El Desierto de Atacama es el lugar más seco del planeta, después de los ecosistemas polares. Los altísimos niveles de radiación y muy pocos nutrientes en el suelo, entre otras características hacen muy difícil la vida. Pese a estas extremas condiciones, este hábitat es un verdadero tesoro genético y el hogar de decenas de especies de plantas -muchas de ellas endémicas-, que han evolucionado durante millones de años, adaptándose para crecer en este particular escenario que tanto maravilla a quienes lo visitan.
Con una superficie aproximada de 105 mil km², este vasto territorio es un laboratorio natural que, por décadas, ha impulsado el trabajo científico. Tal es el caso de Rodrigo Gutiérrez y Claudio Latorre, investigadores del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y de la Pontificia Universidad Católica, quienes lideraron un estudio sobre 32 cómo especies de plantas han crecido en este ambiente; el que fue publicado en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
En este trabajo, las y los investigadores del equipo, analizaron las estrategias genéticas que permiten a estas plantas, hacer frente a estas extremas condiciones. Para ello, y durante un período de 10 años, caracterizaron el tipo de clima, suelo, plantas y microbios del suelo, en 22 sitios a diferentes alturas sobre el nivel del mar en el Desierto Atacama.
El primer paso del trabajo, fue observar qué especies estaban presentes año tras año, para así entender la biodiversidad real de este ecosistema que no se había estudiado en una escala temporal tan grande. Luego, las y los científicos seleccionaron 32 especies de plantas y realizaron análisis genéticos para entender el proceso evolutivo de estos seres vivos.
“Una de las motivaciones para realizar este trabajo es el cambio climático, el aumento de la desertificación en Chile y el mundo, y cómo vamos a hacer frente a los desafíos que este escenario implica. En ese contexto, concluimos que el Desierto de Atacama es una verdadera mina de oro genética, para conocer los mecanismos que permiten sobrevivir a las plantas en condiciones de sequía extrema”, señaló Rodrigo Gutiérrez, científico IEB e integrante del Centro FONDAP de Regulación del Genoma.
Respecto a los hallazgos, el equipo investigador encontró mutaciones en 265 genes presentes en diferentes plantas, vinculados a esta capacidad de adaptación. Al mismo tiempo, descubrieron que la vegetación había desarrollado diferentes estrategias evolutivas para sobrevivir a las duras condiciones.
El equipo de trabajo, advierte que entender las dinámicas de adaptación en este particular escenario, puede entregar valiosos aportes a la ciencia y la humanidad, como es mejorar la producción de cultivos en áreas donde hay escasez de alimentos o que están siendo afectadas por la desertificación, debido al cambio climático y el uso de la tierra. Por otro lado, el estudio también puede contribuir a proyectar escenarios futuros, marcados por el aumento de la temperatura global en el planeta.
“Este trabajo representa un esfuerzo de una década de muestreo y análisis, mediante el cual logramos caracterizar cómo responden las plantas a varios parámetros de estrés, desde el punto vista genético, como es la gran producción de pigmentos producto de la alta radiación solar. De esta manera, hemos concluido que este tesoro genético, es y será mucho más valioso que cualquier actividad minera o extractiva que se pueda realizar en el desierto”, sostuvo Claudio Latorre, paleoclimatólogo del IEB.
El investigador recalca que toda la evidencia generada, podría verse reflejada en diversas aplicaciones a futuro, algunas insospechadas, incluyendo la seguridad alimentaria y el cultivo de plantas en suelos más salinos y con menores requerimientos de agua.