Sugieren uso de boyas oceánicas a menos de 30 km de la costa para fortalecer sistema de alerta de tsunamis

A partir del análisis del terremoto y posterior tsunami de 2010, un equipo de expertos del Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres, CIGIDEN, demostró que los pronósticos de inundación por tsunami basados solo en señales sísmicas y/o de variación del terreno (GPS), poseen un alto nivel de incertidumbre. La medición directa de la superficie del mar ayudaría a mejorar la detección temprana y seguimiento de la evolución de las olas.

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A diferencia de lo que ocurre con los terremotos que generan ondas sísmicas que duran solo minutos, los tsunamis pueden mantenerse activos y peligrosos durante horas. La observación directa de las olas a kilómetros de la costa, por lo tanto, contribuiría a precisar las alertas y el seguimiento del fenómeno mientras se desarrolla. Tal como ocurrió en el terremoto de Tohoku ­2011 en Japón y en Illapel 2015, en donde la intensidad inicial de los tsunamis –pronosticados a partir de información sísmica provista por los servicios sismológicos respectivos de cada país– fue subestimada en forma importante.

Estos factores fueron profundizados en un estudio realizado por investigadores de CIGIDEN, sobre el tsunami del 27F en Chile y publicado en la revista Geophysical Research Letters. El trabajo analizó la capacidad predictiva de la inundación por tsunami basada en la caracterización de la ruptura sísmica, encontrándose serias limitaciones. De acuerdo al autor principal y director de CIGIDEN, Rodrigo Cienfuegos, el estudio plantea que la observación de las olas en una franja de 30 km costa afuera, disminuiría el alto grado de incertidumbre en los pronósticos de tsunamis basados solo en el terremoto.

Al mismo tiempo, agrega el experto, al utilizar una red de boyas de observación oceánica en la plataforma continental, se podría contar con una información temporal sobre la evolución del tsunami en los minutos y horas luego de ocurrido el terremoto, de manera de anticipar el nivel de afectación y determinar el momento en que las alertas pueden ser canceladas. Cienfuegos calcula, que para cubrir 1.000 kilómetros costa se necesitaría una red de 8 a 10 boyas con una inversión de al menos 30 millones de dólares

Observación del mar

“Las boyas oceánicas pueden medir el tsunami en el mar antes de que éste llegue a la costa y durante todo el tiempo en que se mantiene activo, algo vital porque las olas peligrosas pueden manifestarse durante muchas horas tal como lo vivimos el 27F. La red de boyas que estaba en operación en Japón el 2011, por ejemplo, fue clave para corregir la primera estimación del tsunami, fuertemente subestimada en base a la información sísmica recopilada por una de las redes de observación sismológicas más densas del mundo”, plantea el también académico de Ingeniería UC, Rodrigo Cienfuegos.

La red de boyas en operación en Japón, pueden registrar variaciones de olas a una profundidad de agua de entre 100-400 metros a 5-30 km de distancia a la costa, y están siendo mejoradas para ser capaces también de medir eventos más frecuentes como son las marejadas o subidas del nivel del mar. De acuerdo a Alejandro Urrutia, investigador CIGIDEN y co-autor del estudio, este sistema es útil para verificar la intensidad del tsunami generado, detectarlo antes de llegar a la costa, y precisar los pronósticos de peligrosidad a través de técnicas de asimilación de datos que hoy pueden desarrollarse mientras las olas están aún activas.

Estas nuevas tecnologías de campo cercano, se suman al sistema de monitoreo de aguas profundas (2.000-5.000 m de profundidad) de la cuenca del Pacífico –boyas DART– operado por el National Oceanic and Atmospheric Administration, NOAA, junto a la colaboración activa de SHOA para mantener en operación 5 boyas ubicadas frente a las costas de Chile. Esta información complementa los registros de la red de mareógrafos a cargo también del SHOA, disponible en línea en forma abierta. Las boyas DART permiten monitorear la actividad de tsunamis a escala global y precisar las alertas, especialmente para los países que se encuentran lejos de la zona de generación del tsunami.

Comunidades y auto-evacuación

Patricio Catalán, académico de la USM y co-autor del estudio, explica, que a pesar de las importantes inversiones que el país ha hecho para densificar las redes de medición de terremotos y variables geodésicas (variación del terreno), el pronóstico rápido de la afectación por inundación de tsunamis en localidades específicas, no puede realizarse en forma confiable a partir de estos registros.

Las nuevas tecnologías de observación del nivel del mar pueden sin duda ser útiles para precisar los niveles de peligrosidad y la duración de un tsunami, además de proveer información valiosa para seguir mejorando el conocimiento acerca del comportamiento del mar en uno de los países con mayor longitud de borde costero a nivel mundial. Pero los esfuerzos, advierte Rodrigo Cienfuegos, deben estar orientados en educación para generar una cultura de auto-evacuación ordenada inmediatamente después de ocurrido un sismo de larga duración e intensidad. “Estas medidas son indispensables y seguirán siendo la mejor inversión para salvar vidas en las zonas más cercanas a la generación del tsunami”, asegura.

Una segunda etapa de investigación en CIGIDEN será estudiar la factibilidad de instalar boyas oceánicas en la costa de Chile, que además de registrar tsunamis, puedan medir eventos cada vez más frecuentes: las marejadas y anomalías del nivel del mar producto de fenómenos climáticos extremos.

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