Fue el propio Presidente Piñera, en su visita a la denominada “zona de sacrificio” de Valparaíso, quien relevó los efectos de la sustancia química. Dirigiéndose a los habitantes de Puchuncaví y Quintero, el Mandatario admitió que los pozos están contaminados, “algunos con arsénico”, añadiendo que ello está relacionado con los altos índices de cáncer que afectan a los habitantes de estas comunas. “Eso envenena”, enfatizó.
En ese contexto, un informe que emitió a comienzos de este mes la Seremi de Salud de Valparaíso pone en perspectiva la presencia de arsénico respirable en la costa norte. El documento, enviado a través de la Contraloría a dirigentes locales, recoge los promedios anuales de concentración de arsénico, registrados por cinco estaciones de monitoreo de la zona en conflicto. Esta información se cruzó con los valores máximos establecidos por la comunidad europea (0,006 ug/m3), debido a que Chile no cuenta con una norma sobre este químico.
¿El resultado? Entre 2010 y 2015 los promedios anuales de concentración de arsénico superaron hasta 23 veces la norma europea.
El informe muestra que la situación más crítica se ha producido en las inmediaciones de La Greda y Puchuncaví, donde se emplazaba la antigua escuela que debió ser reubicada en 2013, luego de varios episodios de intoxicación masiva de sus alumnos.
“Los promedios son altísimos y hay que pensar que eso es un resumen anual. Es decir, para haber llegado a esos valores, significa que hubo días o semanas en que las concentraciones fueron incluso mayores de lo que ahí se muestra”, dice Hernán Ramírez, ingeniero de Ejecución en Pesca e investigador de la Fundación Terram, quien, vía Transparencia y luego a través de Contraloría, gestionó la entrega de esta información.
Consultado respecto de estos resultados, el ministro de Salud, Emilio Santelices, planteó que “nosotros estamos al tanto de muestras que se han hecho en pozos de agua donde se ha constatado la presencia de arsénico y por eso el Presidente, dentro de las medidas que señaló, está el fortalecer la red de agua potable, a objeto de evitar que las personas se vieran obligadas a usarlos, porque la presencia de arsénico tiene una asociación con la mayor prevalencia de cáncer y enfermedades microvasculares”.
Según la Organización Mundial de la Salud, “el arsénico es una de las 10 sustancias químicas consideradas como las más preocupantes para la salud pública”. El organismo, además, sostiene que la exposición prolongada a esta sustancia química, a través del consumo de agua y alimentos contaminados, “puede causar cáncer y lesiones cutáneas. También se ha asociado a problemas de desarrollo, enfermedades cardiovasculares, neurotoxicidad y diabetes”.
La relación entre la contaminación en la zona y los efectos en la salud de sus habitantes, sin embargo, no han sido medidos fehacientemente. Pese a que las emisiones de diversas empresas de cobre, hidrocarburos y químicos en la zona industrial cumplen 50 años, a la fecha no se ha realizado un estudio completo y formal que indague el eventual vínculo.
Andrei Tchernitchin, toxicólogo y presidente del departamento ambiental del Colegio Médico, afirma que la exposición crónica al arsénico, en cualquiera de sus formas, se ha relacionado con cánceres de vejiga, pulmonar, riñón, hígado y a la piel: “En esa zona no hay estadísticas, pero los efectos crónicos son infartos al miocardio y enfermedades cardiovasculares a más temprana edad”, añade.
María Fernanda Cavieres, presidenta de la Sociedad de Toxicología, sostiene que el área de Puchuncaví y Quintero “es una zona contaminada por metales y, por ello, los planes de monitoreo anunciados deberían incluir y considerar metales no solo en el aire, sino además en el mar y los suelos, porque hay un peligro. El arsénico ha pasado a último plano, porque la gente está expuesta en forma crónica, entonces no genera contingencias agudas”.
Ramírez, en tanto, plantea que la comunidad está solicitando una nueva norma para el arsénico, que se haga cargo de las emisiones industriales. En Chile, alguna vez, existió esta regulación: en enero de 1994, el Ministerio de Salud estableció una norma primaria de calidad del aire para la sustancia, la que fue derogada solo cuatro meses después, bajo el argumento de que debía ser resorte de la recién conformada institucionalidad de Medio Ambiente.
“No puede ser que haya transcurrido todo este tiempo sin ningún tipo de regulación. Los efectos del arsénico son graves para la salud y nuestra comunidad es la que los está sufriendo”, agrega Ramírez.