La pesca artesanal es una actividad indispensable en Chile y el planeta, que permite no sólo el sustento de las comunidades costeras, sino que además contribuye a la seguridad alimentaria, aportando el 50% de la captura mundial para consumo humano.
Si miramos desde arriba, podríamos contabilizar más de 2 millones de embarcaciones artesanales motorizadas circulando diariamente por las costas y océanos del mundo (alrededor del 86%). No obstante, en base a la literatura existente, investigadores chilenos indican que, a nivel global, existe una importante ausencia de datos sobre el comportamiento pesquero, y escaso monitoreo de estas actividades en embarcaciones artesanales, información que consideran relevante para el manejo pesquero y el bienestar de las propias comunidades y ecosistemas.
Con el fin de abordar esta problemática, un grupo de estudiantes y académicos de la Universidad de California Santa Barbara, en conjunto con Global Fishing Watch y otras organizaciones colaboradoras, incluyendo a científicos del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB), y del Instituto Milenio en Socioecología Costera (SECOS) realizaron una investigación que fue publicada recientemente en la Revista Ocean and Coastal Management. El estudio, liderado por Juan Silva, sociólogo del IEB y SECOS, y especialista en medio ambiente, consideró el trabajo en terreno con comunidades pesqueras de México e Indonesia, a fin de evaluar qué condiciones y atributos eran relevantes para los pescadores artesanales, al momento de optar por tecnologías de monitoreo y seguimiento de sus embarcaciones.
“La pesca artesanal emplea casi al 90% de la población pesquera global, y ésta normalmente se realiza más cerca de la costa, área en la que justamente se encuentra la mayor concentración de biodiversidad y recursos de los que dependen estas zonas y comunidades humanas. Sin embargo, estimaciones del 2019 indican que menos de un 0,4% de estas embarcaciones artesanales utilizan sistemas de monitoreo, herramientas que, si se usan correctamente y con la participación voluntaria de los pescadores, pueden ser de gran utilidad para realizar mejor planificación espacial y planes de manejo para la pesca artesanal”, explica el integrante del Laboratorio de Conservación y Bienestar Humano del IEB.
Al respecto, Juan Silva explica que un mejor manejo de las zonas pesqueras, representa claramente un beneficio para los ecosistemas, los mismos pescadores y futuras generaciones:
“Según exploramos en la investigación, vemos que esto también puede generar beneficios directos e inmediatos a los pescadores, por ejemplo, incluyendo funciones de rescate geolocalizado, empoderándolos con conocimientos y herramientas sobre su propia actividad pesquera, fortaleciendo la transparencia y la trazabilidad de su actividad pesquera, reduciendo la pesca ilegal y, en el mediano o largo plazo, contribuyendo a mejorar las condiciones de sus ecosistemas y sus especies de interés comercial. Otros potenciales beneficios, que dependerán de la flexibilidad en el diseño de esta tecnología, pueden ser incluir una interfaz de GPS para facilitar la navegación y guardar locaciones de pesca, permitir la carga de aparatos electrónicos, o funcionar como dispositivos antirrobo de motores. En algunos casos, el uso de estas tecnologías permite también acceder a certificaciones de trazabilidad que pueden agregar valor a los productos”, asegura el investigador.
Trabajo junto a comunidades pesqueras
La investigación se inició el año 2018, mientras Juan Silva desarrollaba un master en ciencias ambientales, en la Bren School de la UC Santa Bárbara, California. Para ello, y en alianza con la ONG internacional Global Fishing Watch, el sociólogo y un equipo de estudiantes trabajaron directamente con 124 pescadores de Indonesia y 87 de México, a través de encuestas y otras metodologías en terreno que consideraron las necesidades de las comunidades en sus contextos locales.
En relación a los resultados, los autores del estudio aseguran que el atributo más valorado fue la función de rescate y seguridad. La propiedad de los datos también fue un tema destacado, y la preferencia aludió a que la información fuese de los propios pescadores. “Muchos pescadores corren riesgos en cada salida, y estos dispositivos pueden permitir un monitoreo casi en tiempo real de su actividad, y enviar señales de SOS a autoridades en tierra. En algunos casos, incluso los familiares de los pescadores pueden monitorear su actividad, lo que brinda paz mental”, señala.
Juan Silva también destaca que, según los hallazgos del estudio, las características individuales de los pescadores tienen un mayor poder de predicción en la probabilidad de adopción de la tecnología, que los atributos de la tecnología misma. “Por ejemplo, los niveles de educación de los pescadores, si han estado expuestos previamente a tecnologías, o la percepción de los problemas que más afectan a sus pesquerías, predicen mejor la probabilidad de adopción de estos sistemas, lo que nos indica la necesidad de hacer un trabajo previo con las comunidades para elaborar programas que estén diseñados de acuerdo a estos factores propios de cada contexto”, explica Juan Silva.
El autor principal del trabajo también reconoce el aporte que la mirada socioecológica puede entregar a la ciencia y los territorios, adoptando un foco que considere el contexto local.
“Muchas veces los pescadores comprenden las amenazas que implica la extracción indiscriminada de recursos, pero simplemente no pueden quedarse fuera de esta carrera, en contextos pesqueros donde las regulaciones son escasas o nulas, y que muchas veces operan de facto o con altos niveles de pesca ilegal. De este modo, creemos que cualquier programa que se diseñe para incentivar el uso de tecnologías de monitoreo, debe traer consigo un diseño institucional de mayor amplitud que se oriente a organizar a los pescadores, generar confianzas, capacidades, conocimientos, y la convicción de que el esfuerzo colectivo y coordinado sí puede cambiar las condiciones que están llevando a un agotamiento de sus recursos pesqueros. Asimismo, cualquier intervención de esta naturaleza, sea desde la industria o el sector público, debe considerar las necesidades y preferencias de los pescadores, lo que también está reflejado en diferentes publicaciones científicas”, destaca el investigador.
Escenario en Chile y proyecciones
Según datos recientes de Sernapesca, el sector artesanal representa el 64% del desembarque total en Chile, excluyendo la acuicultura. Sin embargo, las comunidades que participan de estas actividades no tienen a su disposición estas herramientas de monitoreo. Es por ello que el trabajo y experiencia desarrollada junto a comunidades pesqueras de México e Indonesia, también busca ser un precedente y evidencia para una mejor gobernanza y apoyo a las comunidades pesqueras de nuestro país.
Si bien este trabajo fue realizado en contextos muy distintos a Chile, Juan Silva asegura que éste ofrece importantes aprendizajes que se podrían poner en práctica en nuestro sector pesquero artesanal. “De hecho, a fines del 2019, logramos que el Chief Innovation Officer de Global Fishing Watch firmara una carta de apoyo para un proyecto colaborativo entre FAO, GEF y el Ministerio del Medio Ambiente, que busca implementar una incitativa piloto en tres caletas del país, pero esta alianza no se ha concretado aún. De todas maneras, creemos que existe un gran potencial para desarrollar un trabajo de este tipo en nuestro país y realizar un diagnóstico junto a las comunidades pesqueras que permita avanzar en la implementación de estas tecnologías para visibilizar y contribuir con datos para un manejo más sustentable de la pesca artesanal”, comenta el sociólogo del IEB.
En Chile el 2019 se publicó la ley 21.132 para modernizar SERNAPESCA y requerir que la información nacional de seguimiento de embarcaciones pesqueras, esté disponible públicamente. “A partir de la promulgación de esta ley, Global Fishing Watch está apoyando directamente a Chile a materializar esta disposición a través de un mapa público del sistema de monitoreo de embarques que transmite información básica en tiempo real sobre la ubicación de una embarcación”, recalca la Dra. Maria José Martinez-Harms, investigadora Principal de la línea de Conservación y Bienestar Humano del IEB.
Finalmente, Juan Silva destaca que tanto la experiencia como los resultados de este trabajo aportan una visión sobre cómo abordar problemas ambientales complejos, como puede ser la sobrepesca, la pesca ilegal y el no-cumplimiento de las normas, desde una perspectiva social que reconozca la complejidad de los contextos y las estructuras de tomas de decisiones de los pescadores u otros usuarios de recursos naturales.