El desierto de Atacama se encuentra a menos de mil kilómetros de Santiago, si se considera el norte de la ciudad de Copiapó como su frontera natural.
Sin embargo, la frontera se está diluyendo, y en rigor, avanzando hacia el sur.
“Es probable que Santiago pase a una situación desértica o semi-desértica. Lo que está ocurriendo se relaciona probablemente con el calentamiento global y no muestra indicios de detenerse”, dijo Francisco Ferrando, geógrafo de la U. de Chile, en un artículo de Bloomberg.
En efecto, una de las consecuencias que el cambio climático puede traer para Chile es el avance del desierto de Atacama hacia la zona central. La Región de Coquimbo ya siente sus efectos. La región sobrevive con apenas un 6% de la capacidad de agua embalsada, siendo La Paloma el más afectado.
Algunas estimaciones apuntan a que el desierto está “avanzando” un kilómetro por año. Sin embargo, Pablo Sarricolea, geórafo de la U. de Chile, aclara que no es tan fácil determinarlo. “Hay muchas cifras preliminares. Hace un par de años se hablaba de 400 metros por año, pero no hay nada concreto”, dice el experto.
A ese ritmo, el clima semiárido de Coquimbo llegaría a Santiago en 400 años, sin embargo, de acuerdo a las proyecciones, en 2080 ese clima podría llegar incluso a Concepción.
Un análisis realizado por Sarricolea -sobre la base de los actuales datos climáticos y lo proyectado por el Panel de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC, siglas en inglés) para el peor de los escenarios-, en los próximos 65 años el desierto avanza más en altitud que en latitud. Pero las condiciones semiáridas avanzan unos 400 kilómetros hacia el sur.
“Los resultados del modelo ACCESS 1.0 (un modelo para investigación climática) muestran que 10 de las 15 capitales regionales verán disminuidas sus precipitaciones, destacando la macro-región centro-sur (entre Valparaíso y Aysén). En cuanto a temperaturas, se proyecta al 2080, un aumento promedio de 3,2 °C en las capitales regionales, destacando en los extremos Antofagasta (4,5 °C) y Copiapó (3,8 °C). A nivel país se observa el avance de las temperaturas medias sobre 16 °C (latitud de Copiapó) más allá de Concepción”, dice el análisis.
Hoy el clima semiárido llega al límite de la Región de Valparaíso, aunque tras la actual sequía se han detectado especies vegetales típicas de ese clima -e incluso más árido- en sectores de clima mediterráneo (como la Suaeda Foliosa en El Yali).
Sarricolea dice que el avance del desierto no sólo depende de la temperatura y las precipitaciones, sino también de la gestión de los territorios. “Si realmente se quiere frenar el posible avance del desierto (o el paso de climas subhúmedos a semiáridos) se deben generar políticas de conservación de la biodiversidad, mejorar nuestra infraestructura de riego y evitar la pérdida de suelo y erosión de laderas”, dice.
El caso de la Región de Coquimbo ha demostrado que las actividades humanas propician el avance del desierto, con el mal manejo del pastoreo, por ejemplo, que compacta el suelo y hace que cuando llueve la pérdida sea más rápida. Una gestión integral podría detener o ralentizar el avance.
“El desierto no es sólo ausencia de agua, sino que la pérdida total de condiciones de fertilidad de los suelos”, explica el investigador. En las regiones de Valparaíso y Metropolitana, más pobladas, los incendios se están transformando en el gran aliado de la desertificación. “Hay que poner atención a ellos y generar nuevas áreas protegidas, parques naturales o reservas, cosa que estas zonas no sean usadas productivamente y con ello disminuyen las posibilidades de que el suelo pierda su fertilidad”.
Fuente: La Tercera