¿Todos por el clima?

Los últimos informes de Naciones Unidas nos alertan sobre la continuidad del volumen de emisiones de gases de efecto invernadero que emitimos y la imposibilidad de lograr alcanzar las metas de aumento de temperatura que el mundo se dio en el Acuerdo de París.

Hoy se celebra el Día Mundial del Clima, un esfuerzo especial para darle más relevancia a un problema urgente que enfrentamos como humanidad. El cambio climático ha pasado ya a la categoría de crisis climática y es, junto a la desigualdad, la pobreza y la pérdida de biodiversidad, uno de los desafíos claves a los que la sociedad mundial se enfrenta, pero para los cuales se visualizan escasas posibilidades de éxito.

Óscar Mercado, director Programa Sustentabilidad de UTEM

En el caso de la crisis climática los últimos informes de Naciones Unidas nos alertan sobre la continuidad del volumen de emisiones de gases de efecto invernadero que emitimos y la imposibilidad de lograr alcanzar las metas de aumento de temperatura que el mundo se dio en el Acuerdo de París. De hecho, el comunicado de prensa referente al último informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático, recientemente lanzado, plantea que “en 2018, el IPCC puso de relieve la escala sin precedentes del desafío que suponía limitar el calentamiento a 1,5 °C. Cinco años después, el desafío es aún mayor debido al aumento constante de las emisiones de gases de efecto invernadero”. Esta es la realidad que enfrentamos; se ha puesto el tema cada día más en los medios de comunicación y se han establecido muchos acuerdos nacionales e internacionales sobre el clima, pero no se logra reducir las emisiones al nivel que nos haga prever un futuro seguro. ¿Dónde está el problema? En varias aristas.

Lo primero es que la crisis climática afecta principalmente a los más desfavorecidos, quienes viven en la ruralidad, directamente del campo o de la agricultura; los más pobres en general. La crisis climática no afecta a quienes toman las decisiones que nos conducen a mantener la crisis; quienes actúan y deciden desde la comodidad de sus oficinas climatizadas. Los que toman las decisiones en empresas que emiten gases de efecto invernadero o deforestan también lo hacen desde la comodidad de un buen ingreso y un nivel de confort que nunca le permitirá sufrir la crisis climática. ¿Qué incentivo tienen para contribuir a aportar a su reducción? Ellos están claros que serán los últimos en sufrir en carne propia el caos climático.

Lo segundo es el peso del poder económico y su enorme influencia sobre el poder político. Muchos, demasiados aún para los tiempos que corren, de los representantes del poder económico se desentienden absolutamente de las externalidades negativas de sus acciones en búsqueda de maximizar sus beneficios económicos, y para lograrlo no vacilan en financiar campañas a políticos que una vez en el poder difícilmente irán contra sus intereses. Si no hay legislación robusta y poderosa para reducir las emisiones drásticamente, no se alcanzarán los objetivos.

No está entonces toda la humanidad luchando contra el cambio climático, solo una parte de ella, los directamente afectados por sequias, olas de calor o inundaciones, y quienes, gracias a educación y sensibilización, han logrado tomar conciencia del desastre que estamos viviendo. Mientras no se logre educar, sensibilizar y convencer a los principales culpables, esta será una guerra pérdida.

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