Luego del daño ambiental generado el 2004, el humedal del Río Cruces ha sido objeto de numerosos estudios, monitoreos e investigaciones que permitieron avanzar en su conocimiento y conservación, dadas sus características complejas y únicas.
Los datos recogidos hasta 2020 fueron bastante alentadores, dado que se evidenciaba la recuperación no solo de su flora sino que también de su avifauna, especialmente de cisnes de cuello negro que son icónicos del lugar. Sin embargo, los análisis realizados por varios equipos de investigadores de la Universidad Austral de Chile sugieren que la situación ha cambiado en los últimos dos años, luego que se registrara una importante disminución de la población de Cisnes de Cuello Negro (Cygnus melanocoryphus) y una evidente escasez de luchecillo, su principal alimento.
El Dr. Ignacio Rodríguez, director ejecutivo del CEHUM, explicó que “hemos estado activamente recabando y produciendo información, y visitando con mayor frecuencia el humedal a partir de la alerta informada por Conaf a finales del 2020 por cambios notables en el color del agua y por la ausencia y daño en el luchecillo (Egeria densa). En esa ocasión, la corporación también informó de una sustancial reducción en el número de cisnes en el Santuario (luego de alcanzar el máximo histórico) de 22.419 individuos en mayo de 2020 a 5.166 individuos en julio de 2020”.
Luego de la primera alerta y las visitas a terreno, Rodríguez aseveró que “hemos observado vastas secciones del santuario con pérdida significativa de luchecillo, mientras que en los lugares en que las plantas estaban presentes, notamos diferencias de coloración entre secciones de las plantas. Con la información que se analizó desde varios laboratorios, incluyendo el Laboratorio de Biología Vegetal de la UACh liderado por la Dra. Alejandra Zúñiga, pudimos comprobar que ciertas secciones de las plantas presumiblemente más antiguas poseían una ¨costra biológica¨, se veían de color café a negro, mientras que los brotes nuevos se veían de color verde claro. A partir de los primeros análisis de laboratorios notamos que las secciones más oscuras poseen concentraciones mayores de hierro que las partes más claras. Estas concentraciones son en promedio diez veces más bajas en comparación con 2004, pero de igual manera urge poner atención a este fenómeno que se describió como la causa más probable de la migración y muerte de cisnes en el río Cruces en ese evento”.
A partir de ese momento, el CEHUM coordinó a un grupo de investigadores de la UACh para abordar la situación desde una mirada interdisciplinaria, de acuerdo al mandato que tiene de anticiparse a posibles efectos de amenazas naturales o antrópicas que afectan su sustentabilidad.
El cambio climático ya está aquí: efectos directos sobre el humedal
El Dr. Ignacio Rodríguez indica que el humedal está siendo directamente afectado por el cambio climático, especialmente en la baja de su caudal, lo que genera diversas consecuencias. El ecotoxicólogo sostuvo que la DGA ha constatado una baja sustancial del caudal del humedal del río Cruces en varios momentos del año, alcanzando una disminución de hasta un 74%. “Esta baja de caudal impacta directamente en la capacidad de dilución de contaminantes van a dar al río Cruces y que provienen de diversas fuentes, por lo que urge discutir alternativas para reducir los vertidos al río Cruces tanto de fuentes puntuales y difusas dentro de la cuenca y controlar el impacto que estas puedan generar en el sistema”, indicó.
Por otra parte, la megasequía que afecta a nuestro país generó una enorme migración de cisnes de cuello negro desde el norte hacia el humedal desde el 2014, lo que sobrecargó el sistema de una forma nunca antes vista. En este sentido, el ornitólogo y coordinador científico del CEHUM, Dr. Jorge Tomasevic, afirmó que “el número de cisnes observado en mayo de 2020 superó en 4 veces la cantidad normal de cisnes en los años 90 que fue el último periodo de estabilidad poblacional antes del daño ambiental del 2004. Esto redujo sustancialmente la cantidad de luchecillo en el santuario, lo que combinado a la acumulación de hierro en el luchecillo puede haber reducido la capacidad de recuperación de la planta”.
Esto se evidencia analizando los momentos de máximos poblacionales para los cisnes: mientras que previo al 2002 los máximos se producían en verano, a partir del 2014 los máximos poblacionales se observan en otoño-invierno. Estas diferencias se pueden explicar a juicio de Jorge Tomasevic “porque previo al 2002, los máximos poblacionales están principalmente influenciados por el evento de reproducción de la temporada (producción de nuevos individuos), mientras que post-2014, los máximos están principalmente influenciados por la combinación de reproducción (local) e inmigración desde otros humedales, posiblemente desde la zona central de Chile”. Adicionalmente, Jorge Tomasevic indicó que “durante salidas a terreno realizadas entre noviembre 2020 y marzo 2021, observamos un retraso en el periodo de reproducción de los cisnes, donde observamos pollos de cisnes en el Santuario a partir de diciembre (cuando lo normal es que comience en el mes de julio). “Este fenómeno se está observando también este año, posiblemente por la baja oferta de alimento en el santuario dado que el luchecillo no se ha recuperado luego de la sobrecarga del año pasado, por lo que es importante monitorear cómo se da la reproducción de cisnes hasta el otoño del próximo año”, agregó.
Asimismo, una investigación financiada por el CEHUM y ejecutada por el Dr. Juan Navedo del Bird Ecology Lab de la UACh, permitió monitorear el comportamiento y los movimientos de gran escala de los cisnes de cuello negro, mediante collares GPS. Este estudio ha logrado establecer la migración de estas aves hacia el norte (regiones de la Araucanía y Bio Bio), dato fundamental en este contexto de cambio climático. Sabemos que los cisnes están migrando constantemente y no hay mortalidad como ocurriera el 2004. Esto nos hace pensar, gracias al monitoreo de los cisnes con collares GPS, que los cisnes se han desplazado hacia el norte durante este año, seguramente a zonas donde existe más alimento”, concluyó Tomasevic.
Nuevas miradas, nuevos acuerdos
Con el diagnóstico sobre la mesa, los investigadores de la UACh sostienen que urge cambiar la mirada sobre la cual se están tomando decisiones sobre el humedal del río Cruces y reforzar su estudio aplicando nuevas metodologías. Así, el Dr. Rodríguez comentó que “es fundamental considerar las nuevas variables que están impactando al humedal, donde el cambio climático juega un rol acelerador o sinérgico de otras variables ecológicas o ambientales que actúan simultáneamente sobre este ecosistema”. Al respecto, el CEHUM propone las siguientes medidas:
En primer lugar, aumentar la instrumentación en el humedal en particular dentro del área designada como Santuario y sitio RAMSAR donde al día de hoy no existen instrumentos que recaben información básica de manera permanente, con el objetivo de realizar un seguimiento constante y en línea de su estado de salud y que complementen los datos que se han obtenido durante más de 6 años por el programa de monitoreo del Santuario y otras proyectos de investigación que lleva adelante la Facultad de Ciencias de la UACh. Un ejemplo de ello es el sistema de alerta temprana, más conocido como “Humedata” que está siendo desarrollado y afinado por el CEHUM y el Leufülab de la UACh en base a barriles de cerveza en desuso, que ya está en fase piloto y en búsqueda de financiamiento.
En segundo lugar, considerar las diferencias físicas de los sectores del río Cruces, ya que la zona del Santuario corresponde a un humedal geomorfológicamente distinto con profundidades y extensiones de agua muy diferentes que las áreas monitoreadas aguas arriba, por lo cual los puntos de monitoreo de parámetros físico-químicos deben ampliarse.
En tercer lugar, promover la utilización de soluciones que permitan reducir los efluentes y la contaminación difusa de las diversas actividades productivas que de la cuenca que caen a las aguas del río Cruces y así disminuir la carga contaminante. En este sentido el CEHUM ha trabajado ampliamente en soluciones basadas en la naturaleza, como humedales depuradores que son algunas de las alternativas probadas y con resultados efectivos.
En cuarto lugar, realizar un seguimiento específico al luchecillo tendiente a monitorear sus niveles de hierro y un diseño experimental que permita descartar factores diferentes a la contaminación.
A juicio del director del CEHUM nada de esto será posible si no existe la voluntad científica y política de llegar a acuerdos de colaboración y trabajo conjunto entre la academia, la sociedad civil, las autoridades y los privados. “Nos interesa recalcar que para lograr conservar este humedal de riqueza única en el país es necesario generar nuevos consensos, coordinar esfuerzos de investigación y monitoreo permanente, y avanzar en la aprobación de normas basadas en los impactos en el cuerpo receptor (humedales) y no solo en los emisores, como lo son por ejemplo las normas secundarias de calidad de aguas”. Además, puntualizó que “hoy nuestra región se encuentra declarada como zona de escasez hídrica, lo que refleja que las autoridades del Estado han sopesado el impacto que generan los cambios en el clima. Esperamos lograr los acuerdos necesarios de manera acelerada para enfrentar este complicado escenario y la generación de cambios en la dirección de la conservación de la naturaleza que es la que provee del agua”.