Ni crecimiento ni desarrollo, evolución

Sendero educativo en Cobquecura

Durante muchas décadas, hasta más o menos los ’80, se discutió sobre si crecimiento o desarrollo era el camino; la dura batalla la ganó el concepto de desarrollo, para dar pie a otra gran batalla, ¿Qué desarrollo necesitamos? Esa discusión ha generado innumerables propuestas, comenzando por la de desarrollo sostenible de la Comisión Brundtland, pasando por desarrollo a escala humana, desarrollo en base a capacidades, economía verde, incluso el desarrollo en base al decrecimiento. Todas ellas parten de un diagnóstico común que hace referencia a la crisis socioambiental que enfrenta el planeta, que no ha hecho sino empeorar desde que la primera de estas propuestas vio la luz.

Las propuestas de solución de unas y otras enfrentan infinidad de problemas de aplicación o son válidas en contextos muy acotados y bajo condiciones determinadas, producto de que no atacan el problema raíz que genera la actual crisis de sustentabilidad: el comportamiento del ser humano.

La crisis que hoy enfrentamos tiene su causa última en los comportamientos humanos generados por tres grandes males: la codicia, la ambición y el egoísmo, entendiendo la RAE la primera como el ”afán excesivo de riqueza”; la segunda como el “deseo ardiente de conseguir algo, especialmente poder, riquezas, dignidades o fama»; y el tercero como el “inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidar del de los demás”. Si se analiza con detención cualquiera de los múltiples eventos que dan cuenta del estado de nuestra sociedad: hambrunas, pobreza, contaminación, violencia, sobreexplotación, trabajo infantil, guerras, pérdida de biodiversidad y una larga lista de hechos penosos, vemos que, en su origen, hay personas, generalmente con estudios superiores, que, al mando de una empresa, un ministerio o una organización deciden, en base a algunas de estas motivaciones, acciones cuyas consecuencias empeoran el bienestar social y ambiental de la humanidad.

La solución no es entonces predicar posibles soluciones en base a profundos análisis que definan qué tipo de desarrollo queremos y qué tipo de estructuras y modelos debemos crear, sino separar del poder económico y político los males de la codicia, la avaricia y el egoísmo. Ese es el verdadero e inmenso desafío crucial que enfrentamos como sociedad.

Se ve un desafío de una magnitud gigantesca debido a la profunda simbiosis entre el poder económico y político; el segundo al servicio del primero, dificulta los cambios necesarios para generar una sociedad más justa social, ambiental y económicamente. Aquella minoría que año a año recibe gran parte del ingreso de los países, galopa en los males descritos y no se bajará de ellos fácilmente.

La solución está, como en casi todo problema, en la educación. No por algo los países menos desiguales del mundo tienen buenos sistemas educativos. El compromiso con una educación de calidad, y para la sustentabilidad, aparece como una esperanza de mejores tiempos; una educación que forme en valores que combatan los males nombrados. Si esa educación, cuya implantación requiere enormes recursos de todos, es exitosa, no necesitamos definir qué desarrollo queremos; si quiénes tienen el poder y quiénes toman decisiones importantes no actuaran guiados por la codicia,  la avaricia o el egoísmo, todo naturalmente evolucionará hacia una  sociedad más justa, más humana, más empática, y por lo tanto, más digna para todos. Los esfuerzos para alcanzar un planeta sustentable deben descansar, entonces, en generar los aprendizajes para que todos y cada uno de quienes se eduquen tengan muy claro que la codicia, la avaricia y el egoísmo son males terribles y los erradiquen de su accionar.

2 COMENTARIOS

  1. Totalmente de acuerdo, la codicia que ciega a las personas con poder económico y político, dificulta (por decir lo menos) el desarrollo sostenible. La educación es la base para poder evolucionar hacia un desarrollo justo para todos, y esto incluye nuestra manera de relacionarnos con la naturaleza que nos sustenta.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Ingrese su nombre aquí