Agricultura mirando al mar: Un cambio de paradigma

La experiencia internacional y crecientemente nacional, nos demuestra que el agua de mar desalada, utilizada en pocos casos en forma directa y en muchos en forma indirecta (como reúso) y combinada con otras fuentes de agua (fresca, reúso de efluentes, trasvase de cuencas, agua salobre desalada, etc) puede constituir un seguro de supervivencia y de proyección para la actual agricultura, optimización mediante y con definición de modelos de gestión adecuados, y, para una nueva agricultura, desarrollando con esta última nuevos polos de producción de alimentos, los que son imprescindibles para cubrir la demanda mundial por alimentos que se espera se duplique en los próximos 50 años.

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En mi calidad de representante para Chile de ALADyR (Asociación Latinoamericana de Desalación y Reúso), me tocó participar hace un par de semanas en el seminario organizado por el Ministerio de Agricultura, que tenía como principal objetivo situar a la desalación en su rol respecto al potencial uso de esta como una nueva fuente de agua para riego.

Ivo Radic, director de VIGAflow.

Me parece necesario destacar la actitud de las autoridades presentes, tanto de gobierno, como de instituciones técnicas y gremiales, en cuanto a su apertura respecto a evaluar las diferentes opciones de abastecimiento de agua, sin cerrarse a priori a ninguna. Existe, como todos sabemos, una barrera de costo para usar agua desalinizada del mar como fuente para riego, si esta se usa como única fuente y de forma directa, es decir, sin usarla previamente para usos por ejemplo domiciliaros y luego regar con efluentes tratados. No obstante, el concepto de desalar es absolutamente viable y cada vez más necesario como fuente de agua para riego, en diferentes situaciones como, por ejemplo:

  1. Cuando hay problemas de calidad del agua dulce continental, que ha aumentado su salinidad producto de la sequía y el sobre consumo: Desalinizar esta agua surge como alternativa para “poder usar” el agua y a veces para incluso aumentar la productividad de ciertos cultivos al contar con mejor calidad de agua.
  2. Cuando el agua no alcanza: Obtener una porción de agua proveniente de agua desalada del mar, puede ser un factor determinante para poder contar con una fuente adicional, que, combinada con otras fuentes, como agua fresca y efluentes, pueden alcanzar un costo de agua absolutamente viable.
  3. Cuando se quiere hacer agricultura en lugares donde nunca hubo agua: En este caso el agua de mar desalada surge como única opción y puede ser perfectamente viable si se combina con una ubicación con clima favorable, que producirá cosechas más tempranas, quizás con doble floración, con tierras más baratas, etc, y por supuesto con riego tecnificado y sistemas para evitar la evaporación, incluyendo monitoreo con sensores. Si la energía además proviene de fuentes solares, se suma otra ventaja.

La experiencia internacional y crecientemente nacional, nos demuestra que el agua de mar desalada, utilizada en pocos casos en forma directa y en muchos en forma indirecta (como reúso) y combinada con otras fuentes de agua (fresca, reúso de efluentes, trasvase de cuencas, agua salobre desalada, etc) puede constituir un seguro de supervivencia y de proyección para la actual agricultura, optimización mediante y con definición de modelos de gestión adecuados, y, para una nueva agricultura, desarrollando con esta última nuevos polos de producción de alimentos, los que son imprescindibles para cubrir la demanda mundial por alimentos que se espera se duplique en los próximos 50 años.

¿Qué debería seguir ahora que la mirada está puesta también en el mar? Tener políticas públicas y regulaciones que permitan llevar a cabo modelos de gestión del agua que compatibilicen las necesidades de los diferentes usuarios con las fuentes de agua disponibles de cada cuenca, empezando por el consumo humano, tanto en zonas urbanas como rurales, seguido de las demás actividades productivas, la agricultura y por supuesto los requerimientos de agua de cada ecosistema. Un sistema integrado e interdependiente que, mediante los incentivos y controles adecuados, permita que cada usuario acceda a agua en calidad y en cantidad y a un costo viabilice su uso en el largo plazo.

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