El bosque esclerófilo es una formación vegetal propia de la zona de clima mediterráneo en Chile. Las especies que lo conforman poseen características xeromórficas, con el tipo de hoja perenne o siempreverde, duras, que les permiten resistir períodos de sequía prolongados durante el verano. Dentro de él predominan arbustos y árboles esclerófilos, arbustos bajos xerófitos, árboles espinosos y laurifolios, suculentas, entre otros. Se encuentra en la zona central de Chile, una de las más pobladas y desarrolladas del país; sin embargo, este tipo de ecosistema no es suficientemente conocido.
Este bosque nos provee de variados servicios ecosistémicos, como la captación de CO2, ayudan a disminuir la contaminación atmosférica capturando material particulado, reducen la temperatura y el ruido, ayudan a disminuir la erosión y prevenir aluviones, ayudan a infiltrar aguas lluvias y albergan un enorme porcentaje de la biodiversidad endémica del país.
El cambio climático, la prolongada sequía (con hasta un 90% de déficit de precipitación en algunos lugares) y el cambio de uso de suelo dentro de esta zona, ya sea con fines agrícolas, mineros, forestales o de urbanización; ha generado una alta fragmentación de hábitat que se traduce en una pérdida importante de la biodiversidad de estos bosques, los cuales poseen una alta fragilidad encontrándose sólo en cinco lugares del mundo donde existen ecosistemas de clima mediterráneo. En especial, debido a las características geográficas del país, nuestros bosques esclerófilos presentas un alto grado de endemismo, donde encontramos especies únicas que sólo crecen en este lugar, lo que los hace más frágiles e importantes para el equilibrio ecosistémico de la zona central.
Junto con esto, una de las principales amenazas que enfrenta hoy el bosque esclerófilo es la mayor ocurrencia de los incendios forestales, como consecuencia del cambio climático, la acción del hombre, los cambios en el paisaje y uso de suelo.
Los incendios forestales pueden ser por causas naturales o provocados por el hombre; sin embargo, en Chile, casi el 98% de ellos son por causas antrópicas. Según Conaf, existen cuatro grupos de causas de incendios forestales: incendios accidentales, intencionales, naturales y causa desconocida. El incendio es del tipo accidental, cuando se han tomado las precauciones del caso y aún así ocurre el incendio. Vale destacar que, dentro del grupo de causas accidentales, se encuentran también los incendios del tipo negligente y esto corresponde a cuando hay descuido en alguna de las precauciones y se inicia el fuego. El tipo intencional corresponde a cuando el objetivo es prender fuego, causando o no causando daño. El tipo natural, referida a fuentes naturales de incendio, tales como, rayos y erupciones volcánicas. El tipo desconocido, referido a incendios en que la causa es desconocida o indeterminada.
Hay que tener en cuenta que existen distintos tipos de incendios forestales. Los incendios subterráneos son aquellos en que le fuego se propaga por debajo del suelo, quemando raíces y materia orgánica; pueden aparecer focos de incendio en distintas partes al mismo tipo, ya que el fuego se propaga por los orificios y espacios de aire que dejan las mismas raíces bajo el suelo. Son lentos pero peligrosos y difíciles de controlar, sale poco humo y pueden arder por semanas sin ser percibidos. Los incendios rastreros que se dan a nivel del suelo, eliminan plantas y árboles pequeños, dañando la corteza de los árboles adultos, el fuego se propaga en forma horizontal sobre la superficie del terreno, desde el suelo y hasta 1,5 metros de altura aproximadamente. Y por último encontramos los incendios de copas, los cuales eliminan la copa de los árboles ayudados por el viento y en algunos casos en lugares con pendiente pronunciada, donde se consume la totalidad de la vegetación, son muy destructivos, peligrosos y muy difíciles de controlar.
En el caso del bosque esclerófilo, este peligro se ve acentuado por la pérdida de resistencia que ha sufrido en los últimos años debido a la mega sequía que ha experimentado la zona central de Chile. El pardeamiento del bosque esclerófilo o “browning”, es un proceso en el cual el bosque pierde su verdor debido a la escasez hídrica a la que se ve sometido. Esto aumenta su inflamabilidad, lo hace más propenso a que se produzcan incendios forestales ya se por la acción del clima (olas de calor) o por acción humana directa o indirecta.
En el año 2019 se observó la pérdida de resistencia del bosque, la cual se vio reflejada en que casi un tercio de su superficie disminuyó su verdor, principalmente en la zona de la precordillera andina de Santiago. Variadas plantas nativas, como peumos, litres, quillayes y otras especies, tornaron sus hojas verdes en color café, evidenciando que un porcentaje elevado de árboles, arbustos y herbáceas que se habían secado.
Este fenómeno, junto con los otros factores mencionados anteriormente, hacen que el bosque esclerófilo sea extremadamente vulnerable frente a los incendios forestales, lo que significa, no sólo un peligro para su supervivencia, sino también para la población y asentamientos humanos que viven cerca de este tipo de ecosistema. Es difícil determinar la capacidad de resiliencia que tendrán las especies frente a este tipo de problema, sobre todo si consideramos que el Sexto Informe de Biodiversidad del Ministerio del Medio Ambiente, estableció que la tasa de pérdida de su superficie anual tuvo un aumento 187,5%, luego de analizar los períodos 2006-2014 y 2014-2018.
Es importante considerar estrategias integrales de prevención para proteger el bosque esclerófilo, no sólo de los incendios forestales, sino también de las diferentes causas que han provocado su actual deterioro. Sin duda, la creación de áreas silvestres protegidas debiera ser la principal estrategia para prevenir que este ecosistema siga degradándose. Respecto a los incendios forestales, el rol de la educación ambiental es clave para poder enseñar sobre la importancia de estas formaciones vegetales, cómo protegerlas e implementar medidas que permitan prevenir la ocurrencia de los incendios, por acción del hombre, en estas zonas. A su vez, la creación de zonas buffer o de amortiguamiento en la interfaz urbano – rural que permitan contener o mitigar la expansión de los incendios, la limpieza y fiscalización de microbasurales, la extracción de material vegetal inflamable, entre otras medidas, permitirían disminuir el grado de inflamabilidad de estas áreas, previniendo la aparición de estos fenómenos.