Si pudiéramos retroceder 20 mil años, veríamos a lo largo de Chile a caballos diferentes de los que conocemos en la actualidad. De hecho, los equinos modernos de nuestro país descienden de especies foráneas que arribaron a estas tierras junto a los europeos, a partir de la segunda expedición de Cristóbal Colón, según algunas crónicas de antaño.
Las especies de caballos prehistóricos de Sudamérica pertenecían a dos géneros: Hippidion y Equus, siendo este último el único que cuenta hoy con representantes vivos. Algunos eran del tamaño de un burro y otros similares al equino contemporáneo. Sin embargo, hace 10 mil años se desencadenaron una serie de extinciones masivas, cuando finalizaba el Pleistoceno y comenzaba el Holoceno (época que se extiende hasta nuestros días). Fue así como Sudamérica perdió el 83% de los géneros pertenecientes a la megafauna, es decir, los grupos de grandes animales que superaban los 44 kg, convirtiéndose en el continente más afectado y quedándose sin caballos nativos.
Actualmente, continúa el debate sobre las causas de su extinción. Para tratar de dilucidarlo, un grupo de investigadores analizó las áreas que ocupaban cuatro especies de equinos que vivían en Chile y Sudamérica, entre los 21 mil y 8 mil años antes del presente: el Equus neogeus, Hippidion principale, Hippidion devillei e Hippidion saldiasi. A través de modelos computacionales, compararon la presencia de estos herbívoros con los registros de los principales cambios climáticos y de la llegada de los humanos a la región.
“Estudiar la paleofauna es clave porque nos muestra ejemplos de cambios ecológicos importantes que ya han pasado antes. Es como tener el experimento ya hecho, con resultados, pero nos falta entender las condiciones. En este caso queremos saber por qué desaparecieron los paleocaballos. Con esa información podemos anticipar de qué manera las especies de mamíferos actuales, como los guanacos o huemules, podrían extinguirse en la actualidad, y tomar medidas para que no suceda” explica Natalia Villavicencio, científica del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB), quien lideró el trabajo publicado en Frontiers in Ecology and Evolution.
El punto de partida del estudio fue el Último Máximo Glacial, época que comenzó hace 20 mil años, donde las capas de hielo tuvieron su máxima extensión en el planeta. En ese entonces, el Equus neogeus – que bordeaba los 370 kg – era el equino más expandido en Sudamérica, tanto en la costa del Pacífico como del Atlántico, así como en los Andes y en Chile central. Aunque esta especie dejó de existir, su género habitaba en otros continentes, lo que explica la supervivencia de este grupo, al cual pertenecen los caballos modernos.
Desigual fue el destino de las especies Hippidion, género que era endémico (único) de Sudamérica y que desapareció para siempre. De este grupo, H. principale presentaba la distribución más amplia, al igual que el mayor tamaño, pesando alrededor de 460 kg. Frecuentaba lugares como la parte oriental de Sudamérica y Chile central.
Por otro lado, Hippidion devillei, que con sus 250 kg era el más pequeño del grupo, habitaba en la región andina, la pampa y en el este de Brasil, mientras que H. saldiasi – que rondaba los 265 kg – se restringía al sur de Sudamérica, llegando hasta Tierra del Fuego.
Aunque se observó que las especies de mayor tamaño eran las que ocupaban más territorio, todas experimentaron una disminución de sus áreas durante la transición hacia el Holoceno.
Villavicencio sintetiza: “Desde el Último Máximo Glacial en adelante el clima en Sudamérica, a grandes rasgos, se calentó. Durante ese periodo, lo que vemos es una tendencia a la reducción de las áreas de distribución para las distintas especies de caballos analizadas”.
Dicho de otro modo, la presencia de estos caballos se redujo a medida que el clima se calentaba y, en respuesta, se presume que se desplazaron a sitios más fríos, como la Patagonia y paisajes altoandinos.
No obstante, las alteraciones del clima y la consiguiente contracción de sus áreas de ocupación no los llevó a un extremo que les impidiera persistir como poblaciones viables. Por tanto, los cambios climáticos no logran explicar la extinción de estos animales. Entonces, ¿qué los exterminó?.
Más de un culpable
Pese a la enorme complejidad de estos fenómenos, en ocasiones se responsabiliza exclusivamente al cambio climático de la extinción de especies, ignorando otros factores claves que también tienen consecuencias directas en la pérdida de biodiversidad. Por ello, el testimonio del pasado es fundamental, ya que entrega luces sobre el presente y futuro.
Por ejemplo, los científicos contemplan otras variables en la extinción de los caballos prehistóricos, como las modificaciones que sufrió la vegetación en todo el continente, en especial porque estos animales preferían las pampas o estepas, caracterizadas por sus pastizales.
Sin embargo, otro elemento cobra especial relevancia: los humanos, los cuales se hallaban en gran parte de Sudamérica hace 13 mil años atrás, coexistiendo con las distintas especies de caballos durante dos y tres mil años aproximadamente, de acuerdo a los registros fósiles.
El humano alteró el paisaje de diversas maneras, por ejemplo, cazando o quemando los nuevos territorios a su alcance.
“El impacto de los humanos, que recién llegaban al continente cuando el clima cambiaba, puede ser el factor adicional que causó la extinción de los caballos”, agrega la paleobióloga, quien recalca la necesidad de continuar las investigaciones para comprender, anticipar y evitar, en lo posible, que animales modernos similares, como el guanaco o huemul, corran la misma suerte.
En ese sentido, la historia de la paleofauna parece repetirse en el siglo XXI, aunque con un acentuado protagonismo antrópico. Por ello es crucial considerar los efectos sinérgicos entre los humanos y las modificaciones ambientales, varias de las cuales son causadas por nuestra acción, como la degradación de hábitats, el uso elevado de recursos naturales y la generación de contaminantes, por nombrar algunos.
“En la actualidad, se tiene el mismo escenario de cambio climático, pero con impactos humanos crecientes, como el cambio en el uso del suelo, la ocupación del hábitat de otras especies, la contaminación, entre otros, lo que, sin lugar a dudas, está afectando de forma negativa a muchas especies nativas”, concluye.