Gestión con evidencia y cambio cultural: la visión de Claudia Orellana, primera directora de Sostenibilidad de la UDLA

Tras asumir en julio la primera Dirección de Sostenibilidad de la Universidad de Las Américas, la ingeniera civil industrial detalla cómo la gestión basada en datos, la gobernanza clara y la participación de la comunidad universitaria serán claves para avanzar desde los compromisos a una transformación real y medible en la institución.

Tras su paso por la Universidad Andrés Bello, donde trabajó en diseño estratégico e implementación de proyectos vinculados a la sostenibilidad, Claudia Orellana asumió en julio pasado la primera Dirección de Sostenibilidad de la Universidad de Las Américas (UDLA). Con una mirada sistémica y enfocada en resultados, en entrevista con Codexverde, detalla los aprendizajes, desafíos y prioridades que guiarán este nuevo proceso institucional.

De su experiencia en la UNAB, rescata tres cosas que hoy la acompañan en su día a día: mirar la sostenibilidad como un sistema completo y no como un conjunto de proyectos verdes sueltos. “Si no está conectada con el modelo educativo, la investigación y el vínculo con el medio, se queda corta”, explica. La segunda le vino del trabajo cotidiano: escuchar, negociar, traducir conceptos técnicos y, sobre todo, generar confianza. Y la tercera fue entender que los compromisos solo sirven si se transforman en datos, indicadores y resultados que se puedan verificar.

Un marco común, pero no suficiente

Para la ingeniera civil industrial, una estrategia y una política de sustentabilidad bien diseñadas pueden transformar profundamente la gestión universitaria de la UDLA en los próximos años porque entregan un marco común, orientan decisiones y dan continuidad a una agenda de mediano y largo plazo. Sin embargo, advierte que no son suficientes por sí solas: “para que realmente transformen la universidad, deben ir acompañadas de gobernanza y responsables claros; recursos y capacidades internas; y mecanismos de seguimiento y rendición de cuentas”.

La participación de la comunidad también es clave para evitar que estas definiciones se perciban como algo impuesto. “El cambio real ocurrirá en cómo esas definiciones se llevan a la práctica en cada sede, facultad y unidad de la UDLA”, sostiene.

Plan de acción

La Dirección de Sostenibilidad de UDLA está desarrollando planes concretos para gestionar el agua, la energía y los residuos, basándose en diagnósticos claros y datos precisos sobre consumos e infraestructura. Para eso, la universidad está utilizando una plataforma de gestión que permite monitorear en detalle los consumos y orientar mejor las medidas de eficiencia. Además, se avanza en la migración a clientes libres, optimizando costos y creando la posibilidad de incluir criterios de sostenibilidad en la compra de energía.

La factibilidad es otro elemento clave. Orellana resalta la necesidad de combinar medidas de implementación rápida con proyectos estructurales de más largo plazo, asegurando que las iniciativas sean realizables y sostenibles. El seguimiento constante, la mejora continua y el cumplimiento normativo son esenciales para que estas medidas generen resultados concretos

El integrar la mirada operativa con la académica y avanzar de manera coherente también es central. La ingeniera busca que los campus funcionen como “laboratorios vivos”, incorporando las asignaturas, proyectos de titulación y líneas de investigación. Además, asegura que se trabajará de manera articulada con facultades y carreras, y se promoverá una comunicación constante que permita recoger propuestas de estudiantes y académicos para mejorar continuamente los planes de sostenibilidad.

Transformación cultural: los desafíos de la inducción en sostenibilidad

La inducción en sostenibilidad es una pieza clave para la transformación cultural, abarcando estudiantes, colaboradores, académicos, investigadores/as y autoridades. Sobre aquello, Claudia Orellana señala que uno de los principales retos es la diversidad de públicos: “No todos llegan con el mismo nivel de conocimiento o interés, por lo que los contenidos deben adaptarse a cada estamento sin perder una narrativa común que atraviese toda la universidad”, indica.

Otro desafío es pasar de la sensibilización a la acción. “Es relativamente más fácil motivar y generar conciencia inicial de que sostener cambios de hábitos en el tiempo”, explica. Por eso, la inducción se vincula con “prácticas concretas en el día a día: cómo se gestiona un laboratorio, cómo se usa el campus, cómo se diseñan clases o proyectos con enfoque de sostenibilidad”.

Orellana también advierte sobre la percepción de sobrecarga. “Muchas personas ya enfrentan múltiples demandas y la sostenibilidad podría verse como un esfuerzo extra si no se muestra cómo aporta valor, simplifica procesos y mejora la calidad académica y de vida en los campus”. Por último, enfatiza la importancia de la coherencia institucional: si el discurso formativo no se refleja en infraestructura, decisiones de inversión y políticas internas, el mensaje pierde credibilidad.

Frente a estos desafíos, la directora de Sostenibilidad subraya que el programa debe ser progresivo, participativo y estrechamente ligado a la experiencia real de estudiar o trabajar en la UDLA.

Paso clave hacia la gestión con datos

La UDLA realizará por primera vez la medición de su huella de carbono e hídrica, un hito que, según Claudia Orellana, permitirá contar con una línea base objetiva. Con esta información será posible saber con claridad dónde están los principales impactos de la universidad, en qué sedes, procesos y actividades se concentran, dejando de trabajar sobre supuestos y comenzando a gestionar con datos concretos.

Además, este paso posiciona a la UDLA dentro de estándares internacionales. “La medición de huellas es hoy una práctica clave en instituciones de educación superior que buscan contribuir de manera seria a la acción climática ya la gestión responsable de los recursos”. Además, vincula la sostenibilidad con la toma de decisiones estratégicas, integrando indicadores claros a la planificación institucional, a los planes de infraestructura y a las políticas de compras.

Para que estas métricas se conviertan en herramientas de gestión permanentes, Orellana destaca la necesidad de fortalecer varias capacidades internas. “Es fundamental contar con equipos capaces de levantar, sistematizar y analizar datos, así como con sistemas que permitan actualizar la información de manera continua. También es clave desarrollar capacidades técnicas en unidades como infraestructura, mantención, compras y gestión de campus, para interpretar los resultados y traducirlos en mejoras concretas”, concluye.

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