidos como la única especie para la que fueron hechas todas las demás. Tampoco somos los más importantes por ser tantos, poderosos y peligrosos”.
Antes de Jane Goodall (1938), la ciencia occidental distinguía a los seres humanos como los únicos animales capaces de fabricar herramientas. A través de la observación de chimpancés en su hábitat, describió en ellos emociones, vínculos afectivos, la fabricación y utilización de herramientas, y fue testigo de la destrucción de su hábitat y su cacería. Se transformó en una activista, en un ícono de la conservación, de la educación y de la sensibilización de la humanidad hacia otros animales y la naturaleza. Una de mis frases favoritas de Goodall es: “Lo que haces, hace una diferencia. Y tienes que decidir qué tipo de diferencia quieres hacer”.
Donnella Meadows (1941-2001) fue pionera en poner en duda, con evidencias, la posibilidad de un crecimiento económico infinito en un planeta finito. Por 16 años publicó una columna semanal comentando eventos del mundo desde una perspectiva sistémica y fundó el Instituto de Sostenibilidad para promover la transición a sistemas sostenibles en todos los niveles de la sociedad. Rigurosa, optimista y gran comunicadora. Una de mis frases favoritas de Dr. Meadows es: “La revolución de la sostenibilidad será orgánica. Va a surgir de las visiones, percepciones, experimentos y acciones de miles de millones de personas. La responsabilidad de hacer que suceda no está sobre los hombros de ningún grupo o persona. Nadie va a tener el crédito, pero todos pueden contribuir”.
Antes de Elaine Ingham, se creía que los hongos y microorganismos del suelo no cumplían ningún rol relevante, y que solamente “estaban ahí”. Dr. Ingham describió la trama trófica del suelo, comprendiendo la interacción entre las raíces de las plantas, sus exudados, las bacterias y los hongos, los nemátodos y los protozoos, los microartrópodos y la liberación de nutrientes biodisponibles para las plantas. Promueve a través de la educación una agricultura regeneradora de la vida del suelo, libre de productos tóxicos y de insumos externos. Una de mis frases favoritas de Dr. Elaine es: “Si queremos agua limpia, tenemos que recuperar la biología de nuestros suelos. Si queremos cultivar y cosechar, tenemos que construir suelo y fertilidad en el tiempo, no destruirla. La única forma para alcanzar estos objetivos es mejorar la vida en el suelo”.
A estas mujeres en ciencias no les ha bastado con descubrir y comprender. Han sentido la necesidad de comunicar y compartir sus descubrimientos, transformar a las personas y con ello, las relaciones que establecen con el mundo.
