Cuidemos nuestro sur

Es necesario invertir, es imprescindible fiscalizar y es determinante exigir a los privados un comportamiento ejemplar. No es posible ni presentable que quienes más ganancias generan sean quienes menos respeto tengan por el medioambiente y los ecosistemas locales. Y no es posible que la Superintendencia del Medio Ambiente sea percibida como un órgano lento e ineficaz en la fiscalización.

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Puerto Montt

En el imaginario de muchos chilenos, el sur es un paraje idílico. En un amplio sentido tienen razón. La zona sur austral del país es reconocida no sólo por la belleza de sus paisajes sino también por sus variados ecosistemas, sus ricos mares interiores, sus bosques milenarios, sus humedales y sus grandes reservas de agua dulce.

Sin embargo, estos atributos por todos conocidos están en riesgo creciente.

La falta de políticas claras en materia de preservación ambiental, la precariedad de los sistemas de tratamiento y recolección de residuos, la expansión arrolladora de actividades productivas e inmobiliarias, la contaminación de las cuencas y subcuencas de sus ríos y lagos, la contaminación de nuestro mar, son algunos de los hechos que están deteriorando, día a día, la riqueza y la calidad ambiental de nuestro sur y especialmente de mi región, la de Los Lagos.

Cuesta respirar aire puro en las ciudades del sur durante el invierno. Los planes de descontaminación ambiental en ciudades como Osorno y Puerto Montt no han funcionado ni cumplido sus objetivos a pesar de que, en el papel, llevan ya varios años de ejecución.

La basura sigue siendo otro de los principales problemas que enfrentan todas las comunas de la región. Se vuelve imperativo diseñar y poner en práctica un nuevo modelo de gestión que ponga fin al eterno problema de la disposición de la basura.

El tema resulta especialmente grave en la provincia de Chiloé, donde comunas como Ancud se ven obligadas a trasladar sus residuos al continente, con los costos económicos y los riesgos ambientales que ello implica.

Tema aparte son los residuos industriales, especialmente los generados por plantas de proceso de pescados y mariscos. En no pocos casos, el destino de esos residuos en incierto.

Los planes expansivos de construcción en el ámbito inmobiliario también impactan en el medio ambiente. No son pocos los casos de constructoras que rellenan humedales sobre los que luego levantan barrios completos.

Nuestros ríos también sufren los efectos del crecimiento desbocado. La Red Ambiental Ciudadana de Osorno ha propuesto la realización de un catastro regional de las cuencas y subcuencas existentes para determinar el grado de contaminación en que éstas se encuentran e iniciar un plan de descontaminación, e iniciar un plan de vigilancia y monitoreo del rio Damas, que durante décadas ha recibido descargas de desechos de particulares, de industrias e incluso de la propia empresa sanitaria, la misma que, por cierto, también contaminó el lago Llanquihue en Puerto Varas y parte de la bahía de Ancud.

No son estos los únicos problemas ambientales de la región. El bosque nativo, las turberas y otros ecosistemas también están amenazados. Mientras, en Puerto Montt, el atractivo canal de Tenglo está repleto de restos de naves en desuso cuyos restos descansan sobre aguas contaminadas.

No podemos seguir improvisando ni ofreciendo soluciones de parche que, a fin de cuentas, no resuelven nada. El país necesita una política de Estado en materia ambiental, proyectada a mediano y largo plazo, de modo que sea posible aplicar soluciones definitivas a estos problemas.

Es necesario invertir, es imprescindible fiscalizar y es determinante exigir a los privados un comportamiento ejemplar. No es posible ni presentable que quienes más ganancias generan sean quienes menos respeto tengan por el medioambiente y los ecosistemas locales. Y no es posible que la Superintendencia del Medio Ambiente sea percibida como un órgano lento e ineficaz en la fiscalización.

Las comunidades del sur no están reclamando para hacerle la vida difícil a las empresas y a las autoridades.

La gente no está en contra del desarrollo. La gente está, legítimamente, en contra del abuso, del atropello y de las faltas de respeto,  y está en contra del daño ambiental que provoca la avaricia de quienes prefieren maximizar los beneficios aunque ello implique destruir la riqueza más importante del territorio: su medio ambiente.

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