Por: Marcel Szantó, investigador docente de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
Hoy el desarrollo económico del mundo implica una gran producción de residuos de toda clase. Un problema que puede complicarse por el rápido crecimiento demográfico, la creciente concentración de la población, la utilización de bienes de rápido envejecimiento y, evidentemente, el notable desarrollo tecnológico.
El mundo observa con estupor cómo unos dos millones de toneladas de desechos son arrojados diariamente en aguas receptoras, incluyendo residuos industriales y químicos, vertidos humanos y desechos agrícolas (fertilizantes, pesticidas y fungicidas), según el informe ONU (Agua para todos, agua para la vida, Foro Mundial del Agua,2006).
Si nos detenemos un momento en pensar en las cantidades de residuos, nos vamos a encontrar que la generación mundial de basura en las ciudades será el doble que la actual en 2025 y más del triple en 2100. Así lo acaba de señalar un grupo de investigadores en la revista ‘Nature’, que además nos confirman que el residuo es el contaminante ambiental más rápido en producirse. Otro grupo de de investigadores, encabezado por Daniel Hoornweg, de la Universidad de Ontario (Canadá), luego de un interesante trabajo, estimo que la producción de residuos sólidos urbanos (RSU) alcanzará hacia el 2100 unos 11 millones de toneladas al día, más del triple que la tasa actual.
El Banco Mundial, institución que después de un arduo trabajo dio a conocer cifras sobre la gestión de los RSU en el mundo, estimó que en la actualidad los 3.000 millones de urbanitas generan 1,20 kilos de basuras por persona al día, lo que significaría cifras del orden de 1.300 millones de toneladas anuales. La misma investigación, señala que hacia 2025, cerca de 4.300 millones de ciudadanos producirán 1,42 kilos por persona y día (2.200 millones de toneladas anuales).
El mundo entero enfrenta el desafío de reconocer oportunamente que una economía y una sociedad próspera no pueden concebirse sobre la base de una degradación ambiental, por lo que se requiere de una gestión compartida, entre gobiernos, empresas, organizaciones no gubernamentales y ciudadanos.
En Chile se generan casi 17 millones de toneladas de residuos sólidos al año -de las cuales 6,5 millones son domiciliarios-, una de las tasas más altas de Latinoamérica. Una economía aún sumergida en manos de los recicladores de base (nombre que reciben por ley nuestros «cachureros») no permite reales estimaciones de cuánto se recupera. Sin embargo, se estiman cifras del orden de un 10% en la actualidad.
La gestión de residuos sólidos en Chile, al igual que en los países desarrollados, implica una importante carga económica. Una adecuada gestión de residuos que signifique limpieza de calles, manejo en origen, recolección, transporte y disposición final, es económicamente onerosa y el cobro por este servicio es bajo. La recolección y el transporte, implica un 70% del costo total de operación.
Una gestión adecuada de residuos representa una oportunidad no solo para evitar los impactos negativos de los residuos, sino también para valorizar recursos, lograr beneficios ambientales, sociales no económicos y avanzar hacia un futuro sostenible. Los verdaderos beneficios emergen cuando los residuos son tratados en origen y permite que la fracción orgánica no contaminada pueda transformarse en compost.
También se podría avanzar incluso más si se reevaluaran los procesos de producción y consumo, reduciendo todas las ineficiencias, las pérdidas y efectos adversos asociados a la generación y gestión de residuos o, incluso, eliminando por completo determinados tipos de productos.
El sistema lineal en un planeta con recursos finitos no puede operar indefinidamente. La permanencia de este sistema está en función de la durabilidad de los productos. Mientras más dura un teléfono, menos de éstos tengo que adquirir en mi vida. Pese a la lógica absoluta de este argumento, esta visión dejó de tener sentido hace ya mucho tiempo.
En materia de residuos Chile ha tenido logros importantes. Más de un 50% de sus residuos son tratado en los denominados rellenos sanitarios y se debe reconocer que los avances de éstos en su gestión llegan no solo a planes de cierre y reinserción, como el ex vertedero la Feria, hoy Parque Andre Jarlán, sino además empiezan a surgir iniciativas con cifras sobre el 6% de materiales que entran a reciclaje.
Observamos a los principales rellenos sanitarios en Chile transformándose en bioreactores y generadores de energía, como por ejemplo la empresa KDM o Relleno Sanitario Lomas Colorado, el que llegará a generar casi 28 megawatios de energía.
Dentro del contexto latinoamericano, Chile posee con una de las mejores coberturas en recolección. Esto, gracias al esfuerzo que en su oportunidad realizó Servicio de Salud Metropolitano del Ambiente (Sesma), constituyendo la Ley 19.300 sobre Bases Generales del Medio Ambiente, que entró vigencia en el año 1994 y que consiste básicamente en el establecimiento de una normativa legal que dio inicio a un Sistema Nacional de Gestión Ambiental y, finalmente, que incorpora los compromisos adquiridos como miembro de la OCDE.
Hoy la prioridad está bien enfocada al considerar una ley de Fomento al Reciclaje. Esta ley tiene como objetivo, entre otras cosas, que empresas fabricantes e importadoras se hagan cargo de sus productos al final de su vida útil. Para ello deberán crear sistemas de gestión que permitan recuperarlos y luego valorizarlos (reciclarlos o reutilizarlos) de acuerdo a metas fijadas por la autoridad
La norma, entre otras materias, fijará metas de recolección y valorización a los fabricantes e importadores de nueve productos prioritarios: aceites lubricantes, aparatos eléctricos y electrónicos; diarios, periódicos y revistas; envases y embalajes, medicamentos, neumáticos, pilas y baterías, plaguicidas caducados y vehículos. También ayudará a impulsar una cultura de separación de residuos por parte de la comunidad, incentivando su contribución a la cadena de reciclaje, y ayudará a implementar sistemas de etiquetado y ecodiseño que permitan una mayor recuperación.
Un desafío que debe enfrentar Chile se basa en resolver un problema complejo, como la generación de residuos en un país que por su topografía adolece de conectividad, lo que impide soluciones integrales.
Hoy los distintos gobiernos municipales, motivados muchas veces por el interés colectivo de su comuna pero bajo un sello político, no han logrado un acuerdo para encontrar las mejores soluciones al problema de la basura. Esto ha provocado un relativo desorden en el país con respecto al tratamiento que tienen los RSU, lo que conlleva a que el costo de este manejo sea diferenciado entre las comunas, lo que produce una inequidad en la búsqueda de soluciones.
Los RSU no pueden seguir siendo considerados como un problema local. Es necesario tener una visión sistémica y que debe ser contemplada necesariamente por el Estado, ya que es él quien debe velar por la salud de la población, con una regulación que permita una coordinación bajo el concepto de una Gestión, considerando una de las herramientas que nos permitirá el desarrollo de una Logística Integrada Nacional de los residuos sólidos.
De esta forma, se puede encontrar la fórmula de valoración de las fracciones de residuos segregadas, para lo cual el Estado está llamado a seguir el ejemplo de países desarrollados quienes «INVIERTEN EN MEDIO AMBIENTE»
En resumen, para lograr salir airosos de una gestión de residuos sólidos, se requerirán profesionales, recursos, voluntad política y, lo más importante: Educación Ambiental.
Los futuros rellenos sanitarios deben ser solo para material de rechazo. Chile es uno de los primeros países de América Latina y el Caribe que ha hecho esfuerzos por evitar la proliferación de vertederos incontrolados y ha financiado el alto costo que significa abatir un pasivo ambiental, procediendo al cierre, sellado y reinserción o transformándolos en relleno sanitario.
Se hace necesario, entonces, la optimización de todo este proceso, partiendo por la minimización de los residuos por parte de los habitantes, tema cultural y educacional de largo plazo, con políticas que posiblemente serán planteadas por el gobierno como primer punto de solución
Dentro de la política de manejo de RSU, debe buscarse el apoyo de toda la comunidad, lo que se consigue a través de fuertes campañas de educación, enseñando, por ejemplo, «para qué juntar si luego quiero separar» con el objetivo de lograr una adecuada gestión que incentivan a la minimización de los residuos para un mejor reciclaje.
Finalmente, y quizá al desafío más importante no se centrará en financiar la gestión de los residuos con una tarifa de «ASEO», como otros países de Latinoamérica y el Caribe lo han pretendido, sino está en la implementación de una Logística Inversa – Medio Ambiente, con el propósito de instaurar las políticas, promoviendo las mejores prácticas, con enfoque en la educación, que permitan una reutilización, minimización, segregación para el reciclaje; una logística con inclusión de los segregadores de base, con incentivos para separar materiales, que coloque a Chile en niveles de países desarrollados.