La contaminación por la microalga Didymo podría continuar su propagación hacia el norte del continente, luego de que en menos seis años ya haya avanzado por cuencas de seis regiones en nuestro país, extendiéndose en una zona que va desde la latitud 36ºS hasta la 48º S.
Jorge Parodi, director del Laboratorio de Biología Molecular Aplicada de la Universidad Mayor, y quien publicó recientemente un estudio sobre los daños que esta especie introducida está causando al semen de los salmones en la zona sur, asegura que existen condiciones ambientales que permitirían que la microalga continúe colonizando ríos y lagos del centro y norte del país, pudiendo incluso llegar a cuencas de Perú y Colombia.
“La contaminación está presente en cuencas, afectando a ríos y lagos, pero donde la observamos de mejor forma es en los ríos. La plaga se está expandiendo hacia el norte, con el río Renaico como frontera, en una cuenca que comparten las regiones de Araucanía y Biobío, pero existe la factibilidad de que esta microalga pudiera colonizar cuencas de ríos y lagos hasta Colombia, de no adoptarse las medidas preventivas que requiere la situación. Se trata sin dudas del principal problema actual y de futuro que enfrentan los ríos y lagos de nuestro país”, señala Jorge Parodi.
La Didymosphenia geminata es una microalga de color pardoso, perteneciente a la familia de las diatomebas, que se distribuye mundialmente en aguas frías continentales. Sus primeros afloramientos datan de los años 80 en las cuencas cercanas a la ciudad de Vancouver, en Canadá, aunque sus mayores impactos ocurrieron en Nueva Zelanda, donde llegó como una especie introducida que causó millonarios daños en bioseguridad y turismo. En el país oceánico, más del 80% de las cuencas resultaron afectadas, en un fenómeno de propagación que apenas tardó dos años en alcanzar su máxima expresión.
En ese país cubrió más de 150 ríos de la isla sur y se estima que provocó un impacto económico de US$ 90 millones, principalmente por el daño al turismo de pesca y deportes acuáticos. Para controlar su dispersión, el país invirtió más de US$ 3 millones en medidas de bioseguridad por medio de la remoción, lavado y secado de aparatos en contacto con la microalga, impidiendo la colonización de la plaga a la isla norte del país y previniendo un impacto económico de hasta US$65 millones.
“El caso de invasión más comparable con Chile, debido a sus características ambientales, es el de Nueva Zelanda. Si tomamos como referencia esto, lo ocurrido en Chile es preocupante. El año 2010 solo se contaba con el registro de una cuenca contaminada (Yelcho), para el año 2011 Didymo se encontraba en 3 cuencas aledañas presentes en la XI región, entre ellas Aysén, Palena y Baker. Actualmente, la Didymo se encuentra presente de manera irregular en distintas cuencas entre Biobío y Tierra del Fuego, extendiendo su rango de dispersión en casi 500 kilómetros a lo largo de Chile, y más del 50% de las subcuencas podrían tener presencia de esta plaga a fines del 2018”, dice Parodi.
El moco de roca, adherida a rocas y de color café, provoca un enturbiamiento de caudales habitualmente cristalinos. En Nueva Zelanda, el país más afectado por esta condición, su presencia provocó enormes daños en la industria del turismo. Se estima que el gobierno local debió invertir más US$10 millones para mitigar otros US$100 millones por los daños provocados por su dispersión. Solo el 20% de las cuencas de ese país no resultaron contaminadas por el “moco de roca”.
Usuarios de cuenca facilitan propagación
Diversos factores han facilitado la propagación de la didymo en las cuencas de la zona sur del país, aunque el que genera más consenso en la comunidad científica, es el humano. Según explica Parodi, ésta se adhiere a equipos de pesca deportiva o botes, que luego son utilizados en otros afluentes. De esta forma –y pese a los esfuerzos por instalar zonas especiales de lavados que permitan a los usuarios no convertirse en agentes transmisores– la dispersión de este fenómeno continúa siendo una grave amenaza.
“La evidencia más concreta de su propagación es por el transporte humano. Durante años se hizo campaña de prevención, pero no de educación del problema, y la microalga se propagó principalmente, a través de equipos de pesca deportiva o usuarios del río. Un ejemplo emblemático de esto ocurrió hace dos años, cuando kayakistas entraron a Torres del Paine con equipos contaminados y hoy tenemos presencia de microalga en cuencas cercanas al interior del parque, en el rio Serrano, y han obligado a mantener un control muy severo sobre el ingreso al parque. Sernapesca está haciendo un esfuerzo muy grande por detener esta propagación, pero no ha sido suficiente”, explica Parodi.
El investigador considera que el efecto económico de la plaga “está lejos de ser cuantificado”, principalmente porque las medidas de control también podrían tener efectos en la industria del turismo. Con todo, la inversión en mitigación de daños y control, en el caso de Nueva Zelanda, muestra que es necesaria mayor inversión pública en materia de monitoreo, control y estudio. “En nuestro país solo en licitaciones públicas para diagnosticar su presencia, Sernapesca ha invertido un millón de dólares en los últimos 4 años, pero no existe centro de investigación que estudien el problema en su realidad cultural y local”.
Los estudios de la didymo
La microalga se mueve en los procesos de flujo de los ríos y con agentes característicos de los ríos y lagos, tales como aves migratorias o pequeños roedores, aunque este impacto en el avance de la contaminación hacia el norte es menor. Afortunadamente, no puede dispersarse hacia zonas cercanas al mar (lo que acrecentaría el riesgo), pues las cuencas ubicadas próximas al océano adquieren una salinidad que hace incompatible su existencia.
El cambio climático también supone una amenaza para recrudecer la problemática, debido a las condiciones de sequía que han afectado a la zona sur, y que también se replican en otras regiones del país en los últimos años. Parodi señala que las modificaciones en los deshielos están alterando la capacidad de ríos y lagos de “reiniciarse”.
“Las condiciones de los flujos de los ríos han cambiado por distintos factores. Uno, por intervención humano, con sistemas de regadío y actividades que afectan la hidrología de las cuencas; pero también por influencia de las sequías, erupciones volcánicas y el cambio climático, lo que ha favorecido la permanencia y resiliencia de esta microalga. Estábamos acostumbrados a un sistema que se regía por el nival-pluvial y que dependía de los deshielos. Esto permitía un reinicio de los ríos, lo que eliminaba estas microalgas y permitía que las condiciones volvieran a cero. Esto ya no está ocurriendo y es algo sobre lo que necesitamos investigar”.
El principal daño que acreditan los estudios realizados por el Dr. Parodi se da en la reproducción de peces, específicamente en el salmón del río. Esto, pues la presencia de microalgas está dañando la calidad del agua y, por consecuencia, la calidad de los espermatozoides que los salmones eyaculan al río durante su fase de reproducción. Este impacto se muestra en el estudio “Motilidad, viabilidad y calcio en las células espermáticas”, desarrollado por Parodi para evaluar los impactos de esta contaminación en salmones. El estudio presente, además, evidencias que el lavado de equipos es la única medida efectiva.
Los espermatozoides de peces, en general, son células muy lábiles, altamente sensibles a cambios ambientales”, precisa el investigador, quien recientemente ha presentado un artículo que indicaría que biomoléculas producidas por la didymo tendrían efectos citotóxicos en líneas celulares derivadas de peces.
Además ha podido presentar evidencias del control de la didymo sugiriendo que la maniobra de lavar los equipos es la única efectiva, en condiciones de laboratorio para erradicarla de los equipos y recientemente ha presentado un artículo que indicaría que biomoléculas producidas por la didymo tendrían efectos citotoxicos en líneas celulares derivadas de peces y la posibilidad de usar otras estrategias para su diagnóstico, como usar moléculas presente en el agua y poder describir efectos toxico crónicos.
Expertos evaluarán estado del problema
Hasta ahora, no hay evidencia de daños a la salud de animales vertebrados o humanos, aunque el equipo de la Universidad Mayor está avanzando en una etapa investiga relacionada con eventuales efectos tóxicos sobre líneas celulares de microvertebrados, tales como la flora plancton y la páncora o cangrejo de río, un crustáceo presente en cuencas de la zona sur de Chile.
“A nivel de salud pública y animales vertebrados y humanos no causa impactos, lo cual está también siendo un problema porque hay menos interés que por ejemplo cuando aparece una fragata española que es peligrosa para los humanos, hay todo un desarrollo mediático de que hacer y cómo controlarla, pero con la didymo no podemos generar ese impacto y es más difícil educar los usuarios de los ríos. Estamos estimando que en el país se han gastado un par de millones de dólares solo para mantenerla controlada, sin saber mucho más del plaga”, plantea Parodi.
El especialista trabaja, además, en una propuesta a la autoridad que busca facilitar la instalación de un centro de alerta temprana para el control de la Didymo. Este tema será el punto central a tratar en una conferencia de expertos nacionales, que se darán cita el próximo 15 de diciembre en Temuco, donde además se evaluarán algunas de los potenciales nuevos enfoques existentes para entender y controlar el “moco de roca”. Hasta ahora, ninguna de las innovaciones desarrolladas a nivel mundial ha demostrado efectos positivos sin generar consecuencias ambientales tanto o más nocivas en las cuencas.