En el último año Chile se ha visto enfrentado a una importante crisis social en donde se han expuesto las diferentes vulnerabilidades que enfrentan los ciudadanos. Es en este contexto que los problemas respecto a la calidad de vida en relación al escenario territorial, han sido foco de las discusiones en torno a este tema. Entre estos factores encontramos la desigualdad de los espacios o áreas verdes urbanas, en donde se observa una importante inequidad respecto a la distribución de este recurso en las distintas comunas a lo largo del país. Actualmente, sitios que deberían estar destinados a plazas o parques se encuentran como terrenos abandonados, sin un uso definido, generando distintos problemas ambientales y sociales, como microbasurales, focos de delincuencia y drogas.
Actualmente, la Organización Mundial de la Salud recomienda que la cantidad de metros cuadrados de área verde por habitante debiera ser al menos 10. En la Región Metropolitana es donde más se incrementa esta desigualdad, concentrando el mayor porcentaje de población urbana del país, su promedio es menor a 4,5 m2/habitante. Quilicura, Cerro Navia y Pedro Aguirre Cerda presentan un déficit importante en relación a otras comunas de la región, menos de 3 m2/habitante. En cambio en comunas como Vitacura, el promedio se encuentra alrededor de los 15 m2/habitante, evidenciando una abismal inequidad respecto a la disponibilidad de este recurso.
Los beneficios de los espacios verdes son variados, desde la perspectiva ambiental permiten disminuir la contaminación, el efecto de las olas de calor, aumentar y proteger la biodiversidad, entre otros. Desde el punto de vista social tienen muchos efectos positivos en la salud de los habitantes, permiten la interacción social, mitigan el hacinamiento que se vive en muchas comunas vulnerables, aumentan la seguridad ciudadana y disminuyen considerablemente la inequidad territorial. Pero no sólo es importante contar con un espacio verde, sino la calidad de éstos también influye en sus efectos. La accesibilidad, la calidad de las infraestructuras, su mantención, la participación ciudadana, entre otros, son ejes importantes a la hora de planificar estas zonas.
Es frente a esta desigualdad que muchas comunidades han elaborado estrategias o iniciativas para poder aumentar la disponibilidad de estos espacios en los lugares donde viven. Huertos urbanos, jardines comunitarios, espacios de juego y recreación, son algunas de las iniciativas creadas netamente por la organización social de vecinos de diferentes barrios. Es aquí donde sale a relucir que la participación ciudadana en la creación de estas áreas verdes es fundamental para asegurar su sustentabilidad, permitiendo que la co-construcción de estos espacios genere un sentimiento de apropiación del territorio, maximizando las externalidades positivas y sus efectos en la comunidad.
A raíz de esto, actualmente existen distintas organizaciones y programas de gobierno para incentivar estas iniciativas y lograr la colaboración pública – privada en torno a ellas. Sin embargo, creemos que no existe una institucionalidad efectiva frente a la planificación territorial que contemple el desarrollo y gestión de estos espacios. Hoy existentes diferentes organismos estatales que tienen competencia territorial, pero la coordinación entre ellos para crear políticas públicas respecto a este tema es deficiente y en algunos casos nula. Si bien las iniciativas locales a nivel comunal son una buena estrategia, es necesario contar con una planificación a nivel global, que respalde y asegure la creación de una matriz justa y equitativa de los espacios verdes urbanos.
