La otra naturaleza

Hay otra naturaleza que debe ser celebrada, esa que nos acompaña día a día en nuestras ciudades, que está presente en los parques, jardines, en las riberas de ríos y lagos, en los cerros y humedales urbanos. Esta naturaleza es muy diversa y muchas veces pasa desapercibida a pesar del enorme valor que tiene para la salud y el bienestar de las personas. Está formada por los suelos, cursos de agua, montañas, flora y fauna que enmarcan y enriquecen el paisaje urbano.

El 3 de marzo se celebra el Día Internacional de la Naturaleza que fue instituido en 2013 por la Asamblea General de la ONU, con el fin de generar una mayor conciencia, a nivel global, sobre el valor de la flora y fauna silvestres. Esta fecha conmemora la aprobación en 1973 de la Convención sobre el Comercio de Especies Amenazadas de Flora y Fauna Silvestre, conocido como CITES (por su sigla en inglés), que ha sido importante para la protección de las especies amenazadas por el comercio internacional. 

Este día nos recuerda a la naturaleza silvestre, que es testimonio de la historia natural del planeta, con sus paisajes y ecosistemas diversos, y sus múltiples especies, desde las microscópicas algas y bacterias, hasta las colosales ballenas, sequoias y alerces. Probablemente todas y todos recordamos campañas en favor de especies carismáticas como los pudúes, flamencos, picaflores o delfines, y de plantas como el copihue, la araucaria, y los extraordinarios cactus del norte chileno. En este día pensaremos en esos paisajes que hemos visitado y que nos permiten imaginar cómo fue el planeta antes de la expansión de la ocupación humana.

Sin embargo, hay otra naturaleza que debe ser celebrada, esa que nos acompaña día a día en nuestras ciudades, que está presente en los parques, jardines, en las riberas de ríos y lagos, en los cerros y humedales urbanos. Esta naturaleza es muy diversa y muchas veces pasa desapercibida a pesar del enorme valor que tiene para la salud y el bienestar de las personas. Está formada por los suelos, cursos de agua, montañas, flora y fauna que enmarcan y enriquecen el paisaje urbano.

La naturaleza urbana es diversa porque tiene diversos orígenes. Por ejemplo, la flora urbana puede ser clasificada en cuatro grandes grupos: en primer lugar, están las plantas exóticas que hemos importado y cultivado en la ciudad por su valor ornamental, medicinal o alimentario. La vegetación de los espacios públicos está dominada por especies exóticas como plátanos orientales, robinias, castaños, ciruelos de flor, rosales, laurel de flor, por nombrar sólo algunas de las más comunes. En los antejardines y patios de las casas encontramos plantas medicinales como menta, toronjil, cedrón, yerbabuena; especias como romero, orégano, cebollín, cilantro, y también árboles frutales y huertas que producen verduras para el consumo familiar. En los últimos años hemos visto un resurgimiento de las huertas urbanas de la mano de organizaciones y comunidades que desean producir sus propios alimentos.

En segundo lugar, encontramos especies nativas que han sido cultivadas con fines ornamentales, como los coihues, araucarias y notros que abundan en las ciudades del sur de Chile, los quillayes, espinos y maitenes en la zona central y los tamarugos y guayacanes presentes en las ciudades del norte. A ellas se suman arbustos y herbáceas con flores, y plantas medicinales que son tradicionalmente cultivadas en las ciudades. Un tercer grupo son las plantas nativas remanentes, es decir, que no han sido introducidas, sino que han permanecido en ciertos espacios de la ciudad que no han sido urbanizados como los cerros, humedales y riberas de ríos y lagos. En este tipo de espacios se encuentra una gran diversidad de plantas que son acompañadas de aves e insectos nativos, que desempeñan importantes roles ecológicos como la dispersión de semillas y la polinización, contribuyendo a la conservación de la biodiversidad nativa.

Por último, hay un grupo de plantas también bastante abundante, dominado por unas pocas especies de distribución global, que se caracteriza por ocupar cualquier espacio disponible con gran facilidad y no requieren cuidados ni riego. En este grupo, a veces conocido como “malezas” conviven especies invasoras, de rápida propagación, con especies nativas que sobreviven a la urbanización. Los terrenos eriazos son una fuente de alimento y refugio para las aves urbanas, porque, a diferencia de parques y jardines, en estos espacios las semillas quedan disponibles, las hojas y ramas secas albergan insectos que constituyen alimento para aves insectívoras, los arbustos descuidados ofrecen lugar para la nidificación de aves que  usan el suelo o hacen sus nidos a baja altura. Esta parte de la naturaleza es bastante desconocida y muchas veces ignorada, pero está presente en todas las ciudades entregando la belleza del canto de las aves en las mañanas y al atardecer, y sorprendiendo por la diversidad de flores y colores en primavera y verano.

También debemos considerar los suelos que hacen posible la presencia de vegetación, las vertientes y humedales que son cruciales en el ciclo hidrológico y constituyen una reserva de agua para tiempos de escasez. También los cerros y cordilleras que enmarcan el paisaje, en donde encontramos ecosistemas nativos, muchos de ellos protegidos en la forma de parques o reservas nacionales, o como santuarios de la naturaleza, y que, en las cumbres sostienen reservas de agua en forma de nieves eternas y glaciares.

Por eso, cada 3 de marzo debemos también celebrar a la naturaleza urbana, no solo porque es el hogar de variadas especies y es indispensable para la reducción de emisiones de dióxido de carbono y otros gases nocivos para la salud del planeta sino porque el 87% de la población chilena vive en ciudades, y ésta es la naturaleza que nos acompaña cotidianamente, regalándonos belleza y espacios verdes que favorece nuestro bienestar y la cohesión de las comunidades que viven en ella. 

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