Facilitación y competencia: dos factores que sostienen la biodiversidad en montañas de todo el mundo

- Lohengrin Cavieres, científico chileno del IEB, junto a un equipo internacional de investigadores, analizaron a más de 2 mil especies de plantas y sus comunidades, en 83 zonas de altura alrededor del planeta. -El trabajo, publicado en la Revista científica internacional Proceedings of the National Academy of Sciences, entrega evidencia sobre la compleja red de interacciones que promueven la riqueza del mundo vegetal, y una base sólida para apoyar la conservación de los ecosistemas.

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Patagonia argentina - Daniel Agrelo.

La biodiversidad y riqueza de especies de un ecosistema, dependen de muchísimos factores e interacciones complejas. Sin embargo, lo más común entre las y los ecólogos y científicos, ha sido considerar a la “competencia”, como aquella estrategia clave para la sobrevivencia y diversidad de las comunidades.  ¿Qué tan generalizable es este paradigma?

“Ni blanco ni negro”, estima Lohengrin Cavieres, investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y académico de la Universidad de Concepción, quien participó de un reciente estudio internacional, publicado en la Revista PNAS, Proceedings of the National Academy of Sciences, de Estados Unidos. La investigación quiso ahondar en esta pregunta, analizando la enorme red de interacciones que existe en las comunidades vegetales de montaña, en diferentes lugares del mundo.

Utilizando una gran base de datos de estos hábitats montañosos, se analizaron más 2 mil especies de plantas alpinas y sus comunidades, en 83 sitios del planeta, incluyendo un vasto territorio de la Cordillera de Los Andes, en Chile y otras regiones de Sudamérica. El trabajo determinó que tanto la competencia como la facilitación -es decir, la ayuda entre especies-eran claves para mantener la biodiversidad en estos ecosistemas de altura.

“Desde Darwin en adelante sabemos que las interacciones competitivas promueven biodiversidad, pero desde hace un tiempo también se ha visto que, cuando las condiciones son adversas, las interacciones de facilitación también son fundamentales. ¿Qué factores hacen que tengamos tanta variedad de especies en zonas tropicales, como Los Andes venezolanos, pero también en otros lugares del extremo sur, donde hay gran adversidad climática, como Los Andes patagónicos, por ejemplo? En esta investigación pudimos entender que en todos los ecosistemas de montaña existen redes complejas y que es la complejidad de las interacciones aquello que enriquece más a los hábitats”, explica Lohengrin Cavieres.

La investigación, desarrollada mayormente por ecólogas y ecólogos de plantas e investigadores expertos en matemáticas, demostró que ambas interacciones ocurrían de forma simultánea en todos los ecosistemas estudiados, más allá de sus características únicas, diferencias climáticas y otros factores ambientales. El trabajo también señala que considerar estos vínculos entre comunidades vegetales, puede ayudar a entender los cambios que ocurren en la biodiversidad.

Un paso para la conservación en Chile

Considerando estos conocimientos, ¿qué estrategias se pueden desarrollar hacia adelante para ayudar a la conservación en nuestro país? Al respecto, Cavieres advierte dos dimensiones. La primera, es la posibilidad de conocer qué hay detrás de estos sistemas, y decodificar esta gran red en cada territorio.

“Si quieres conservar los servicios que provee esa biodiversidad, como la captura de carbono y mitigación del cambio climático, debes preocuparte de que esos equilibrios no se rompan hasta un punto de no retorno. Sin embargo, en Chile aún debemos hacer un esfuerzo grande para comprender qué hay detrás de los ecosistemas y sus interacciones. Estamos en pañales en esta materia, pero cuando ya se tienen datos más concretos, es posible hacer el ejercicio y ver qué especie interactúa con cuál y de qué forma lo hacen. En ese contexto, puedes analizar en qué comunidades son más importantes la facilitación y la competencia”, comenta el investigador de la Universidad de Concepción.

En el caso del bosque esclerofilo de la cordillera central, hay antecedentes de que especies como el Quillay, Frangel y Espino, entre otras, cumplen el rol de nodrizas y facilitadoras de ciertas plantas que crecen bajo su alero, tales como Oxalis, algunas violas y alstroemerias, principalmente.  Las “nodrizas” otorgan recursos y mejoran el hábitat, lo que resulta en que más especies puedan desarrollarse y sobrevivir en condiciones de severidad ambiental, megasequía y cambio global, aumentando la captura y secuestro de CO2, y estabilizando laderas, evitando así derrumbes y aludes. Asimismo, en la montaña, las plantas en cojín, como las yaretas, cumplen el rol de nodrizas y facilitan a diversas especies, tales como violetas y pastos. 

En ese contexto, Lohengrin Cavieres advierte que poder conocer dichas interacciones y saber cuáles son facilitadoras dentro de una comunidad vegetal, puede ayudar a disminuir la presión sobre ciertas especies. “Si tenemos esos datos, podemos focalizar las acciones para proteger esos ecosistemas y las dinámicas de facilitación que, por ejemplo, otorga las plantas en cojín. En primer lugar, esto genera una base para generar estrategias de conservación, y también podría ser útil para la restauración ecológica. No obstante, si los ecosistemas tienen redes de interacción altamente complejas, lo mejor sería no tocarlos”, señala.

Es por ello que, cualquier plan de conservación y más aún, de restauración, debe ser estudiado en profundidad y analizado para cada territorio en particular. Lo mismo, si se trata de promover plantaciones de especies que puedan resultar altamente invasoras.

“Esperamos que este trabajo sirva de precedente para seguir desarrollando investigación y apoyar la toma de decisiones. Sin embargo, el grave problema que tenemos en Chile, es que se habla de generar soluciones basadas en la naturaleza para contener el cambio climático, y para ello se promueve plantar aquellos árboles que fijen más carbono, sin tener claridad de cómo interactúan realmente con otras especies. Eso puede generar que sigamos teniendo grandes monocultivos de pino, eucaliptus u otro tipo de vegetación”, asegura el científico.

Ante todo ello, el investigador enfatiza en la necesidad de que la ciencia pueda seguir aportando al conocimiento de la naturaleza y los procesos que permiten sostener la amenazada diversidad biológica, en nuestro país y todo el planeta.

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