Observatorio volcanológico proyecta extender monitoreo a Argentina

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Con una Alerta Naranja vigente en el volcán Copahue en la Región del Biobío; una simulación de erupción realizada el viernes en el volcán Hudson de la región de Aisén, y el anuncio de la ampliación de la red de seguimiento a territorio de Argentina, el Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin) está conmemorando el aniversario número 18 del Observatorio Volcanológico de Los Andes del Sur (OVDAS), que realiza desde Temuco (689 kilómetros al sur de Santiago) el seguimiento a la red más extensa de monitoreo volcánico en el mundo, con 43 macizos y 190 estaciones sismológicas. El observatorio es seguido por su similar de Rusia en Kamchatka, que monitorea a 36 volcanes; el de Indonesia, con 30 volcanes; y el de Alaska, con 24 volcanes.

 

El director nacional del Sernageomin, Rodrigo Álvarez, comentó que “el avance del monitoreo volcánico suele ser la consecuencia de una crisis. En Estados Unidos, la erupción de 1980 en el Monte Santa Helena provocó muchas muertes y pérdidas económicas. Antes de eso, Estados Unidos sólo hacía seguimiento en Hawaii; en Colombia, por otra parte, la erupción del Nevado de Ruiz, en 1985, generó un impacto aún mayor y también motivó que ese país se adelantara al conocimiento volcánico en la región sudamericana. En Chile, la erupción del volcán Chaitén en 2008 tuvo un impacto socioeconómico enorme. Esto provocó que el país pasara de monitorear apenas 12 volcanes, a los 43 volcanes a los que se hace seguimiento en la actualidad. Todos estos casos son paradigmáticos, y tienen en común que motivaron fuertes inversiones estatales para sustentar observatorios volcanológicos capaces de entregar alertas tempranas o anticiparse a las erupciones”.

 

La autoridad agregó que “la idea es que el país no esté esperando nuevas crisis para hacer las inversiones necesarias. Con eso de trasfondo, la red chilena está viviendo varias particularidades. Una de ellas es esta fase de colaboración internacional, con el Servicio Geológico y Minero (Segemar) de Argentina y el Ministerio de Relaciones Exteriores de ese país, para la instalación y actualización de equipamiento que haga más robusta a esta red, y sirva tanto a chilenos como argentinos, que son en este caso los que suelen verse más afectados por cenizas volcánicas”.

 

De momento, el volcán Copahue es el único sector donde existe equipamiento instalado en el lado argentino (provincia de Neuquén), pero ya existe un plan de cooperación para estudiar prioritariamente el volcán fronterizo de Laguna del Maule (en Chile, comuna de San Clemente, y en Argentina, Malargüe, en la provincia de Mendoza). En esta zona se han detectado al menos 36 centros de emisión, lo que ha motivado incluso el interés de la Universidad de Wisconsin de Estados Unidos, que pretende instalar su tecnología a contar del verano. Otros proyectos de cooperación binacional e instalación de equipamiento sismográfico a los dos lados de la frontera podrían implicar a los volcanes Lanín, Maipo, San José y Planchón Peteroa.

 

Por lo pronto, la autoridad del Sernageomin informó que este 27 de octubre, una comitiva de 5 volcanólogos chilenos viaja a la localidad argentina de Caviahue, que está a 9 kilómetros del volcán Copahue de la región del Biobío, para instalar equipamiento nuevo. La institución señaló que se trata de mantenimiento preventivo y correctivo de las estaciones de vigilancia Hito, Frontera, Mellizas, Máquinas, Copahue, Bosque y Nodo Caviahue, las que se encuentran en la frontera binacional.

 

El geólogo Hugo Moreno, uno de los fundadores del OVDAS, comenta que «debido a la actividad eruptiva de los volcanes andinos, Argentina es el país más afectado, particularmente por la dirección de los vientos predominantes de oeste a este. Incluso en el caso del volcán Copahue, su cráter activo y la deformación en curso están localizados en Argentina. En consecuencia, una red robusta de monitoreo permitirá definir mejor sus patrones de comportamiento, comprender mejor su actividad y establecer alertas técnicas con mayor precisión. Cabe señalar además que gran parte del edificio volcánico es chileno, por lo tanto, productos de erupciones pasadas han invadido al territorio de Chile».

 

Desafíos del OVDAS y de la RNVV

 

Respecto de los desafíos del seguimiento a los macizos, el jefe de la Red Nacional de Vigilancia Volcánica de Chile, Luis Lara, plantea que “hay dos herramientas esenciales para avanzar y consolidar lo construido en la primera fase: Además de reforzar nuestra propia estructura, lo primero es estimular la formación académica de los profesionales y promover la capacitación y perfeccionamiento de los funcionarios de la manera más agresiva posible; lo segundo es fortalecer la cooperación científico-técnica nacional e internacional. Lo primero aumentaría nuestra capacidad de explotar los valiosos datos que genera esta Red, promoviendo una mayor comprensión de los procesos; lo segundo va en la misma línea pero también refuerza la idea original de que la Red Nacional de Vigilancia Volcánica debe ser un esfuerzo nacional al que todos los actores relevantes son convocados. El Observatorio, y en rigor toda la Red, es un pequeño universo compuesto por personas altamente comprometidas con la labor que realizan, y eso definitivamente es más valioso que la infraestructura instalada”.

 

El viernes recién pasado, la institución realizó, en conjunto con la Oficina de Emergencia del Ministerio del Interior (ONEMI), la primera de una serie de simulaciones de erupciones, con la finalidad de poner a prueba el dominio de los protocolos de emergencia por parte de las autoridades regionales, y al mismo tiempo evaluar la capacidad de respuesta oportuna y los recursos materiales y humanos de los distintos organismos públicos. La del Hudson es la primera «simulación» en la historia del país, pues en 2010 se realizaron «simulacros» de erupción en las zonas aledañas al volcán Llaima y al volcán Villarrica. «Simulación» es un ejercicio de telecomunicaciones, en el cual las autoridades son desafiadas a responder en tiempo real a escenarios ficticios, mientras que el «simulacro» implica el desplazamiento de población civil.

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