Día de la Tierra: una arenga a la acción

Es imperativo dejar de lado los diagnósticos y comenzar a impulsar soluciones concretas. Esto implica, en primer lugar, reducir los consumos en el norte global.

Crédito: Nicolás Aguilera.

Hoy celebramos un nuevo Día de la Madre Tierra, y, sin duda, todo lo que este planeta nos provee y la vida que sostiene es para alegrarse. Sin embargo, hay que reconocer que nuestra especie ha generado un daño de gravedad en la sostenibilidad de la vida. Nuestro modelo de desarrollo y consumo ha desencadenado una serie de crisis, entre las que destacan, la crisis climática y ecológica.

Pamela Poo, directora de Políticas Públicas e Incidencia en Fundación Ecosur 

Los datos nos indican que ambas crisis son irrefutables. Naciones Unidas plantea que ya no basta con sólo conservar la naturaleza, sino que debemos avanzar en la restauración de los ecosistemas. Por ello, declaró el decenio de 2021-2030 para que los países profundicen dicho trabajo. Por otra parte, el IPCC nos indica que por cada décima que aumenta la temperatura del planeta, los efectos serán exponenciales. Por ende, tendremos más olas de calor, incendios y consecuencias graves para la salud y la obtención de alimentos.

Sumado a lo anterior, UNICEF señala que al menos 43,1 millones de niños y niñas sufrieron desplazamientos internos debido a causas meteorológicas en el período 2018-2023, con el 95% de estos desplazamientos atribuidos a inundaciones y tormentas. Además, entre 2010 y 2015 hemos perdido 32 millones de hectáreas de bosques primarios. Se advierte que, si continuamos en la misma tendencia, para 2050 el 90% de las 19.859 especies de vertebrados terrestres perderán su hábitat natural debido a la expansión agrícola.

Naciones Unidas estima que aproximadamente 55 millones de personas en todo el mundo se ven directamente afectadas por sequías cada año, convirtiéndola en el riesgo más grave para el ganado y los cultivos en casi todas partes del mundo. Por otro lado, la CEPAL informa que al menos el 40% de todos los conflictos internos en los países en los últimos 60 años han estado relacionados con los recursos naturales. Estos enfrentan la depredación y la tensión entre la explotación de recursos no renovables y renovables.

En el contexto nacional, los datos muestran una realidad preocupante. Como botón de muestra según el Sexto Informe Nacional de Biodiversidad, la sequía llegó y lamentablemente para quedarse y esta situación es especialmente grave en la zona que abarca desde los ríos Limarí hasta el Bío Bío, donde se encuentra el 50% de la flora y el 77% de la población urbana del país, y enfrenta un alto riesgo de pérdida de biodiversidad.

Además, de acuerdo con el último informe del estudio de Lancet Countdown Sudamérica, Chile y Perú lideran en tasas de mortalidad prematura atribuible a la exposición constante a la contaminación del aire. Chile encabeza este ranking con 240 muertes por millón de habitantes.

Sumado a lo anterior, el Reporte del Estado del Medio Ambiente 2023 revela que más de 11 millones de habitantes del país residen en zonas declaradas como latentes o saturadas por material particulado fino (MP2,5), lo que aumenta significativamente el riesgo de enfermedades para la población.

Datos más o datos menos, la columna podría extenderse tanto como un libro con la cantidad de datos disponibles. Se ha realizado un sin fin de diagnósticos, incluidos los realizados por los gobiernos de todo el mundo, incluido el nuestro, lo que ha implicado un gasto enorme de recursos. Sin embargo, ante una realidad que ya sabemos cómo y hacia dónde va, es imperativo dejar de lado los diagnósticos y comenzar a impulsar soluciones concretas. Esto implica, en primer lugar, reducir los consumos en el norte global. En el caso del sur, es fundamental implementar una agenda centrada en actividades que fomenten la adaptación y proporcionen capacidades a la ciudadanía para expandir soluciones que se encuentran impulsando, las cuales pueden inspirar a otras comunidades.

Necesitamos hacer una arenga por la vida y la sostenibilidad de esta, un llamado ferviente para y por los más vulnerables, para aquellos que en sus comunidades defienden la tierra y promueven modelos de vida en armonía con la naturaleza. Es imperativo forjar una red social y comunitaria sólida, sin temor, en la que todos colaboremos y ejerzamos presión para impulsar el cambio.

Y en esta arenga debemos atrevernos a soñar lo inalcanzable. Es urgente que la juventud despierte; no todo acontece en las redes sociales. Debemos abandonar los espacios de privilegio y demandar lo incómodo. Es esencial regresar a las calles y hacer oír nuestras exigencias, ejercer influencia en el ámbito político para que cumpla las promesas incumplidas y dejar de respaldar a quienes permiten la destrucción sin límites. Todo esto se hace necesario porque la ventana para limitar el peligro es estrecha: nuestras vidas y los ecosistemas están en riesgo de sufrir graves daños. Ya no podemos esperar a que los gobiernos y las industrias resuelvan el problema; si continuamos con esta mentalidad, sólo nos dirigimos hacia nuestro propio final.

Por último, en esta arenga por la Tierra, es crucial avanzar con esperanza. A lo largo de la historia, los cambios significativos han sido impulsados por movimientos socioambientales en contextos adversos, pero este sin dudas es el más adverso de nuestra historia como humanidad. Ejemplos de transformaciones y acciones positivas llevadas a cabo por ciudadanos son innumerables. Además, muchos gobiernos locales han implementado iniciativas valiosas, por lo que existe un amplio material y aprendizaje disponibles; no es necesario reinventar la rueda. Es fundamental continuar impulsando el cambio incluso si en esta lucha por la sostenibilidad de la vida enfrentamos derrotas, al menos podremos marcharnos con la satisfacción de haber dado todo por aquello que amamos.

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