En la ciudad del ruido

El ruido no afecta por igual a todas las personas. Lo han demostrado investigadores de la Universidad Diego Portales, con un estudio dedicado a la percepción del ruido por parte de peatones. Quienes caminan en barrios de ingresos medio-altos, asocian el ruido a experiencias negativas de caminata, mientras que los peatones en zonas de bajos ingresos tienen la experiencia contraria.

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Santiago

Las ciudades nunca habían sido tan silenciosas como durante la pandemia. Es uno de los pocos cambios positivos generados por la emergencia sanitaria: debido a las restricciones a la movilidad, los niveles de ruido han bajado considerablemente en ciudades de todo el mundo. Solo en Santiago, después del primer mes de toque de queda, el ruido nocturno disminuyó un 75%, según un estudio de la Universidad Autónoma. En el Día de la Conciencia sobre el Ruido es clave preguntarse cómo mantener los beneficios acústicos cuando volvamos a la anhelada normalidad.

Todo apunta a la responsabilidad del transporte. El Ministerio de Medio Ambiente estima que el 70% del ruido está asociado al tráfico vehicular. Los mapas de ruido elaborados para algunas ciudades chilenas parecen confirmarlo, ya que las zonas con mayor contaminación acústica corresponden a las autopistas y a las principales avenidas. Según el SIEDU – Sistema de Indicadores y Estándares de Desarrollo Urbano, cuatro comunas de la Región Metropolitana tienen más de mitad de su población expuesta a niveles de ruido diurno inaceptables: son Santiago, Vitacura, Independencia y Lo Espejo. La contaminación acústica parece ser democrática sin hacer diferencias entre comunas ricas y pobres.

Sin embargo, el ruido no afecta por igual a todas las personas. Lo han demostrado investigadores de la Universidad Diego Portales, con un estudio dedicado a la percepción del ruido por parte de peatones. Quienes caminan en barrios de ingresos medio-altos, asocian el ruido a experiencias negativas de caminata, mientras que los peatones en zonas de bajos ingresos tienen la experiencia contraria: los mayores niveles de ruido se encuentran justo en las áreas que ofrecen mayores servicios (comercio, salud, transporte…) y que, por ende, benefician más los habitantes locales. El ruido es casi el costo que pagar para acceder a servicios básicos en comunas con menos oportunidades.

Por estas razones, es fundamental reducir los niveles de tráfico urbano, sobre todo en aquellas áreas por donde transitan autopistas y avenidas. En tiempos normales, el tráfico determina una exposición constante para quienes viven en proximidad de grandes arterias viales, afectando también la vivibilidad y la vitalidad de sus entornos. Chile ya ha tomado algunas medidas prohibiendo la venta de vehículos que no cumplan con los niveles máximos de ruido, pero es necesario dar un paso más, con una reducción estructural del ruido generado por el transporte. Las calles silenciosas de la pandemia son la mejor demostración de que se trata de un cambio deseable: toca a nosotros hacer que este cambio se vuelva también realizable.

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