En el Día de la Tierra es precisamente ella quien, más que nunca, nos sorprende y nos golpea mostrándonos la fragilidad de la vida. Primero con la sequía más profunda de la que tengamos memoria en el país y luego con una pandemia mundial que ha impactado nuestra manera de vivir, de relacionarnos y que ya cobra más de 140.000 muertos en el mundo. No queda otro camino que reflexionar al respecto y ser muy responsables con las acciones que tomamos para enfrentar este nuevo contexto.
La ciencia nos muestra señales de que la crisis del coronavirus (Covid-19) va a pasar, ya sea por la creación de una vacuna o por las profundas medidas de distanciamiento social que se han aplicado en el mundo. Sin embargo, la crisis hídrica no tiene signo alguno que nos haga pensar que es algo pasajero. Ésta parece ser una condición permanente dada la baja de precipitaciones y la deficiente gestión del recurso. Dar solución a la escasez hídrica es urgente, pues el acceso a agua no es solo una necesidad básica de todo ser humano, sino también una herramienta clave para la superación de la pobreza y el desarrollo saludable de las comunidades.
Aún con más urgencia hoy, cuando el factor higiene es vital para evitar contagios y seguir propagando el virus. Por lo que, es urgente ser capaces como país de determinar y priorizar planes de acción concretos con resultados en el corto plazo y dirigidos a las zonas donde la situación es más crítica.
La innovación es la clave para salir adelante. En Fundación Amulén tenemos la convicción de que el camino de la innovación es la herramienta más poderosa para conseguir cambios sustanciales en el corto plazo en beneficio de las personas.
El agua, su disponibilidad y gestión, deben ser parte central de la agenda social de nuestro país. Mejorar las condiciones de las personas que viven en la ruralidad y que carecen de este recurso básico es urgente. Ellos no pueden seguir esperando.
