Los humedales son de todos

Contra todo pronóstico, la ley de humedales urbanos que presentamos, fue aprobada en casi dos años de tramitación, sin ningún voto en contra, lo que ya es todo un logro. Pero lo más importante es que desde su génesis se trató de un proceso amplio, transversal y participativo que debiera servir de ejemplo parta otros temas.

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Humedal Río Maipo.

Los humedales eran como los “patitos feos” de las ciudades. Antes nadie los quería ni los protegían. Ahora que se sabe que son verdaderos “cisnes” de la naturaleza, cada vez más gente los cuida, los visita, los fotografía y disfruta de apreciar la flora y fauna presente en ellos.

Pero las personas y el Estado han entendido que un humedal no es solo una laguna donde nadan taguas o hay garzas. Porque se entendió que cuidarlos no es un capricho de ambientalistas, ni es una mala predisposición contra inmobiliarias y constructoras y el “progreso”. Es mucho más simple: desde las universidades, el Estado y el Parlamento se comprendió y asumió el rol relevante que ecosistemas como los humedales cumplen, de cara al cambio climático y la escasez hídrica.

En las comunidades también se valora el rol que cumplen los humedales en el sistema hídrico, en su relación con los bosques, sus ecosistemas y la reproducción de aves migratorias; también respecto de nuevas formas de turismo y el avistamiento de aves. La gente ha recuperado las historias de estos cuerpos de agua, siempre asociados a asentamientos humanos, y con ello su aporte a una identidad colectiva.

Lo que hace años era un problema hoy es un privilegio. Incluso ya hay proyectos habitacionales que incorporan humedales existentes en sus entornos, agregándoles valor. Proyectos de mejoramiento urbano contemplan incluso humedales artificiales, al igual que soluciones basadas en la naturaleza para abordar problemáticas, como ocurrió en el lago Panguipulli.

Por eso, contra todo pronóstico, la ley de humedales urbanos que presentamos, fue aprobada en casi dos años de tramitación, sin ningún voto en contra, lo que ya es todo un logro. Pero lo más importante es que desde su génesis se trató de un proceso amplio, transversal y participativo que debiera servir de ejemplo parta otros temas. La elaboración de su reglamento, recién aprobado, siguió esa línea, lo que lo fortalece, pues así las organizaciones ven a esta norma como algo propio.

Ahora viene un trabajo largo, pero absolutamente necesario para proteger los humedales urbanos. En ese camino la sociedad civil y la academia seguirán siendo importantes, pero también esperamos que los municipios sean el actor relevante que las expectativas depositan en ellos. Las nuevas atribuciones de los próximos gobernadores regionales, en materia de ordenamiento territorial, también les brinda una posibilidad de incidir.

Pero al final, más allá de las normas, es que las personas han vuelto a quererlos. Y no podía ser de otro modo, porque los humedales son de todos.

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