La despreocupación asociada al desconocimiento del suelo en Chile, el aumento de su degradación y contaminación está limitando nuestra seguridad alimentaria y más aún, nuestra resiliencia frente al cambio climático. El suelo es el principal soporte de las actividades humanas como proveedor de servicios ecosistémicos; es el sostén físico de la flora y fauna.
A su vez, el suelo es una fuente de los gases de efecto invernadero (GEI), en particular el dióxido de carbono (CO2), debido al uso de la tierra. Asimismo, el suelo es el mayor sumidero de CO2 con una estimación de 1.500 Giga Toneladas (Gt) a 1m de profundidad y 2.400Gt a 2m, tres veces más que la cantidad de CO2 en la atmósfera (750 Gt), y contribuye ampliamente al almacenamiento del CO2 que fue emitido por las actividades humanas. Por lo tanto, el suelo podría contribuir a reducir el impacto del cambio climático si se fomenta una gestión adecuada.
Pero no todos los suelos son aptos para capturar CO2, sobre todo los suelos “naturales”, aún no intervenidos por el humano y que están en un estado de equilibrio. Es necesario entonces enfocarse en los suelos agropecuarios. Varias iniciativas internacionales (“4 por 1000”, Francia) buscan mostrar que los suelos agrícolas pueden desempeñar un papel determinante para la seguridad alimentaria y el cambio climático, a través de prácticas como la agroecología, agroforestería, agricultura de conservación, entre otras.
En este contexto, en Chile nos enfrentamos a varios desafíos: el primero es luchar contra la degradación del suelo, tal como la erosión, que limita su capacidad de almacenaje de carbono. Esta provoca que sea muy vulnerable frente al cambio climático. El 49,1% del territorio tiene algún grado de erosión, en la región de Coquimbo alcanza la cifra de 84%, y afecta a la agricultura, que es la segunda actividad económica de la zona.
El segundo desafío es generar información sobre el contenido en carbono del suelo y su libre disponibilidad para generar nuevas acciones. En Chile, hay que avanzar en una línea de referencia del estado del suelo. ¿Cómo medimos el contenido el carbono del suelo de manera eficiente y a bajo costo, el cual varia espacial y temporalmente? Las medidas directas a través de análisis de muestras de suelos son caras y muy difícil de aplicar a gran escala. CIREN posee información del 25% del territorio nacional. Por lo tanto, es necesario definir métodos indirectos fáciles de implementar y de menor costo, usando imágenes satelitales, que permitirían tener rápidamente nuevos indicadores.
Es necesaria esta reflexión en estos tiempos donde la seguridad alimentaria y la resiliencia de la agricultura al cambio climático requiere de nuestra atención como sociedad. Ambos temas son para CIREN, dos líneas prioritarias donde desarrollamos investigaciones y estudios mediante nuevas tecnologías. CIREN, con la generación de información georeferenciada de alto valor y calidad permite ampliar el conocimiento del suelo de Chile, apoyando a la restauración y/o rehabilitación de aquellos suelos degradados, contaminados, mejorando las prácticas para una gestión sostenible del recurso suelo, disminuyendo las emisiones y aumentando el secuestro de carbono en el suelo, con el fin de atenuar los efectos del cambio climático.