La investigación internacional en los últimos años ha demostrado un vínculo positivo entre el acceso a espacios verdes y los beneficios para la salud. Esto ha llevado a un mayor interés en explorar cómo los asentamientos urbanos más verdes promueven el bienestar y mejoran la calidad de vida de sus habitantes, con hallazgos que brindan evidencia de que el acceso a espacios naturales es un factor importante para combatir algunas de las principales amenazas para la salud, como la depresión, el estrés y las enfermedades coronarias… enfermedades que vuelven a salir a la palestra con el encierro y cuarentenas por la pandemia que afecta al mundo entero.
Hoy-al igual que el 28 de junio de 1969- celebramos el Día Mundial del Árbol, con el fin de recordar a la ciudadanía la enorme importancia que tienen los árboles para el medio ambiente, porque son múltiples los beneficios que nos aportan: oxigenación, reducción de ruido, prevención de la erosión de los suelos, producción de C02 y cobijo a diversas especies de aves y animales. Y, en estos últimos años, hemos sido testigos además de lo importante que pueden ser para la salud de las personas frente al ajetreo diario y en este periodo que nos ha tocado vivir con el covid.
Está demostrado que las experiencias tempranas con la naturaleza condicionan nuestra actitud hacia ella en la edad adulta. Por otro lado, también está comprobado que el contacto temprano con la naturaleza tiene efectos tanto preventivos como terapéuticos sobre la salud. Cuanto más regular y frecuente es ese contacto, más potentes y duraderos serán los efectos, tanto en un sentido (actitudinal) como en otro (salud y bienestar). Estos son, entre otros, los pilares en el que se fundamentan muchos de los proyectos educativos que tienen a la naturaleza o sus elementos como protagonista, en ese sentido la Educación Ambiental se transforma en un aliado importantísimo para el trabajo y el cultivo de la naturaleza. En la medida que acercamos a los estudiantes al contacto con el árbol y los bosques, será mucho mayor la sensibilidad y el cuidado hacia ellos.
La realización de actividades en grupo dentro de la propia naturaleza crea un sentimiento de pertenencia al mismo tiempo que, por encontrarse al aire libre, en un espacio abierto, sin límites cercanos, fomenta la empatía, la solidaridad, el sentido de la cooperación y del trabajo en equipo.
A título más individual, encontramos en la naturaleza retos desafiantes, como el propio riesgo, la incertidumbre, la aventura, que nos enseñan a manejar nuestros miedos, nuestras limitaciones, nuestras frustraciones, a relativizar y a crecer como personas. En un plano más emocional, la ausencia de muros y los espacios abiertos en la naturaleza nos ofrece un sentimiento de libertad que no solemos experimentar en nuestra vida cotidiana. Es una libertad tanto física como síquica, que nos permite dejar fluir el pensamiento e incentiva nuestra creatividad, efecto potenciado por el movimiento que nos ha llevado hasta allí. En la naturaleza, nadie nos juzga ni nos encasilla y llegamos a percibir un sentimiento de realización personal, fundamental para los tiempos que vivimos.
La naturaleza siempre es una invitación a disfrutarla, contemplarla, pero por sobre todo a cuidarla, por ello, en este nuevo aniversario del Día Mundial del Árbol, junto con renovar nuestro compromiso con ella, queremos invitarlos -en la medida de lo posible- a tener la experiencia de un “Baño de Bosque”, el que puede realizarse de forma guiada o por cuenta propia, en grupo o individualmente, en un entorno forestal de alta montaña o a más baja altura.
Se trata de despertar nuestros sentidos, no estar pendientes de los problemas, de sacar el tu salvaje, de ser tú mismo, y mantenerlos en el mundo normal. Los Baños de Bosque se conciben como una terapia para mejorar la salud mental y física, pero algunas iniciativas también lo enfocan como una vía para proteger los bosques como espacios forestales de alto valor ecológico. Entre muchas otras terapias, los Baños de Bosque o actividades relacionadas, son una vía más para contribuir a la puesta en marcha de iniciativas de protección de los ecosistemas forestales.
Es importante entender que un ecosistema bien protegido se traduce en una mejor salud para las personas, como muestran diversos estudios científicos. En la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (ODS) se pone de relieve los vínculos fundamentales entre el Desarrollo, el Medio Ambiente, el Bienestar Humano y el pleno disfrute de una amplia gama de derechos humanos, que incluyen el Derecho a la Vida, la Salud, la Alimentación, el Agua y el Saneamiento.
Proteger y gestionar los bosques y los árboles es esencial no solo por sus beneficios para la salud, sino también para el medio ambiente y la economía, como señalan diversas instituciones internacionales. Por un lado, ayudan a combatir el cambio climático, la contaminación del aire y conservan el suelo, el agua y la biodiversidad. Por otro lado, proporcionan empleo, energía, vivienda, materia prima y reducen el gasto en climatización a millones de personas en todo el mundo.
Hoy sin duda, tenemos un gran desafío: proteger y gestionar adecuadamente los espacios naturales -y en concreto los bosques y los árboles en ambientes urbanos- no solo por nuestra calidad de vida si no por la de nuestros hijos y las futuras generaciones; serán ellos los que nos agradecerán el poder disfrutar de un planeta mucho más sustentable.
