Depender del automóvil

En el Día Mundial Sin Automóvil, esta afirmación puede parecer en contracorriente, pero la realidad de los lugares que habitamos nos muestra que los vehículos privados siguen teniendo un rol esencial para nuestra movilidad cotidiana.

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Dependemos del automóvil. En el Día Mundial Sin Automóvil, esta afirmación puede parecer en contracorriente, pero la realidad de los lugares que habitamos nos muestra que los vehículos privados siguen teniendo un rol esencial para nuestra movilidad cotidiana. La dependencia del auto se observa cuando las personas dependen en gran medida de los automóviles para sus desplazamientos diarios. Si miramos a distintas realidades de Chile, vemos que las razones de esta dependencia son diferentes.

En algunos casos, dependemos del automóvil porque queremos. Es el caso de muchas grandes ciudades: aquí, la mayoría de los lugares que necesitamos se encuentran cerca de donde vivimos y tenemos a disposición múltiples alternativas – transporte público, bicicletas, caminata – para acceder a ellos. Sin embargo, el automóvil sigue teniendo un rol central. Como muestra la Encuesta de Movilidad de Santiago 2024, del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable, en la capital los viajes en auto han aumentado considerablemente respecto al 2012 y hoy son el 31,7% del total. La mitad de los viajes en automóvil cubren distancias cortas, de menos de cinco kilómetros. El crecimiento del uso del automóvil es el resultado de cambios ocurridos con la pandemia, del aumento de los vehículos en circulación y de la disponibilidad de infraestructura para los automóviles, elementos que han determinado una disminución importante del uso del transporte público.

En otros casos, dependemos del automóvil porque no tenemos alternativas. Es lo que ocurre justo en las afueras de las grandes ciudades. Son lugares donde las bajas densidades de población no permiten un funcionamiento eficiente del transporte público; la forma urbana, no siempre planificada adecuadamente, hace que sea necesario cubrir largas distancias para responder a necesidades básicas; y a lo largo de las calles, las veredas muchas veces son de baja calidad o derechamente ausentes. En este escenario, como demuestra un reciente estudio de Lola Blandin y otros, los habitantes de estas zonas periurbanas perciben que tienen bajos niveles de accesibilidad a los lugares que necesitan. Esta baja percepción influye en sus decisiones de movilidad y aumenta la probabilidad de elegir modos motorizados. La dependencia del automóvil genera altos costos de transporte que, en el caso de no poderlos enfrentar, complican la posibilidad de moverse y satisfacer necesidades básicas.

El Día Mundial Sin Automóvil plantea el desafío de pensar cómo nuestras actividades cotidianas pueden depender menos de los vehículos privados. La respuesta cambia dependiendo de los lugares que consideramos. Para las zonas periurbanas y rurales se trata de un desafío mayor y, frente a la dificultad de promover alternativas, probablemente es necesario reducir el impacto ambiental del uso del automóvil. En cambio, en las grandes ciudades, las alternativas para desplazarse ya existen: se necesitan medidas eficaces para promoverlas y, al mismo tiempo, para desincentivar el uso del automóvil cuando no es necesario. Hay muchos ejemplos en este sentido, desde la tarificación vial adoptada en el centro de grandes ciudades europeas hasta incentivos fiscales para quienes deciden abandonar el auto. Las opciones no faltan. Lo que falta es lograr imaginar una ciudad sin automóvil, por más de un día al año.

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