Hace unos días, el Consejo de Ministros para la Sustentabilidad y el Cambio Climático aprobó la actualización de la Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC) de Chile, la hoja de ruta que orienta las acciones climáticas del país para el período 2025-2035. Esta nueva versión fue significativamente fortalecida gracias a la incorporación de más de 50 propuestas elaboradas por el Comité Científico Asesor de Cambio Climático (C4), un organismo mandatado por la Ley Marco de Cambio Climático para velar porque las políticas en esta materia se construyan sobre evidencia científica.
El proceso que dio forma a estas recomendaciones fue coordinado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, e involucró a más de 200 investigadores e investigadoras del país a través de los “Diálogos Científicos por la Acción Climática”, una innovadora instancia que consolidó más de 100 propuestas concretas y revisó cerca de 300 publicaciones científicas. El resultado fue un informe técnico que sirvió de base para robustecer la ambición y coherencia de la NDC, y que ha sido reconocido internacionalmente como un modelo de colaboración virtuosa entre ciencia y política pública.
La experiencia chilena fue presentada recientemente ante el Parlamento Alemán y en la Conferencia Internacional de Océanos en Niza, Francia, posicionando a nuestro país como un ejemplo en la forma de articular el conocimiento científico con la toma de decisiones climáticas. Este enfoque no solo ha permitido alinear las metas nacionales con los estándares del Acuerdo de París, sino también integrar componentes inéditos como la medición de carbono azul, indicadores de salud mental, y compromisos explícitos con pueblos indígenas y justicia climática territorial.
En entrevista con Codexverde, Álex Godoy, académico director del Centro de Investigación en Sostenibilidad y Gestión Estratégica de Recursos (CiSGER) de la Universidad del Desarrollo (UDD) y miembro del C4, detalla los aportes de la comunidad científica, reflexiona sobre la importancia de una transición socioecológica justa, y proyecta el papel clave que tendrá la ciencia en la implementación y seguimiento de las metas climáticas de Chile en los próximos años.

Entre las principales recomendaciones incorporadas en la NDC actualizada, ¿cuáles considera que son las más relevantes para avanzar en la mitigación y adaptación al cambio climático?
De las 102 propuestas que presentamos como comunidad científica, más de la mitad fueron incorporadas en la versión final de la NDC, lo que representa un logro muy significativo. Entre ellas, hay avances clave en tres áreas:
En mitigación, por ejemplo, logramos ajustar el presupuesto nacional de gases de efecto invernadero y fortalecer los compromisos respecto a contaminantes de vida corta como el metano, el carbono negro y los HFCs. También se avanzó de manera importante en economía circular, con metas cuantificables para la valorización de residuos orgánicos, la reducción de pérdida y desperdicio de alimentos, y nuevos objetivos en residuos de construcción y demolición. En adaptación, se amplió el alcance en sectores críticos como salud donde por primera vez se incluye la dimensión de salud mental—, además de seguridad hídrica, infraestructura y biodiversidad. Y en el componente integrado de mitigación y adaptación, destacaría especialmente el aumento de la meta de reforestación con especies nativas a 80 mil hectáreas y, de manera inédita, la inclusión del carbono azul, es decir, el carbono capturado por nuestros océanos y ecosistemas marinos. Son avances que reflejan una visión más ambiciosa, coherente y basada en evidencia.
¿Cómo se ha incorporado el enfoque de justicia climática y la participación de pueblos indígenas en la actualización de las NDC, y qué relevancia tiene esto para la construcción de políticas climáticas más inclusivas?
Este es uno de los avances más importantes y necesarios de la nueva NDC. Se fortaleció de manera transversal el Pilar de Transición Socioecológica Justa, ampliando el enfoque social de los compromisos climáticos. De forma inédita, se incorporaron nuevas contribuciones centradas específicamente en pueblos indígenas y en la justicia climática a nivel territorial.
La relevancia de esto es crucial. Para que la acción climática sea efectiva y legítima, debe ser justa. Esto implica que el diseño y la implementación de las políticas deben considerar las particularidades socioecológicas de cada territorio y, sobre todo, proteger a los grupos más vulnerables. Incorporar explícitamente criterios de equidad, género y las necesidades de pueblos originarios, personas mayores, niños y migrantes, entre otros, garantiza que la transición hacia una sociedad resiliente y carbono neutral no deje a nadie atrás. Esto no solo hace que las políticas sean más inclusivas, sino también más robustas y sostenibles en el largo plazo.
¿Podría explicar cómo se articuló la colaboración entre los ministerios del Medio Ambiente, de Ciencia y la comunidad científica para integrar más de 50 recomendaciones en la actualización de la NDC?
La colaboración fue un proceso metodológico estructurado, diseñado para asegurar una participación efectiva y basada en evidencia. El Ministerio de Ciencia coordinó nuestro aporte como Comité Científico, que a su vez actuó como puente con la comunidad científica ampliada.
El mecanismo central fueron los “Diálogos Científicos por la Acción Climática”. El proceso partió con una serie de talleres virtuales que se realizaron entre el 6 y el 12 de marzo. Participaron cerca de 150 investigadores e investigadoras de distintas disciplinas y regiones del país, quienes se organizaron en mesas temáticas que abordaron los distintos capítulos del anteproyecto de la NDC: mitigación, adaptación, bosques, océano, transición justa, entre otros. En esas sesiones se discutió evidencia relevante, se identificaron brechas y se propusieron indicadores de seguimiento. Luego, el 17 de marzo, tuvimos un encuentro presencial en el que más de 100 investigadores se reunieron para consolidar los aportes recogidos en los talleres virtuales, fortalecer la base científica y generar sinergias entre las distintas áreas. Fue un momento muy relevante, que además contó con la participación de la ministra de Ciencia, la ministra del Medio Ambiente y el canciller, lo que deja claro el valor que hoy tiene la ciencia para las autoridades en materia de política climática.
¿Qué importancia tiene para Chile que este proceso de integración entre ciencia y política climática haya sido destacado y presentado en escenarios internacionales como el Parlamento Alemán y la Conferencia Internacional de Océanos?
Tuve el privilegio de presentar nuestro trabajo en un evento del Parlamento Alemán en Berlín el pasado 10 de junio y unos días después en un evento de la Conferencia de los Océanos en Niza, Francia. En ambas instancias, fue una oportunidad estratégica para posicionar a Chile como un referente global en cómo construir políticas públicas climáticas robustas y creíbles, basadas en la evidencia científica. En un contexto internacional donde la acción climática a menudo carece de rigor, nuestro modelo de colaboración demuestra que es posible basar los compromisos de un país en evidencia científica sólida.
La presentación de nuestro proceso y resultados en escenarios como el Parlamento Alemán y la Conferencia de Océanos en Niza valida nuestro enfoque y lo visibiliza como un caso de éxito. Esto no solo fortalece nuestra reputación, sino que también nos convierte en un actor creíble y serio ante las exigencias del Acuerdo de París. A nivel nacional, nos da la certeza de que estamos diseñando políticas efectivas que usan los recursos de forma inteligente y que tendrán un impacto real en la calidad de vida de las personas y en la resiliencia climática del país. Este es un modelo propio de Chile, único en la región, del que estamos muy orgullosos.
¿Qué papel jugará el Ministerio de Ciencia y la comunidad científica en la implementación y seguimiento de estas metas climáticas, especialmente en temas de innovación tecnológica y formación de capacidades?
Nuestro rol ahora pasa de la formulación al «cómo». Como comunidad científica, ayudamos a definir el «qué», es decir, las metas y la ambición de la NDC. Ahora, el Ministerio del Medio Ambiente tiene la misión de liderar, junto a otros ministerios, como el de Ciencia, los medios de implementación, particularmente en dos áreas clave: la transferencia tecnológica y la formación de capacidades.
Esto significa que nuestra labor será articular y movilizar la innovación, la tecnología y el talento humano que Chile necesita para que estas metas ambiciosas se hagan realidad. Desde la academia y los centros de investigación, seguiremos generando el conocimiento necesario para monitorear los avances, evaluar la efectividad de las políticas y proponer ajustes. Por ejemplo, se enfatizó la necesidad de establecer indicadores claros y medibles, junto con sistemas de monitoreo y alerta temprana más robustos, áreas donde la ciencia es fundamental. En resumen, seremos los socios estratégicos para asegurar que la implementación sea tan rigurosa y basada en evidencia como lo fue su diseño.





