El Covid-19 ha disparado la preocupación por los efectos del ruido

Como resultado del lockdown global para reducir el desplazamiento –y con ello la transmisibilidad del virus- la actividad económica, principal causa de la contaminación acústica, se ha visto notoriamente reducida; permitiendo con ello “descubrir” que nuestro umbral de preocupación debiera estar más sensibilizado por el impacto del ruido en la sociedad y en su entorno.

Desde el inicio de la pandemia se ha producido un aumento en la sensibilidad al ruido de las personas en confinamiento. Y con ello los reclamos por ruidos molestos, no sólo ocasionado por otros vecinos, sino que por actividades antes tolerables, como la carretera cercana, el jardinero que usa un soplador de hojas, las motocicletas, camiones de servicio y los aviones.

Jaime Delannoy, socio Colegio de Ingenieros en Acústica y subdirector Escuela de Comunicación Duoc UC.

No sólo los humanos nos vemos afectados por la contaminación acústica. Diversos estudios han identificado efectos perjudiciales en la reproducción de aves y otras especies. De ello no ha estado exento el espacio submarino y las especies que allí habitan, al ver sus rutas de alimentación y reproducción copadas por centenares de embarcaciones. Un reciente estudio publicado por la Universidad Austral de Chile mostró cómo en los mares de la Patagonia chilena las ballenas han tenido que modificar sus rutas de migración como resultado del aumento de la contaminación acústica submarina producida por el hombre.

Otros recientes estudios han llevado el nivel de alarma hacia la flora. En un bosque de Nuevo México dominado por pinos piñoneros y enebros, los investigadores encontraron muchas menos plántulas de árboles en sitios ruidosos que en los tranquilos. Ello debido a que el ruido aleja a los animales encargados de esparcir las semillas permitiendo con ello no sólo la renovación sino que la expansión de los bosques.

Pareciera ser que la sociedad ha tomado mayor conciencia (acaso con sorpresa) del grado de contaminación acústica al que estábamos acostumbrados a tolerar.

La inminente certeza de que pasada la crisis de Covid-19 enfrentaremos como sociedad una nueva realidad en la que muchas actividades laborales podrán realizarse (y así ha quedado demostrado) desde los hogares, plantea la necesidad de un nuevo enfoque y paradigma de cómo gestionar la contaminación acústica del futuro; no sólo la que producimos, sino también la que toleramos.

Ello supondrá un esfuerzo país, no sólo de las autoridades encargadas del tema, sino que de la sociedad civil y sus diferentes estamentos: profesionales, profesores, asociaciones gremiales, entre otras para impulsar la revisión y creación de normativas de carácter obligatorio que permitan mejorar nuestros estándares (como la actual revisión de la norma técnica NCh 352/1 Of.2000 de Aislamiento Acústico en viviendas) y –con ello- dotar a la población de un más saludable ambiente acústico.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Ingrese su nombre aquí