Gestión integral de residuos sólidos urbanos en ciudades circulares

La ciudad circular se percibe como un “ecosistema urbano”, en donde todas las partes o sistemas se relacionan entre sí y generan propiedades emergentes características de cada una.

Actualmente, la economía circular se ha convertido en una herramienta fundamental para conseguir algunas de las metas propuestas por los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). En específico, el ODS 11 “Ciudades y Comunidades sostenibles”, se enfoca en lograr que las ciudades sean inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles, considerando metas como reducir el impacto ambiental negativo per cápita de las ciudades, prestando especial atención a la calidad del aire y la gestión de los desechos municipales y de otro tipo. Es en este ámbito que el concepto de ciudad circular toma vital importancia, específicamente en la gestión integral de residuos sólidos urbanos.

Claudia Crovetto

Las ciudades han jugado un papel relevante desde épocas preindustriales y han sido los centros neurálgicos del desarrollo económico mundial. A pesar de ocupar tan solo 3% de la superficie terrestre, las ciudades concentran más de la mitad de la población y generan cerca de 80% del PIB mundial (BID, 2020). Las ciudades son el origen de variados problemas ambientales, como la fragmentación de hábitat, cambios en el uso de suelo, pérdida de biodiversidad, cambios en el microclima (islas de calor), deforestación, contaminación ambiental, entre otros. Esto, acompañado también de problemas sociales importantes como el número creciente de habitantes en barrios pobres, la segmentación o desigualdad territorial, déficit de infraestructuras como carreteras, construcciones, espacios públicos y servicios sobrecargados como lo es la recogida de residuos, el transporte y los sistemas de agua y saneamiento. El nivel de impacto ambiental y social que tenga una ciudad se asocia a varios factores que dependen en gran medida de los modelos de crecimiento adoptados, muchas veces basados en una planificación urbana deficiente e improvisada que no permite un uso sostenible del territorio. Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), las ciudades son responsables del consumo de 75% de los recursos naturales, 66% de la energía producida y 54% de los materiales del mundo, y se espera que para 2050 consuman el 80% de los alimentos disponibles. Adicionalmente, las ciudades emiten entre el 50% y el 80% de los gases de efecto invernadero globales y generan la mitad de los residuos sólidos del planeta.

América Latina y el Caribe no escapa a esta tendencia, siendo la región con la urbanización más rápida del planeta, las ciudades generan 160 millones de toneladas de desechos sólidos al año, de los cuales únicamente se recicla alrededor de 3%. (BID, 2020)

La circularidad se implementa y se mide en base al concepto de las 7R´s: Repensar, Rediseñar y Reducir minimizando la generación de residuos y la contaminación desde la etapa de diseño; Reusar favoreciendo el diseño y producción de productos de usos múltiples; Reparar poniendo el foco principal en el mantenimiento por sobre el cambio a nuevos productos; Reciclar a través de la separación en origen y la valorización de residuos, produciendo en base a ciclos cerrados y circulares donde estos residuos se incorporan a la cadena productiva como nuevas materias primas; Recuperar incorporando el material orgánico en el ciclo biológico para la regeneración de sistemas naturales y maximizar la valorización energética de los desechos inorgánicos producidos. El concepto de ciudad circular se basa en aplicar estos principios e indicadores para la planificar y gestionar los procesos urbanos.

Desde esta perspectiva, la ciudad circular se percibe como un “ecosistema urbano”, en donde todas las partes o sistemas se relacionan entre sí y generan propiedades emergentes características de cada una. De esta manera, la circularidad se produce cuando implementamos proyectos que consideren estas interrelaciones y que permitan optimizar el funcionamiento de una ciudad a través de medidas como la creación de infraestructura verde, sistemas de transporte público sostenible y de calidad, eficiencia y autoabastecimiento energético, planificación urbana sostenible, construcción y desarrollo inmobiliario circular, eficiencia hídrica y manejo integrado de cuencas hidrográficas, conservación del patrimonio natural y cultural, gestión integral de residuos sólidos urbanos, entre otros. El concepto principal es que el desarrollo y funcionamiento de las ciudades se base en el equilibrio de los componentes ambientales, sociales y económico, teniendo como objetivo principal lograr un desarrollo urbano sostenible.

Actualmente, uno de los grandes problemas que ha generado la adopción de un modelo de economía lineal basado en extraer, producir, consumir y eliminar, es la elevada generación de residuos que producimos. Según el Informe del Estado del Medio Ambiente de Chile 2021, en el 2019 se generaron cerca de 20 millones de toneladas de residuos en nuestro país. El 96,9% equivale a residuos no peligrosos y el 3,1% a residuos peligrosos. Del total de residuos no peligrosos generados, el 79% fue eliminado y el 21% valorizado. Es importante destacar que la Región Metropolitana es la que concentra el mayor porcentaje de producción de residuos en el país, siendo una de las más urbanizadas también.

La economía circular postula que debe existir una transición hacia una cultura de vertido o residuo cero, ya que su objetivo principal es crear un sistema que permita transformar el modelo lineal a un modelo circular, donde todo se aprovecha y no existen desechos, ya que éstos se mantienen en el ciclo, incorporándose de nuevo en la cadena de suministro a través del reciclaje y valorización. Sin embargo, hay que tener en cuenta que, dentro de los principios de la Economía Circular, la etapa de reciclaje se debe aplicar siempre y cuando se hayan aplicado las otras R´s mencionadas. Se privilegia las etapas como el repensar la forma de extraer, producir y consumir, eliminando los residuos y la contaminación desde el diseño; el uso compartido de productos, la transición entre vender productos a ofrecer servicios, eliminar la obsolescencia programada aumentando la vida útil de los productos, fomentando así la mantención y reparación antes que la compra o recambio por un producto nuevo y regenerar los sistemas naturales.

Es por esto que la gestión integral de residuos apunta a implementar estrategias (como la aplicación de las 7R´s) que promuevan, en primera instancia, la prevención de la generación de desechos. De no poder evitar su producción, se debe apuntar a implementar medidas que permitan separar adecuadamente los residuos en origen proponiendo un tratamiento adecuado para su valorización ya sea a través del reciclaje o la recuperación de energía. Es esencial involucrar a la ciudadanía y las organizaciones territoriales, sensibilizando y promoviendo la consolidación de cadenas colaborativas que permitan sostener este sistema integral en el tiempo.

La transición hacia modelos circulares prevendría la generación de 20 millones de toneladas métricas de desechos sólidos al año, lo que equivale a la producción anual de residuos sólidos urbanos de Corea del Sur, Sudáfrica, Canadá (BID, 2020). Además, si consideramos que los gobiernos municipales en los países en vías de desarrollo suelen destinar entre el 20% y el 50% de su presupuesto al manejo de residuos sólidos urbanos (Banco Mundial, 2019), implementar medidas de circularidad en las comunas o territorios, disminuiría la carga sobre los sistemas de manejo de estos residuos, por lo que quedarían recursos económicos disponibles que los gobiernos locales podrían destinar para el abastecimiento de otros bienes y servicios de desarrollo ciudadano.

El concepto de ciudad circular como estrategia e instrumento de planificación, monitoreo y evaluación de planes de desarrollo urbano, ya ha sido utilizado en algunas ciudades del mundo, como Ámsterdam, Ciudad del Cabo, Copenhague, Londres, Seúl, o Tel Aviv. A su vez, existen ciudades como Berlín, París o Toronto, que han comenzado enfocándose en intervenciones sectoriales como el diseño y construcción de infraestructura verde urbana con criterios de circularidad para potenciar la provisión de servicios ecosistémicos y regeneración de sistemas naturales. También encontramos iniciativas como la colección de materia orgánica de hogares, establecimientos comerciales y colegios para transportarlos a una planta de biodigestión comunal, transformándolos en fertilizantes para la agricultura periurbana y en biogás que se inyecta en la red de gas de la ciudad; plataformas digitales que promueven la transacción entre empresas con materiales de desechos y empresas que podría utilizar dichos materiales como insumos; impulsar la movilidad sostenible como lo es el caso de la ciudad de Calcuta donde el gobierno y el sector privado han unido esfuerzos para diseñar y poner en marcha un programa piloto de autobuses impulsados por biogás, que a su vez es generado a partir de estiércol de vaca, entre muchas otras propuestas en base a los principios de la circularidad.

La fundación Ellen McArthur ha impulsado la Circular Cities Network, una red global de ciudades pioneras en la aplicación de iniciativas para la optimización de recursos y la mejora de la sostenibilidad urbana (BID,2020). Los resultados obtenidos nos hacen plantearnos la urgente necesidad que existe de lograr una transición hacia la circularidad a nivel urbano, siendo clave para crear ciudades cada vez más sostenibles y resilientes, mejorando la calidad de vida de todos sus habitantes.

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